7.Fugaz

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-Xttt... Dafne- Se oyó un susurro y ella empezó a buscar por todo el jardín des de su balcón sin hallar nada.

-Aquí abajo- volvió a oír la voz esa vez más clara.

Al mirar entre los arbustos vio a Rafa, oculto entre las ramas de los árboles. Sin pensarlo ni un momento volvió a entrar en su habitación y bajó a su encuentro. Abrió la puerta principal y allí donde estaban se abrazaron y besaron con pasión.

-¿Pero que haces aquí? Es muy peligroso-

-Me da igual lo peligroso que sea. Ya pueden venir todos los peligros del reino a por mí que no me podrán hacer daño. Tú tienes mi corazón y tú eres la única que me puede dar la vida o la muerte.

-Rafa - Dafne se lanzó a sus brazos.

Se miraron a los ojos y sin decir nada subieron hacia arriba, con mucho cuidado de que nadie les oyera. Cogidos de las manos llegaron al aposento destinado a ella y sentados en la cama se empezaron a besar. Justo entonces se abrió la puerta y entraron la guardia real. El general dio la orden de coger a Rafa y cuatro hombres uniformados y armados se dirigieron hacia donde estaban ellos aterrados. Dos cogieron de Rafa por los brazos y, pese a su forcejeo, lo llevaron al centro de la habitación, delante del general. Los otros dos inmovilizaron a Dafne que intentaba defenderse como podía, en vano.

-Rafael, jardinero del castillo, hijo de granjeros. Se te culpa por los delitos de robar un caballo señorial, incumplimiento de órdenes, allanamiento de morada y violación de la señorita Dafne. Por la presente se le condena a muerte ahora y aquí mismo, sin juicio ni piedad.- Dijo el general.

Al instante le clavaron la lanza en el costado y tal como habían venido se fueron dejando caer a Rafa allí en medio. Dafne corrió hacia a el y se tiró al suelo para cogerlo entre sus brazos mientras el se iba desangrando en una muerte lenta y dolorosa.

-¡Oh, Rafa, Rafa!- Repetía entre sollozos y gritos.

Una figura negra se había presentado en la puerta de la habitación y se acercaba hacia ella. Mientras Dafne abrazaba a Rafa con todas sus fuerzas.

-¡Dafne!- Le dijo Rafa pero con una voz que no era la suya.

- Despierta Dafne- Repitió la voz.

Abrió los ojos a la vez que cogía aire. Unos ojos azules le miraban muy de cerca. Estaba en su cama, llena de sudor fría. Antonio cogió un paño y se lo pasó por la cara.

-Era una pesadilla, tranquila. - le puso bien un mechón del pelo - Te he oído gritar y he venido en tu ayuda.- Dijo en respuesta a la cara que puso Dafne.

-¿Pero como...? Estaba segura de que era real. Es decir, era todo tan...real.-

-Ahora ya ha pasado todo así que ya puedes dormirte de nuevo. Estamos en mitad de la noche y no es bueno que la pases en vela.-

Ella asintió y se acostó de nuevo viendo como Antonio se alejaba.

-Antonio.- El se medio giró para mirarla- ¿Es mucho pedirte que te quedes un rato hasta que me duerma? Parecía tan real y ha sido tan espantoso que ahora tengo miedo de volverme a dormir.-

El asintió con la cabeza y arrastró una silla hacia el lado derecho de la cama. Allí le cogió la mano y, mirándola fijamente, empezó a hacerle círculos con el pulgar en el dorso.

-Duerme, que yo velaré por tus sueños- susurró.

A la mañana siguiente fueron a dar un breve paseo por las propiedades de la tía de María Ana. Un poco de aire fresco le vendría bien a la señora Alarcia. Su finca se extendía por extensas hectáreas donde no solo había la casa de campo que Dafne había podido contemplar el día anterior. Pese a la abundante naturaleza habían algunas pequeñas construcciones y dos ríos cruzaban sus tierras también.

El momento precisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora