CAPÍTULO 22 "Una fiebre"

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El frío de la mañana se había filtrado por las ventanas del castillo de Alaia, envolviendo los campos que lo rodeaban en un aire helado que parecía anticipar una helada cayendo. Alaia despertó envuelta en una pesadez que no podía explicar. Su cabeza daba vueltas y a su garganta, irritada, le dolía al momento de tragar. Abrió los ojos lentamente, pero lo primero que notó fue el calor que se acumulaba en su cuerpo. ¿Había dormido tan mal?

Con esfuerzo, se levantó de la cama, pero al hacerlo, un mareo la sorprendió de golpe, su visión se nubló por un momento al tratar de enfocar el piso. Cuando lo logró se apoyó en la mesa de luz que tenía al lado de su cama, la pelinegra trataba de recobrar el equilibrio, pero el calor en su frente aumentaba sin parecer parar pronto. El sudor comenzaba a acumularse rápidamente en la piel de su nuca, y la sensación de agotamiento la invadía rápidamente.

En otro lugar del castillo, Oliver estaba terminando la reunión que había tenido con Daimon a causa de una carta que Alaia y él le habían enviado al rey de Países Bajos para formar una alianza. Al dejar lista su parte decidió pasar a ver a la chica que lo tenía vuelto loco hace tiempo. Desde el acuerdo que hicieron en el pasillo, algo había cambiado en él. El miedo a perderla seguía persiguiéndolo, y el hecho de que estuvieran manteniendo su relación en secreto solo aumentaba su ansiedad. Quería verla, asegurarse de que todo estuviera bien.

Se acercó a su habitación, pero antes de llegar, se cruzó con una sirvienta que parecía haber salido del cuarto de Alaia, esto lo extrañó y decidió por preguntarle si todo estaba bien, cuando la mujer se percató de la presencia de Oliver rápidamente hizo una reverencia hacia él.

- Buenos días, ¿Podría decirme si la señorita Alaia está en su habitación?

- Rey Oliver, buenos días, la reina no había salido de su cuarto aún, acabo de verla y parece como si estuviera enferma.

El temor inmediato se apoderó de Oliver. Sin pensarlo dos veces, se apresuró a darle las gracias a la mujer y cuando estuvo seguro de que esta se fue entró rápidamente a la habitación.

Al entrar a la habitación, el aire caliente lo golpeó de inmediato, lo primero que vio fue a Alaia, recostada bajo las mantas de su cama, con los ojos entrecerrados y el rostro pálido. Aunque parecía calmada por el cansancio, los leves movimientos de sus manos y la forma en que su cuerpo no podía dejar de temblar, delataban que no se sentía bien.

- Lía...- su voz salió suave, casi en un susurro. Se acercó rápidamente al lado de la cama para sentirse más cerca de ella, preocupándose al verla tan vulnerable.

Alaia abrió lentamente los ojos al escuchar una voz que la llamaba, cuando miró a Oliver se sorprendió, pero al mismo tiempo se alivió al verlo allí.

- Oliver...- su voz sonó débil, casi apagada, intentó sonreír, aunque su estado hacía que le resultara difícil mantener la compostura. -No es nada grave, solo un poco de fiebre... No te preocupes.

Oliver frunció el ceño, claramente estaba preocupado, muy preocupado. No podía ignorar el brillo en los ojos de Alaia. La tomó suavemente de la mano, pero la sensación de su temperatura más alta de lo normal lo hizo fruncir aún más el ceño, así que dirigió su mano a la frente de la chica para corroborar lo que estaba pensando.

- Estás ardiendo, Lía.- dijo, con la voz firme. -No vas a quedarte aquí sola. Me quedaré contigo.

Alaia, acostumbrada a ser independiente y a enfrentarse a todo por sí misma, intentó rechazar la oferta al principio, pero la sensación de debilidad y el pensamiento de Oliver estando con ella todo el día si era necesario la hizo desistir. Su cuerpo le pedía descanso, y al final, permitió que Oliver se quedara a su lado.

Durante el transcurso del día, Oliver no se apartó de ella, al pasar los minutos Oliver escuchaba como Alaia pedía agua, así que sin pensarlo se paró de la cama en la que estaba sentado y fue hacia la cocina para buscarla, al regresar vio como Alaia ya se encontraba despierta así que le acercó el vaso de agua y se volvió a sentar en el lugar junto a ella en el que estaba, observando la calma de su rostro mientras sus dedos jugueteaban con el borde de la manta.

Sus ojos se encontraban con los suyos, y aunque la fiebre parecía nublar sus pensamientos, había algo en sus miradas que transmitía una conexión aún más fuerte de lo que habían vivido antes. Cada gesto de Oliver, cada susurro de ánimo, hacía que Alaia se sintiera menos sola, aunque no quería admitir cuán agradecida estaba de tenerlo cerca.

- Gracias, pero de verdad no tienes que quedarte, Oliver... sé que tienes cosas más importantes que hacer...- sus palabras se desvanecieron cuando Oliver levantó una de sus cejas y la miró en silencio.

- Nada es más importante que tú, y no te voy a dejar sola, Alaia. Estoy aquí.- dijo con suavidad, sin dejar de vigilarla, asegurándose de que su fiebre no empeorara.

Alaia sintió una oleada de ternura hacia él, pero no sabía cómo manejar esos sentimientos. Por un lado, necesitaba espacio, su orgullo le decía que podía manejar todo sola, pero por otro, sentía algo en su pecho que no podía negar: el deseo de estar cerca de él.

Sin poder darse cuenta Alaia se quedó dormida de nuevo gracias al cansancio y la debilidad de su cuerpo, Oliver también estaba muy cansado y de pronto miro la cama de Alaia con otros ojos, tenía muchas ganas de acostarse a su lado, pero no quería incomodarla así que prefirió quedarse sentado en una esquina algo alejado de ella.

- ¿Quieres dormir? - Alaia se había despertado y giró para mirar al chico.

- No te voy a mentir, tengo algo de sueño, pero estaré bien, tú descansa que lo necesitas.

- Acuéstate aquí, conmigo- Oliver no podía creer que esas palabras habían salido de la boca de la pelinegra, al principio se negó, pero de a poco el sueño y la insistencia de Alaia le fueron ganando y termino por acostarse con ella, no sin antes apagar la luz y trancar la puerta para asegurarse de que nadie entrara y los viera.

Los dos estaban acostados dándose la espalda, pero cuando Oliver dormía sintió que una mano le tocaba el hombro, cuando se despertó, giró rápidamente para encontrarse a Alaia sentada en la cama mirándolo.

- ¿Qué pasa lía? ¿Necesitas algo? ¿Quieres que me vaya? Puedo dormir en el piso si quieres...

- ¿Puedes abrazarme? - al escuchar eso a Oliver le recorrió una oleada de felicidad, sin pensarlo más asintió con la cabeza repetidas veces y ambos volvieron a acostarse, pero esta vez Oliver estaba boca arriba con la chica recostada en su pecho y abrazándola por el cuello, mientras él tenía una de sus manos atrás de su cabeza como apoyo de esta y la otra rodeaba la cintura de su pelinegra.

- Descansa Oli - Alaia subió su cabeza para cruzar miradas con el pelirrojo y cuando esté la vio no se pudo contener, Oliver acercó su cara y sin darle alguna chancé a Alaia de pensar lo que estaba pasando le plantó un beso cargado de emoción.

- Descansa bonita.

Y así pasaron la primera noche durmiendo juntos, esa noche la tensión de la relación secreta desapareció, solo estaban los dos, acompañándose y diciéndose cuanto se querían.

Una Princesa Diferente - Noel CabreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora