Parte 2

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El vestido le impedía correr largas distancias, pero sus piernas eran rápidas. Seguía siendo ágil como un gato. Atravesaba personas, tiendas y volaba los puentes; correr le hacía sentirse viva. Cuando ya estaba lo suficientemente cerca del Puerto, una voces furiosas se aproximaban a sus oídos. Alguien está discutiendo.

Había un hombre grande y gordo contra diez soldados bravos, y tras ellos, un tumulto de hombres jóvenes y medio desnudos, mirando en silencio.

Jeyne se puso tras un barril fingiendo interés en unos collares que vendían, mientras que escuchaba atentamente la conversación.

—La ciudad libre de Braavos no aceptada esclavos ni esclavistas, ¡esta ciudad está construida por el sudor y sangre de los esclavos de los valyrios, y ellos fueron los últimos esclavos jamás en esta ciudad! —un soldado exclamó furioso en braavosi—.

—No son esclavos, no soy idiota —el hombre gordo estaba resentido—. Sé la historia de esta ciudad y éstos son mis criados y nada más.

—Calumnias —dijo otro soldado—. Vendiste todos sus objetos y los tienes a todos en condiciones deplorables, algo que sería normal en un esclavista.

—¿De dónde ha visto que yo haya vendido sus objetos, si bien no eran más que míos y me cansé de ellos? Pesaban demasiado en mi barco.

—Los hombres hablan, y éstos son esclavos —dijo el soldado más serio y alto de todos—. Está detenido por ser esclavista y liberamos aquí mismo a todos los esclavos —miró a sus soldados—. Romper las cuerdas que los condenan.

El hombre empezó a pelear con ellos hasta que se quedó inconsciente por un puñetazo y rompían las cuerdas que los inmovilizaba. Ella reconoció al dueño del casco por su altura y su pelo rebelde negro, su cabeza sobresaliendo entre las demás. Le dio un vuelco al corazón. Ha crecido bastante desde la última vez que lo vi. No debía pensar en eso ahora, tenía que darle el casco pero, ¿cómo?

Una idea le vino a la cabeza.

Antes de nada, se fue a una esquina alejada de las personas y se cambió de rostro a la de una mujer de pelo oscuro que recogió en caso de huida. No pueden ver a Jeyne ayudando a un esclavo.

Empezó a andar rápido con el casco siempre en sus manos hasta chocarse con uno de los hombres cerca de él e hicieron un corro, molestos, captando la atención de todos. Uno de ellos, alto como las torres y con ojos azules la recorrió con su mirada hasta encontrarse con el casco y luego con ella. Me está mirando, debo de actuar.

—Eh, ¿dónde has conseguido el casco? —Gendry preguntaba molesto.

Se encontró con su mirada y parecía un toro furioso, así que se puso a correr, él tras ella. Sus piernas largas hacia que él corriera bastante rápido, pero ella siempre fue más veloz que ella, y se conocía las calles. Evitaba las calles con mucha gente y poco espacio; le perdería de vista. De nuevo, empezaba a deslizarse como un gato; no se sentía así desde hace dos noches, mientras que ella soñaba que era de nuevo una loba.

De repente unos hombres impidieron que ella pasara y miraban con recelo ese casco.

—Oye bonita, ¿por qué tienes un casco? —dijo uno de los chicos, acercándose a ella.

—Las chicas como tú no deberían tener algo tan de hombres. Ven y dánoslo —se acercó otro con un palo para atizarla para así secuestrarla y violarla, como era habitual por estas calles.

El golpe del palo fue mal calculado como era de esperar y ella pudo parar el golpe con su mano izquierda, la más rápida y hábil para ella, ocupada la mano derecha con el casco. Se apoderó del palo con un movimiento y estaba lista para luchar, pero una voz le recordó su misión.

—¡Eh, tú! Para un momento —Gendry le pisaba los talones y ella debía de actuar rápido.

Atizó con una fuerza descomunal para una niña que parecía ser a uno de los chicos y abriendo paso, salió huyendo de ahí. Había cerca un callejón sin salida, y ella sabía como escapar de ella.

Al llegar al callejón sin nadie alrededor, sabía que tenía unos pocos minutos de ventaja y debía de actuar rápido, así que dejó el casco en el suelo, a plena vista de cualquiera y subió a unas escaleras que daba a un techo de las casas, escapando sin dejar rastro. Era un plan perfecto. Gentry vino gritando desde lejos 'eh tú' o 'eh' e incluso ella juró que gritaba 'Arya'. Pero eso no es posible, no tengo mi rostro ahora. Al llegar, recogió su casco y con recelo, miró a los lados por ver si estaba y se dio cuenta de la escalera, dándose medio vuelta y yéndose. Ahora Gendry está en Braavos, y yo no puedo ayudarle.

Años PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora