Capítulo 3

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Estela

Como con tranquilidad, mientras escuchó como mi madre plática con mi hermana acerca de una excursión en su escuela. El tiempo pasa de una manera rápida y en tan sólo en un abrir y cerrar de ojos me encuentro completamente sola en la sala, con mi padrastro durmiendo en la segunda planta.

Le otorgó una rápida mirada al reloj que se encuentra en una esquina, cerciorándome de la hora.

Con pasos silenciosos subo las escaleras y recorro el pasillo de las habitaciones hasta llegar a una en específica.

Abro la puerta de manera lenta y sin apenas hacer ruido, dejando una pequeña apertura por donde puedo mirar la cama matrimonial de mi madre.

Observó en silencio como el hombre sujeta un porta retratos, donde aparece una foto de mi hermana pequeña con un traje de baño. Miro como se muerde el labio mientras su respiración comienza a volverse alterada. Una de sus manos traza un pequeño camino desde su abdomen hasta la correa de sus pantalones, sus dedos acarician el bulto que se encuentra entre medio de sus piernas sin dejar de observar la fotografía.

Sus manos se desasen de sus pantalones al igual que de su ropa interior mientras que con una mano comienza a acariciarse lentamente, soltando bajos gruñidos y gimiendo el nombre de mi hermana en susurros.

Esperó en silencio a que termine y que vuelva a recostarse para volver a dormir.

Los minutos pasan y escuchó como ronquidos comienzan a inundar la habitación.

Cuando compruebo que se encuentra completamente dormido, ingreso con cautela en la habitación.

Observó por unos segundos su ropa en el suelo y el retrato de mi hermana resposar sobre su pecho. Lo miro unos instantes antes de darme la vuelta y volver a bajar para llegar a la cocina.

Miro la olla que mi madre dejó sobre la estufa y con decisión le hecho una gran cantidad de aceite de cocina para terminar encendiéndola.

Los minutos pasan y cuando creó que esta lo suficientemente caliente, envuelvo mis manos en los guantes que usa mi madre para sacar las cosas del horno.

Camino escaleras arriba, tomando suma precaución en no tropezarme y derramar el líquido hirviente.

Entró en la habitación de mi madre y observó el cuerpo que descansa sobre la cama sin preocupación alguna. Me acercó lentamente y miro con odio su parte más íntima.

Sin pensarlo dos veces, dejó que el líquido caiga y que la habitación se llene de gritos de dolor.

Mujeres DespiadadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora