Las noticias que informaban los medios de comunicación dijeron que todo había explotado durante un rito satánico, es más, que había señales de incesto. Los policías se encontraron con la tragedia en movimiento.
Era terrorífico: un living inundado en sangre con el cadáver de Joe Morrison destrozado y desnudo en el centro del departamento. Alrededor, sus dos hijas: Blanca, inmóvil, cubierta con sangre. Y Diana... los policías ni si quiera quieren acordarse de ella.
Entre los cinco no la podían parar. Juraba a los gritos que existía el demonio. Y no sólo eso. Que tenía forma humana. Y hasta un nombre.
Leyeron la Biblia, a partir del Salmo 119. En voz alta. Bebieron la pócima (que en realidad era líquido para limpiar el piso). Se turnaban para leer.
Comenzaron a sentir síntomas físicos: era obvio, los espíritus daban pelea. Vomitaron los tres toda la noche. Pasaban del baño a los rezos, de la realidad a la ficción, del demonio a la locura. De fondo, se escuchaba canciones religiosas.
Se hizo de día. Pasadas las horas, el baño era un asco. A Joe se le hacía tarde, tenía que ir a trabajar. Se fue a bañar. Diana se dirigió al comedor y se puso a aullar. Joe dejó la ducha y bajó corriendo, desnudo.
Diana lloraba. La abrazó. Y, en ese abrazo, dejó su vida.
El primer cuchillazo fue en el cuello, a la altura de las cuerdas vocales. Joe miró a Blanca sin siquiera gritar. Ya no podía.
Mientras tanto, Diana seguía clavándole un cuchillo de cocina.
El cuerpo de Joe Morrison estaba bajo las escaleras, en la esquina del living comedor de la casa. Tenía sobre el estómago un tajo con un triángulo dibujado dentro de un círculo. Es el ícono de la purificación, el mismo usado por la academia de cursos alquímicos Transmutar.
Ese signo de purificación se hizo cuando Joe estaba vivo. Lo consintió.
Sus hijas lo tajearon vivo y mientras estaba de pie: así lo prueban los rastros de sangre emanada hacia abajo. Hubo además un corte pequeño en la cintura. Y al final, otros dos mortales: en la cara y en el cuello. Para eso lo recostaron, ya estaban las dos cubiertas con sangre. Igual que la casa, igual que las paredes, igual que el techo. Los tajos por los que Joe murió desangrado fueron cortes muy profundos.
En el cuello, pero sobre todo en la cara. Por allí, decía Diana, se había "metido el muñeco". Esa lógica –Satanás entra por la cara– sería la que habría llevado a Diana a tajear más tarde la cara de su hermana.
Hasta allí, las chicas tenían ya un pedazo de rostro de su padre.
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Las hermanas Morrison
ParanormalEl jueves 27 de marzo del año 2000, Blanca Morrison presenció cómo su padre recibía –de pie y en absoluto silencio- más de cien puñaladas de parte de su hermana Diana, quién hasta esta mañana era una alumna ejemplar en la universidad de Londres. Vi...