Capítulo 6

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Victoria

Cierro mis ojos mientras tomó una profunda calada de mi cigarrillo a medio terminar. El sonido de la ciudad es capaz de envolver el mediano apartamento en el cual me encuentro. Intento concentrarme en el ruido incesante de las personas, el tráfico y los autos pero sólo soy capaz de pensar en los acontecimientos ocurridos hace apenas unas horas.

Había sido algo tan improvisto, algo que jamás había planificado y que mucho menos esperaba que se volviera realidad. Se sentía extraño.

Mis ojos recorren con lentitud la estancia del lugar. Fijándose en la circular mesa del comedor, donde el desayuno se encuentra completamente esparcido sobre esta, platos hechos pedazos sobre el suelo, el jugo de naranja esparcido por la superficie. La contundente evidencia de un forcejeo brusco y violento.

Intento sentir algo pero sólo soy capaz de distinguir una rara tranquilidad en mi interior.

“Por favor”

Su voz embiste mi cabeza nuevamente. Desorientandome por un par de segundos. Mi mirada recorre con lentitud las manchas de color carmesí que se esparcen por el suelo del comedor, específicamente pisadas, pisadas que intentan huir por los escalones de la escalera que lleva al segundo piso.

Suelto una calada mientras comienzo a seguir el rastro con pasos firmes. Había una extraña atmósfera pacífica en lugar y no podía evitar cuestionarme el porque.

Con cada paso que doy vuelvo a revivir los acontecimientos vividos hace apenas unos cuantos minutos en mi mente, reviviendo cada emoción, cada sentimiento. ¿Porqué que lo había hecho? No paro de preguntarme a mí misma.

Las pisadas se pierden por debajo de la puerta blanca del baño, donde en esta se ve el rastro claro de manos manchadas rasgando la superficie, la imagen es tan perversa.

Abro la puerta con lentitud, topandome encima de la pequeña alfombra el objeto largo y filoso que había causado todo este desastre macabro. Cubierto completo por ese tan familiar color que parecía volverse su segunda piel. Miro fijamente como unos dedos femeninos sobre salen por el borde de la bañera, aún aferrados a este.

El cigarrillo se escapa de mis labios, cayendo por la superficie del suelo mientras camino los pasos que me faltan para quedar frente a la tina y mirar a través de la cortina transparente el cuerpo sangriento que reposa adentro completamente inerte.

Observo el corte profundo y abierto que se encuentra en la garganta, dejando salir la sangre aún fresca. Mi mirada recorre el cuerpo, fijándose en los múltiples cortes que se esparcen por diferentes partes de su anatomía y sobretodo la profunda herida que atraviesa su pecho.

A mi mente llega la imagen de cómo había tomado su cabello con firmeza y como había pasado el filoso cuchillo por su garganta con cierta delicadeza y firmeza. Oprimiendo cualquier sentimiento de arrepentimiento o culpa.

Sus ojos aún se mantienen abiertos, observándome con el terror y dolor implantado en ellos. En sus mejillas se notan rastros de lágrimas. Sus labios se mantienen entre abiertos por donde salieron sus últimas palabras.

“¿Porqué?”

Ladeo mi cabeza mientras la observó en silencio, colocándome en cuclillas, admirándola con detenimiento. Mi mirada neutra cambia por una llena de odio y completo desprecio.

¿Porqué? Había estado viviendo debajo de su sombra por años, siempre siendo la insignificante, la invisible. Había tenido que aprender aceptar que jamás sería la primera en algo por su culpa, que los demás nunca me notarían. Yo merecía más que todas esas migajas que estuvo dejándome durante todo este tiempo. Siempre estando un escalón más abajo. Siempre siendo la menos apreciada. Tener que soportar la indiferencia de todos ante mi. Y todo por ella, mi querida hermana. Siempre la escogerían a ella por encima de mi, siempre sería ella la prioridad. Siempre sería ella, siempre mientras estuviera con vida. Sabía que ella lo hacía con toda la intención. Lo había dejado saber la vez que me observó con gracia oscura la vez que una de mis mascotas había desaparecido sospechosamente cuando éramos niñas. Todo era una competencia, estaba más que claro. Donde ella siempre terminaba ganando. Una competencia incluso por el amor de nuestros padres, cosa que dejó más que claro que ellos la amaban más a ella. Ella se había encargado de llenar mi vida de espinas. Y esas mismas espinas la habían terminado cortando a ella. Ni siquiera había parado mis actos cuando ella había gritado por clemencia. No, no lo haría. Había que ponerle un alto a todo esto. Era ella o yo, así de simple. Como ella lo había dicho tantas veces, sólo la más fuerte alcanzaría la cima.

La detestaba. La aborrecía. La odiaba. Por eso no había dudado ni un segundo en hundir el cuchillo en su pecho hasta el fondo sin titubear o miramiento alguno.

Una sonrisa sínica se forma entre mis labios mientras la observó con insuficiencia y tomó uno de sus cabellos, apartándolo de su rostro.

—Esta partida la he ganado yo, amada hermana.

Mujeres DespiadadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora