Escrito por: Laura Martínez i Mentuy
Era primera hora de la mañana. Los rayos del sol entraban por la ventana reflejando formas brillantes sobre las mantas que cubrían a Dafne. Ella se levantó tocando con sus pies desnudos el suelo húmedo de la buhardilla. Se vistió con uno de sus dos únicos pares de ropa, sin contar la de los domingos y bajo las escaleras aún descalza.
El aseo era un pequeño armario encastado en la pared donde había un agujero, un cubo con agua helada y un pequeño trozo de metal que quería parecerse a un espejo. Rompió la fina capa de hielo que cubría el agua y se lavó la cara. Entonces se miró en el espejo sus bonitos ojos verdes y se peinó con los dedos los largos pelos rojizos y ondulados, le gustaban mucho, eran como los de su madre.
Al salir por el patio se calzó y cogió un chal. Luego volvió a entrar a la cocina para hacer el almuerzo.
En la mesa había preparado un trozo de queso y pan de antes de ayer. La leche ya era algo más complicado. En el corral estaba Margarita, una vaca vieja que ya solo servia para ordeñar su leche.
-Buenos días Margarita- Dijo ella risueña- Vengo a por mí almuerzo- Respondio a un mujido de la vaca.
Cuando volvio al comedor ya estaban sus dos hermanos sentados en la mesa observando los huevos recién cogidos y con cara de hambrientos. Dafne encendió la cocina de leña y preparó un sencillo almuerzo para ellos y sus padres que ya estaban trabajando en el campo.
-Un tranquilo día, monótono y aburrido, en la granja me espera- se dijo para si misma.
-Prometiste llevarnos al río- rechistó Marcos, su hermano de 10 años.
-Y lo haré. Cuando acabéis con vuestras tareas-
Entonces Marcos y Dalia, la más pequeña de los tres, se miraron con una sonrisa en los ojos encendida.
-Me da miedo pensar que se os habrá ocurrido esta vez- dijo Dafne mientras recogia los platos. Al terminar de fregarlos salio hacia el campo donde los caballos la esperaban.
Primero fue a ver a los potrillos, ya que algunos nacieron hace poco. Después repasó el establo y lo limpió, cambió la comida y terminó lavàndolos. Cuando acabó, fue dentro de casa donde cogió su muñeca de trapo y saló hacia la calle para ir a buscar a su amiga Maruja.
Maruja era la hija del herrero, una de las más inteligentes del grupo, con el pelo rizado y rubio y con ojos marrones. Más de un chico se había fijado en ella; pero ella persistía en la idea de quedarse soltera, ya que de otra forma serian demasiadas bocas para alimentar. En su peña estaban Irene, Rosa, Maruja, Humberto, Rafa, también conocido como el "Robagallinas", Felipe y ella, Dafne la "Buscaproblemas".
Las chicas jugaban con sus muñecas mientras que los chicos jugaban con sus aros de madera recién cogidos, por Rafa, de unos barriles llenos de vino del mejor. Después de comer se encontraron de nuevo bajo el roble blanco. Dafne como es muy valiente no le teme a nada; pero Irene y Maruja se oponen a encontrarse a menos de 8 palmos del árbol, ya que en el pueblo se rumorea que allí se fusiló a unos bandoleros, donde aún se pueden ver las marcas de las balas y que sus espíritus siempre vagan en busca de carne de chicas jóvenes por los alrededores del árbol. También se dice que cuando tocas el tronco te cae una maldición que te aleja de tus seres queridos. Rafa, Humberto, Felipe y Rosa siempre les gastan bromas para asustarlas. Ese día con unas sabana viejas y agujereadas les hicieron bajar corriendo toda la ladera de la montaña. Dafne que lo miraba todo desde arriba no podía parar de reír, como ella no era supersticiosa se subió al árbol para seguir viéndolo mejor.
Maruja e Irene volvieron con las mejillas rojas y sin aliento. Los chicos y Rosa subieron detrás de ellas riendo a carcajadas. Con todo, se había hecho la hora de merendar así que Rafa propuso de ir a por unos higos del jardín de Doña Hurraca. Era una mujer de mediana edad con muy mal carácter; pero tenía una higuera alta, fuerte y de frutos muy sabrosos. Como a todos les gustaban sus higos nadie se opuso a la idea. Mientras Dafne y Marcos hablaban con Doña Hurraca de unas semillas que les había pedido su madre, los otros cogían con sus cestas los higos más grandes y maduros. Cuando ya salían de su casa, después de mucho rato discutiendo sobre si tenía o no esas semillas, que no existían, Doña Hurraca se dio cuenta de que su jardín estaba lleno de pisadas y todo destrozado, con restos de higos rotos por todos lados. Cogió una sartén e inmediatamente cerró la puerta de la calle. Avanzó lentamente con la sartén en las manos y riendo un poco mientras veía como los chicos le cogían miedo. Unos 5 minutos después salieron de la casa, Marcos con la cara roja, Dafne con dificultad para caminar. El resto del grupo se había comido casi todos los higos dejándoles 4 o 5 a cada uno.
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El momento preciso
אקראיDafne vive con su família en un pueblo de Castilla. Tiene la vida normal que cualquier joven tendria, juega con sus amigos, cuida de la granja, va a misa... pero un dia todo canvia.