Abril.

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Déjame volverte loco,

defender ideas contrarias,

aparecer desnuda llevando

sólo una copa de cava y el teléfono,

mentir despiadadamente

al tiempo de moon river,

porque no te quiero, es decir,

no puedo. Tú lo entiendes,

no podemos, pero vuelve...

vuelve luego.

                                       Patricia García- Rojo

Coloca el móvil en la repisa sobre el lavabo y entra a la ducha, intentando tranquilizarse con la voz de Chris Martin, con escasos resultados. El agua templada no sirve de nada ante el calor que parece irradiar su piel, principalmente sobre sus mejillas. Será hoy. Sale de la ducha cubriendo su cuerpo con una toalla suave y camina descalza por el largo pasillo hasta su habitación. Abre el cajón de la ropa interior y se maldice a sí misma por las tropecientas dudas que le martillean la cabeza. Suspira. Y su mirada se posa sin querer en el reloj que hay sobre su cómoda. Las prisas se anteponen entonces a cualquier otra cosa. No puede permitirse llegar tarde. Hoy no. Se viste rápidamente y se da un ligero toque de máscara de pestañas. No olvida perfumarse: usa una colonia fresca, porque ambos detestan los perfumes empalagosos. Además, la hacen toser.

 Sale de casa y se aísla de suspensamientos colocándose los auriculares en el corto trayecto del ascensor. Cierra el portal y se encamina al parque, que está a dos calles. Algo no se le permite porque de pronto se encuentra con los ojos tapados.

—Déjame adivinar... —siempre le han gustado esos juegos.

—No hace falta —le destapa los ojos, que lo miran confudidos.

—¿Qué haces aquí? Hemos quedado en...

—Sí, sí —la interrumpe-. Pero he llegado antes y he decidido esperar. Eres realmente despistada, has pasado justo al lado de mí y ni te has dado cuenta.

—Estaba distraída... Podías haber subido.

—Mmm... Distraída, ¿eh? —comenta obviando su sugerencia.

—Sí, pero tranquilo, no pensaba en ningún chico rematadamente estúpido e infantil...

Ríe ante su comentario y se acerca para besarla... apartándose en el último momento, comprobando antes que la chica tenía ya los ojos cerrados.

—¡Eh! ¿Qué haces? —protesta.

—Eres un poquito incoherente, ¿no?

—¡Pero qué payaso! Haz lo que quieras...

Casi no le da tiempo a terminar, porque es callada con un beso realmente intenso, al que en seguida corresponde. No parece que vaya a acabar nunca. Y los besos llegan en otras partes de la anatomía, deslizándose por el cuello, depositando uno en la clavícula.

Puf. El momento se rompe de un plumazo con el sonido de la puerta detrás de ellos. La chica saluda al vecino, visiblemente cortada. ¿Tam impacientes están que no pueden controlarse?

—Eh... ¿nos vamos?- pregunta el chico con voz ronca.

—Sí, sí.

Camina sonrojada aferrada a su mano y se dirigen al cine con paso tranquilo, hablando de todo y nada. Se hace corto el camino.

Llámalo "endorfinas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora