Un apoyo

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Seraphina

Me quedé en el balcón, con las manos apoyadas en la barandilla y la vista perdida en la oscuridad de la noche londinense. La música y las voces provenientes del salón llegaban amortiguadas, como si una barrera invisible me separara del resto del mundo.

Respiré hondo, intentando calmar el temblor en mis manos. Sabía que no era para tanto. No era el fin del mundo que Nathatiel se marchara por una semana. Lo sabía. Pero aun así, la opresión en mi pecho no cedía.

—Vete, Nathatiel —murmuré sin volverme—. Por favor. Sé que no es para tanto, pero necesito estar sola.

El silencio fue mi única respuesta.

Me humedecí los labios y suspiré, cerrando los ojos por un instante. ¿Por qué no decía nada? ¿Por qué no discutía, no insistía?

El sonido de pasos sobre la piedra unos minutos después me hizo girarme con fastidio.

—Te dije que te fueras— solté con impaciencia.

Pero no era Nathatiel.

Mi estómago se encogió en cuanto reconocí la silueta de Anthony.

—Lo que me faltaba... —dejé caer con cansancio. Negué con la cabeza y me giré de nuevo hacia la barandilla—. Anthony, por favor, vete.

Él no se movió.

—No estás bien —dijo en un tono grave, contenido, como si midiera sus palabras.

Mi risa fue una mezcla de burla y amargura.

—Qué observador.

—No estoy bromeando, Seraphina.

—Pues deberías —repliqué, mirándolo con dureza—. Porque esto no tiene nada que ver contigo.

—Seraphina...

—No —lo interrumpí, cruzando los brazos—. No hagas eso. No finjas que te importa cómo estoy.

Lo vi apretar la mandíbula, su cuerpo entero parecía tensión contenida.

—¿Crees que estoy fingiendo?

—Creo que no deberías estar aquí —dije con dureza—. Y también creo que deberías dejar de meterte en lo que no te incumbe.

No respondió de inmediato. En su lugar, me estudió en silencio, con esa mirada oscura y perspicaz que siempre había odiado, porque me hacía sentir desnuda, como si él pudiera ver más allá de lo que yo misma entendía.

Finalmente, suspiró y se pasó una mano por el rostro.

—Solo se va una semana, Seraphina...

Solté una risa seca, incrédula, sacudiendo la cabeza.

—¿Me estás hablando sobre mi matrimonio después de dejarle el ojo morado a mi esposo hace tres semanas?

Vi su cuerpo tensarse aún más.

—Eso fue... distinto.

—¿Distinto? —repetí, cruzando los brazos con más fuerza—. Ilumíname, Anthony, ¿en qué sentido fue distinto? Porque desde donde yo lo veo, sigues creyendo que tienes algún derecho sobre mí, que puedes intervenir, que puedes juzgar lo que hago, lo que siento, lo que decido y... ¡y cómo me siento por lo que hace mi esposo!

—No es eso —dijo, la frustración evidente en su voz.

—¿No? Entonces dime, ¿por qué estás aquí?

Se quedó en silencio por un momento. Vi la lucha interna reflejada en su rostro, como si intentara encontrar una respuesta que ni él mismo comprendía.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora