Querida Manhattan;
Pienso en la de caidas que has sufrido a lo largo de los años; tanto a nivel físico como moral. Tengo fe en todos aquellos que han caido en tus suelos y han ido marchitando tu belleza. Todos aquellos, caídos y con la presencia de Caín en sus venas, han tenido que levantarse poco a poco. La mayoría seguramente haya tratado de rehacer su vida, de cambiar el hierro por el cobre al menos, y de no dar más pasos en falso. Mi adorada Madrid se casó y tuvo dos hijos, trabajó días enteros en su oficina y se quitó los zapatos al borde de la cama cuando sentía que estaba en casa. Otros tantos, han ido quedandose por el camino. Han ido queriendo recuperar eso que no todos logramos tener. Aquellos no escribieron un nuego libro ni pasaron de página, si no que asimilaron lo escrito en aquellos papeles que no se esperaban. Aquellos, de alguna manera volvieron a serlo. Y ahí apareces tú mi querida Manhattan. Tú, aquella que ha caído y que ha seguido atrayendo visitas. No quiero atribuirte todo el mérito ni mucho menos, porque se lo debes a los tuyos. A los que levantaron tus edificios y crearon familias para ellos. A los médicos que ponían tiritas y mandaban a casa. A los que te levantaron y te trajeron de vuelta la vida. Esos son los amigos, los que no huyen y te devuelven la fe. Especial dedicación a todos ellos que sin pensarselo dos veces arrisgan por el negro o el blanco a tu favor. A todos los que hacen que los días sin martilizarse a uno mismo por sus pecados sean posibles. A aquellos que se tiran detrás tuya sin preocuparse por cuando ni como va a poder volver a subirte y hacerte mirar al frente. Especial dedicación a los que están ahí, los que van a estarlo. Los que de las ruinas construyen una nueva Roma, o en este caso, cosieron tus cenizas, querida Manhattan. Hoy, doy las gracias, y os escribo esta mierda, en honor a esta especial dedicación a los amigos.
