Junio.

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Viento, me pongo en movimiento

y hago crecer las olas

del mar que tienes dentro.

Tiempo, devuélveme el momento.

Quiero pasar las horas

nadando mar adentro.

                                                 Robe Iniesta

El tic-tac del reloj sobre la pizarra parece aumentar su felicidad a cada segundo que pasa. Los alumnos marcan el ritmo de las agujas golpeando los bolígrafos sobre los pupitres, impacientes. Ellos se miran y sonríen, sabedores de que están a escasos momentos de la puerta ante la que se les muestra el mejor verano de sus vidas. El verano. Mítico.

Un deseado timbre es el causante de un suspiro general de todos los alumnos, seguidos por una gran alegría y unos cuantos grititos de felicidad. Libertad, la ansiada libertad.

Tras despedirse de sus compañeros, caminan de la mano por los abarrotados alumnos y salen despacio por la doble puerta, abierta de par en par. Tuercen la esquina de la calle y allí está la hermosa moto negra, esperando ser puesta en marcha.

—¿Y esto? ¿Cuándo la has traído? —pregunta con una sonrisa.

—Anoche. El fin del instituto merece una salida por todo lo alto, ¿no? —le ofrece su mano para ayudarla a subir.

La moto arranca bajo ellos y el viento ondea la ligera camiseta sin mangas de la chica y su melena.

—¿A dónde vamos? —chilla para hacerse oír por encima del ensordecedor ruido del motor.

—Te llevo a casa...

Pero la sonrisa traviesa del chico le hace saber que le oculta algo. Ella ríe feliz. Antes de darse cuenta están frente a su bloque. Se bajan de la moto.

—Tienes quince minutos para hacer tu maleta, vamos a escaparnos unos días —suelta sonriendo.

—Pero, ¿qué...? —es interrumpida por un beso.

—Quince minutos —le repite, dándole una ligera palmada en el trasero.

Ella sube corriendo por las escaleras mucho más que confundida. Abre la puerta con dificultad porque le tiemblan las manos. Casi choca con su madre, que le tiende una pequeña maleta riendo.

Corre hasta su habitación y abre el armario. Una escapada ¿a dónde? ¿Qué demonios tiene que llevarse? Opta por varias prendas de verano y un par de chaquetas por si acaso. Entra al baño a por su necesser y se pelea con la maleta porque las sandalias apenas dejan hueco para nada más. Va cinco minutos tarde.

Sale de la habitación recorriendo el pasillo con la maleta. Su madre está en la cocina.

—Mamá, ¿tú sabes a dónde me lleva?

—Claro, pero tengo casi prohibido decirte algo —ríe—. Pásalo muy bien, y ten cuidado.

Su madre la abraza y la besa en la frente. La acompaña hasta la puerta. "Están todos idos de la cabeza", piensa la chica. Pero se alegra de que su madre siempre le haya dado tanta libertad.

Baja por el ascensor haciéndose miles de preguntas. Cuando sale por el portal busca la bonita moto, pero ha desaparecido. Su lugar lo ha ocupado un mini rojo. Su chico está dentro.

—¿Se puede saber de dónde demonios has sacado esto? —pregunta cuando él sale del coche.

—Me lo han prestado —ríe—. Entra, yo meteré la maleta.

Llámalo "endorfinas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora