Luna Llena

78 9 0
                                    


Barenziah no podía creer que de verdad estuviese sentada en una mesa. Ni siquiera supo cómo llegó a aceptar la invitación a que comiese algo, cuando a ella nunca le gustó que otros pagasen por su comida. Pero allí estaba; Sentada contra un rincón al fondo de la posada, en una silla frente al guerrero nórdico.

Era grande, como un mueble, y tenía un físico que recordaba a un oso grisly. La barba desarreglada le crecía por la cuadrada mandíbula, y detrás de una pintura de batalla negra, un par de ojos plata la miraban con amabilidad. Claro, su sonrisa era casi tímida, pero los dientes algo más puntiagudos de lo normal, y la melena larga hasta los hombros negra como la noche, no paraban de recordarle el aspecto de un lobo.

Él comía de su pata de ciervo como animal. Barenziah, frente a su sopa, lo observaba con ojos algo horrorizados, mientras intentaba no imaginárselo como una verdadera bestia devorando a un pobre ciervo. ¿Cómo es que la gente no se daba cuenta que era un licántropo? Esos colmillos parecían de todo, menos humanos. Los dedos largos parecían garras.

-¿Y cómo te llamas? -Preguntó el hombre, luego de tragar lo que parecía la mitad de la pata.

La elfa parpadeó un par de veces, mirándolo fijamente.

-Barenziah. -Fue su corta respuesta.

-Yo soy Farkas. -Sonrió él.-

-Un placer. -Farfulló, volviendo la mirada a su cuenco con sopa de verduras. Suspiró, relajándose e intentando olvidar por un momento que, si al nórdico le apetecía, podría abrirla en canal con un solo dedo. Tomó la cuchara, y sopló suavemente el contenido.

¿Saben? Es gracioso. Normalmente, a Barenziah no se le movería un pelo frente a un siervo de Hircine como Farkas. Pero... Los ojos plata del nórdico mostraban un corazón tan amable que no comprendía cómo, teniendo tal cosa, pudiese ser guerrero y licántropo al mismo tiempo. Eran cosas que no cuadraban, y quizás por eso se encontraba tan estupefacta.

-No tienes en dónde dormir, ¿verdad? -Preguntó Farkas, con los labios torcidos con cierta preocupación.

¿Cómo puede alguien interesarse tanto por el bienestar de una total desconocida?

-... No. -Barenziah ya había arrasado con el plato, sintiéndose algo culpable de juzgar de bestia a Farkas cuando ella había hecho lo mismo que él. 

Levantó la mirada violeta, fijándose que el hombre volvía a sacar su bolsa de monedas, y lo cortó con levantando las manos, exaltada.

-¡N-No! No vas a gastar más dinero en mi. -¿Cómo era posible tener esta clase de conversación? Sentía que el nórdico estaba siendo demasiado caritativo con ella, y aunque era verdad que no tenía en donde quedarse, y sin él no hubiera comido, sentía incorrecto que gastara un septim más en ella.

Se levantó, y antes de irse, hizo algo que hacía siglos no hacía; Le hizo una pequeña reverencia, una que hacían los dunmers cuando de verdad estaban agradecidos. 

-Gracias, sera. 

Si, estaba decidido. Esa noche no dormiría. Iría a buscar la piedra, la devolvería, y no volvería a pisar Skyrim.  

Farkas estaba estupefacto.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------

Al entrar en el Jorvaskar, hogar de los compañeros, Farkas bostezó, estirando los brazos al techo. Se escuchó una risa contenida de Alea venir desde una viga de madera, y el hombre miró a la licántropa con los labios torcidos, preguntándose en silencio si estaba burlándose otra vez de él.

La Cazadora de Vvardenfell [¡Editada!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora