Parte 8

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Se despertó peor que nunca; sintió la herida palpitar en su cara y decidió ir a la Casa de Blanco y Negro. Le costó andar y pensar cómo llegar; esa herida la estaba matando lentamente, pero no una hora como el hombre había dicho, pero no sabría cuando se encontraría con la muerte. Aún no, hay una lista de personas a quien debo de darle el regalo... Y debo de ver a Jon, mi medio-hermano Jon Nieve. Él estaba vivo, de eso estaba segura.

Llegó a la Casa y la encontró silenciosa, como si estuviera muerta. No había nadie en el interior, por lo que era más fácil ir a la habitación donde había venenos y sus curas; la cura debía de estar ahí.

Al llegar, una biblioteca de líquidos la abrumaba con sus extraños olores; tan dulces y tan feos como para intoxicar a una persona. Ella recuerda que la daga era azul grisáceo, por lo que el veneno debía de ser azul. Es lo único que sabe sobre el veneno. Cogió un bote vacío, y empezó a llenarlo con todos los antídotos que encontraba, de todos los colores y olores, por lo que acabó en un color marrón y olía a una fuerte peste que tapó rápidamente. Con ello, echó a andar tras la fría recibida de la Casa, sintiéndose como una enfermedad en un cuerpo.

Al salir de la Casa, supo que no llegaría viva a donde estaba Gendry, así que simplemente se cayó desplomada al suelo y con la poca fuerza que le queda, se bebe la sopa de antídotos que hizo, y ya, agotada y cansada de respirar, decidió dormir para jamás despertar.

El sol la alumbraba quito, como si fuera un juez que la observa siempre. Es mi padre. Sentía la boca seca, y tenía un poco de frío a pesar del increíble calor que hacía. Pero lo más importante; estaba viva. No le dolía ni le escocía nada, estaba viva y sana de nuevo. No sé lo que me bebí, pero eso me ha resucitado. Se levantó y sus piernas flaquearon, como si no se hubiera puesto de pie en años. De milagro no estaba muerta gracias a que durmió cerca de la Casa de Blanco y Negro, cual nadie se acerca a hacer nada.

Empezó a caminar por las calles extrañada de respirar de nuevo y todo estaba igual que antes; mercaderes gritando por la calle sus precios, niños corriendo y hombres emborrachándose. Al parecer si ella hubiera muerto, el mundo habría seguido su curso. Gendry. Gendry estará preocupado de haber pasado dos noches sin él.

Se dio prisa y se encontró por fin la taberna donde estaba Gendry. Vio a Mealla y esta al verla, su cara tenía una mezcla de emociones; sorpresa, alegría, espanto y horror.

—¡Querida! ¿Cuánto tiempo? —se acercó a ella para examinar la herida—. ¿Dónde te hiciste eso? Te está sangrando como una fuente.

—Yo también me alegro de verte, Mealla —dijo una Arya cansada—. ¿A entrado alguien a la habitación?

—No, señorita. Por cierto, ¿te curo esa herida?

—Gracias pero puedo curármela yo sola —dijo ella con amabilidad—. Bueno, me temo que voy a tener que subir a descansar.

—Claro, señorita —antes de que Mealla se girase se quedó extrañada—. Por cierto, señorita, no sé su nombre.

—Me llamo Nan —mintió ella con el primer nombre que se le ocurrió—. Buenas noches, Mealla.

Se subió cansada a esas ruidosas escaleras y abrió la puerta para encontrarse a un Gendry tumbado de espaldas mirando hacia la pared. Se giró de forma que acabó en el suelo por acto reflejo y después con incredulidad y enfado se puso de pie mientras Arya cerraba con silencio la puerta.

—Mira quién se ha dignado a venir —Gendry la miraba con tal frialdad que podría congelarla—.

—Me surgió un problema —dijo Arya con desinterés, apartándose el pelo de la cara—.

La cara enfadada de Gendry pasó a ser asustada y sorprendida.

—Pero, ¿qué te has hecho en la mejilla? ¿Te has peleado contra un soldado? —Gendry se aproximó a Arya pero ésta se rehusó y dio un paso hacia atrás—.

—No era un soldado y no me he peleado, lo he matado. Esto es un regalo de despedida —deseaba tumbarse en aquella cama y acurrucarse, pero sabía que eso no iba a suceder.

—¿Lo has matado? ¿Y por qué razón? ¿Te estaba molestando?

—Deja de pretender ser mi madre; no eres nadie para saber tanto —se estaba empezando a molestar.

—Claro, porque soy demasiado bastardo para mi señora —al parecer él estaba más molesto que ella—.

—Eso qué tiene que ver, imbécil. Sólo quiero descansar.

—¿Sólo quieres descansar? ¡Has estado una semana de descanso! —Arya le parecía su hermano Rickon cuando echaba de menos su madre; se enfurecía cuando aparecía de repente sin explicaciones—.

¿Una semana he estado durmiendo? Era demasiado incluso para Arya.

—¿Qué pasa? —dijo ella con ironía—. ¿No puedes comer y cagar solo sin ayuda? Ya podías hacer todo tú solo.

—No es por eso, tonta —su expresión de enfado desapareció—.

—Entonces, ¿por qué?

—Estaba preocupado por ti —bajó la mirada con tristeza—.

Ya no puedo estar enfadada, estoy demasiado cansada como para discutir más. Arya se dirigió a la cama para dormir, pero estaba demasiado cansada y se desplomó antes de tiempo, quedándose dormida al instante.

Se despertó rodeada de mantas y una figura enorme la observaba con tristeza y preocupación. ¿Padre? ¿Me estará vigilando. No puede ser. Él está muerto. Pero era una figura familiar, alguien con quien había pasado años. Jon. Mi medio-hermano Jon Nieve. Ahora está conmigo, pero no le gusta lo que hago. A mí tampoco me gusta lo que hago. ¿Cuánto tiempo estaré así? Bajó la mirada, preparada a que las lágrimas salieran, pero nada brotaba de sus ojos. Ya no soy Arya, ahora soy nadie.

La figura se movió.

—Te despertaste por fin —una voz cálida acogió su oído—.

—¿Cuánto he dormido? —no quería despertarse de nuevo tras días y días—.

—Unas dos o tres horas. No estoy seguro.

Un largo silencio inundó la habitación, y la culpa creció entre ambos. ¿Esto es el fin? ¿Tras unos días sin verse y una pelea, se acabó?

—Déja... Déjame que te limpie por lo menos la herida —sus ojos se encontraron con los de Arya y se ahogó en esas piscinas azules—.

Arya se sentó al filo de la cara y Gendry recogió uno de los paños que había y un poco de agua y empezó a limpiar la herida con el paño mojado. Arya sentía como el paño recorría su mejilla destrozada con el agua ensuciándose de sangre, siempre bajo la atenta mirada de Gendry observándola. Ella creyó terminaría cuando la herida estuviese limpia, pero Gendry dejó el paño en el cubo y empezó con su mano a acariciar su otra mejilla. Arya cerró los ojos y se dejó llevar bajo el movimiento de olas de sus dedos, ásperos pero delicados, cuando la mano bajó hasta la barbilla y ella abrió los ojos, sólo para ver cómo su cara se encontraba con la de Gendry, hasta que se fusionaron con un apasionado beso.

Pero no era un beso como el de la otra vez; este tenía hambre de más. Se besaron durante una eternidad más hasta que cada uno empezó a desnudarse; Gendry se quitó sus calzones y su camisa desgastada mientras Arya se quitó de una vez un harapo que le cubría lo que debía. Al estar ambos desnudos, siguieron besándose hasta que estaban ambos tumbados en la cama.

Las manos de los dos empezaron a bajar para acariciar o frotar los puntos del paraíso; dulce quejidos en silencio se escapaban de los dos hasta que Arya se sintió que él estaba dentro de ella. Como siempre, a pesar de ser herrero, la trató con tal delicadeza que parecía estar hecha de cristal. Cuando se metió por primera vez dejó soltar un fuerte resoplido mientras ella dio un grito interno. Al estar una vez ahí empezó a moverse lentamente mientras el paraíso se iba acercando a los dos. Los respiros cada vez eran más entrecortados y los jadeos silenciosos más intensos hasta que por fin ambos llegaron a la vez. Era un suceso mágico, como si realmente estuvieran conectados. Él se dejó explotar su semilla mientras ella sentía un flujo de líquidos recorrer todo su cuerpo; estaba relajada. Gendry salió de ella pero Arya quería seguir con él abrazada; y así acabaron ambos desnudos y excitados, felices de vivir por fin en mucho tiempo.

Años PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora