Escrito por: Laura Martínez i Mentuy
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Frente ella se alzaba un imponente palacio.
Después de mucho rato recorriendo un sinfín de pasadizos se habían parado frente a una puerta de madera, no era una puerta especial, era exactamente igual que las otras ni más grande ni más pequeña, ni más alta ni más baja. La señora Alarcia sacó una llave, abrió la puerta y empujó a Dafne dentro. Lo último que escucho decir en esa noche fue:
-Esta es tu habitación niña, duérmete.-
Y acto seguido se cerró la puerta y la cerraron con llave.
Lo primero que hizo Dafne fue dar un vistazo a la habitación. En ella había una enorme cama, donde podría dormir toda su familia sin escatimar en espacio, recubierta de suaves sabanas y cojines de terciopelo granate. Por los costados bajaban unas cortinas de seda que en ese momento estaban atadas a las barras que subían hacia el techo.
Al lado había una mesita de madera con unas sillas también recubiertas de terciopelo. Un armario, una cómoda y un vestidor era todo lo que ocupaba el resto de la sala. Las enormes ventanas de la pared estaban barradas con rejas.
-Encerrada, como un animal- exclamó Dafne - prefería estar con mi pobre familia antes de vivir con tantos lujos pero sola. Hasta los cerdos tienen más compañía- y se dejó ir al suelo.
Los primeros rayos del sol entraban por la ventana. A lo lejos se podía ver como se montaba el cambio de guardia. Debían ser las cinco de la mañana.
Dafne estaba sentada en la cama mirando el exterior con añoranza. No había podido pegar ojo en toda la noche. Aún quedaba rastro de sus lágrimas silenciosas que bajaban por sus mejillas. Y unas profundas y oscuras ojeras se marcaban junto a sus parpados inferiores. Fue entonces cuando se abrió la puerta. Por su sorpresa esa vez era una sirvienta.
-Buenos días. Por favor venga conmigo señorita. Primero la habremos de lavar y vestir adecuadamente, lógicamente quemaremos esa ropa que lleva ahora puesta. El mal aspecto de su cara por suerte los podremos arreglar con maquillaje. Lo que más preocupante es ahora es su educación. Por suerte para usted tenemos buenos maestros que la podrán dotar de conocimientos geográficos, históricos, poses, modales, lectura, escritura, música, hípica, algebra,... - Eran tantas las cosas que decía esa chica que Dafne se perdió en sus pensamientos, en todo lo que había dejado atrás, en Rafa.
Llegaron a una sala amplia con una bañera y múltiples jabones y sales de baño. En ella habían más doncellas, las cuales la ayudaron a quitar la ropa y cuando estaba dentro de la bañera a lavarla. Mientras la sirvienta que la había ido a buscar a la habitación fue a por su ropa. Volvió con unos pantalones interiores de encaje, una estructura rígida que nunca había visto, un vestido interior blanco, una falda blanca, un corsé de color crudo y un voluminoso vestido azul con muchas capas de faldas por debajo. También traía con ella unas medias y unos zapatos de tacón con zafiros incrustados.
Era una vestimenta que nunca había visto. Era incomodo. En el pelo le hicieron un recogido con lazos.
Después la dirigieron a un gran comedor con una mesa para muchos comensales. Allí estaba la señora Alarcia. En la mesa había cubertería de plata con utensilios que nunca no había visto. Los cocineros le sirvieron fruta, crêepes, lomo y zumo de naranja. No estaba acostumbrada a usar más que una cuchara así que cogió una manzana con la mano y la mordió. Delante este gesto la señora Alarcia se quedó estupefacta.
-Pero bueno muchacha ¿Donde están tus modales?-
Entonces dio unas palmadas y por la puerta entró un muchacho. Al principio no lo reconoció, pero ya más de cerca se dio cuenta de que era el chico que le había abierto la puerta la noche anterior.
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El momento preciso
DiversosDafne vive con su família en un pueblo de Castilla. Tiene la vida normal que cualquier joven tendria, juega con sus amigos, cuida de la granja, va a misa... pero un dia todo canvia.