6. Sin pecado concebida

1.3K 10 1
                                    

Te lo voy a contar de una vez, si no luego me va a dar tentación de inventar cosas.Porque ésta era de una de esas cosas que una nunca le cuenta ni al espejo, ahoraimagínate a una grabadora. Una va y hace las cosas como se le ocurre, o se le antoja, olo que sea, hasta que llega el punto en que dices: Espérate, qué estoy haciendo. Digoque de repente hay como una bardita que te saltas y piensas: Nadie que yo conozca seha saltado esta barda, yo me la estoy saltando. Pues hazte cuenta que era eso lo quecalculaba cuando me dio. por encuerarme por dinero. Pero por másdinero, no por mil pinches pesos. Y es que imagínate la clase de oportunidad que yo leestaba dando al escuinde ese. Vas a decir que por qué no me agarraba de público a unvecino, un niño bien. A lo mejor porque ya desde entonces yo a las putas les envidiabatodo menos la famita. Con el hijo del jardinero yo tenía mi lugar, tanto que hasta podíachantajearlo.Eso se oyó muy mal, yo no lo chantajeaba. Como te dije ahorita, le daba unaoportunidad. Así como hay personas que se gastan montones de dinero en ir atemporadas de conciertos, yo le estaba vendiendo al escuincle caliente boletitos parauna obra en varios actos. Porque no era lo mismo mirarme desnudita a los trece años ymedio que a los trece años ocho meses. 0 sea que me dejabas de ver sesenta días y yatenía noticias frescas para tus babas. 0 para las de él, que era el que iba a pagar. Porqueyo no era nada más una vil encueratriz, también era empresaria. Había inventado unsistema de financiamiento tan bueno que ya ves, hasta el hijo del jardinero podíacontratarlo.El problema era que yo estaba castigada, ¿ajá? Todo el día encerrada en mi recámara, yencima sospechosa perfecta si algo se les perdía. Yo no podía robar, necesitaba losatentos servicios de otro ladrón. Alguien que pudiera ir a cualquier lado. Hazte cuenta ala oficina de mi papá, sólo que sin testigos. Aparte dime qué iba a andar haciendo el hijodel jardinero en la oficina de mi papá. Claro que había días en los que mi mamá sequedaba con el carro, y ahí era donde estaba mi oportunidad.¿Sabes qué hacia mi mamá en su tiempo libre? Era voluntaria de la Cruz Roja. Cadames organizaba una comida entre muchísimas señoras de la colonia, y al día siguienteya podrás figurarte la cantidad de lana con la que amanecíamos. Ese día mi mamá salíamuy temprano de la casa, me botaba en la escuela, botaba a mis hermanos y se iba parael banco. ¿Ya pensaste lo mismo? Pues si. Ese dinero sólo estaba solito cuando mimamá se paraba en la escuela de mis hermanos. Caminaba una cuadra y regresaba, o seaque si tenías duplicado de las llaves te quedaban de menos dos minutos para abrir elcoche, alzar la gabardina del asiento de atrás y llevarte las bolsas del mandado en lasque mi mamá escondía el dineral. Sólo había que tener una copia de la llave, y mi papáguardaba el duplicado en su buró.Un día me escapé corriendo a la cerrajería y saqué duplicado hasta de la llave del tapónde gasolina. Pensé: Nunca se sabe, y vaya que después tuve razón. Le di al niño la pura llave de la puerta, y entonces que le digo: Nadie se va a asustar de verte cargando un parde bolsas del mandado. Luego me imaginé a mi mamá haciendo un escándalo, parandouna patrulla, no sé. Y lo volví a llamar: él que nunca sabía qué hacer cuando yo lollamaba, creo que estaba enamorado de mí. A lo mejor ni habría tenido queencuerármele. Porque no vayas a pensar que le ofrecí un centavo del botín. De ningunamanera: yo lo quería todo. Era un asunto de moral familiar. Una cosa es que le robes atu propia familia, que es como hacerte un adelanto de la herencia, y otra muy diferentees que ayudes a otros a atracar tu patrimonio. Claro que ése era el patrimonio de labenemérita Cruz Roja, no el de mi familia. Eso era lo que yo creía, of course. Porque yoera una ingenua, por más tramposa que quisiera ser. El asunto es que por donde lavieras, la cosa parecía de lo más condenable. Yo le estaba robando una de dos: a mifamilia o a la Cruz Roja. Y mi cómplice igual, sólo que él además iba a dejar sinchamba a su papá, quién quita y hasta lo encerraban por ladrón. Todo eso se lo repetícomo diez veces. Digo, tenía que tener bien claro lo que le iba a pasar si me estafaba. Ledecía: Es la prueba que exige la Dama al Caballero para poder confiarle los sagradossecretos de su cuerpo.Y si era un caballero, porque nunca falló. Tampoco decía nada. O bueno: Sí, Violetta.No, Violetta. Como quieras, Violetta. Porque yo lo obligaba a llamarme Violetta. Mipapá había prohibido que me llamaran así, y un día, hasta amenazó con irse de la casa,sin saber que quien se iba a largar era yo. Pero a su tiempo. Primero había que ganardinero. O sea cobrar correctamente por mis servicios de gatita, ¿ajá? Digo, soy lo quequieras, nomás flégame al precio. Y como mis papás no querían ni acercarse a mistarifas, me vi obligada a hacer pacto de sangre con el mirón. Me acuerdo que le dije:Mis papacitos nunca meterían a la cárcel a su niña. Tampoco es que me lo creyera, perode todas formas tenía que decírselo. Te mentí: una vez, la primera, sí falló. Ya iba ameter la llave en la puerta y de repente que oye la campana de una iglesia: se echó acorrer y se fue a confesar. Te vas a ir al Infierno por cobarde, le dije. Estaba queberreaba del coraje: había como cinco mil dólares en ese coche y el escuincle miedosolos dejó ir. No me vuelvas a habar, le dije. Lo dejé que sufriera como veinte días. Ibalunes y jueves con su papá. Ya le habían quitado el yeso, pero no se podía subir al árbol.Se pasaba las horas mirando mi ventana. Cuando faltaban pocos días para la nuevacomida de la Cruz Roja, me asomé bien mamona y lo llamé. Era yo una abusiva. Creoque el pobre niño no tenía ni doce años y yo ya lo traía de mi paje. Me juró por sumadre, a la que según esto sí quería porque no le pegaba, que me iba a traer todo eldinero, centavo por centavo, la tarde de ese mismo día, o sea el del atraco. Ya hastahabía hecho su plan. Iba a sacar las bolsas en cuando mucho diez segundos, en treintamás llegaba a la calzada, cruzaba el camellón y se subía al primer camión que viera, noimportaba para dónde fuera. En total no podía tomarle más de un minuto y medio.Me gustaron sus tácticas. O más bien me gustó que estuviera a la altura. Digo, se iba arobar muchísimo dinero. Para su edad, ¿ajá? Y yo hacia las cuentas: podían salir fácilocho mil dólares. No me acuerdo ni cuánto calculé, pero sí que alcanzaba para comprarun coche. Aparte, mientras más cerca estaba la Navidad, más generosos se ponían losdonadores. Esa vez era octubre, a mes y medio de diciembre. La noche de antes delatraco soñé que iba a una casa de cambio y me daban siete mil dólares. Desperté, hice lacuenta y me quedé pendeja. Diecisiete vuelos redondos a New York.Me pasé el día entero en la biblioteca. No me habían firmado las calificaciones, pésimascomo siempre, y la puta maestra no me dejaba entrar a clases. ¿Sabes qué había en ladizque biblioteca? Puros libritos de superación personal. Ya sabrás, me pasaba yo el díaleyendo instructivos para gente ñoña. Que si había que estar no sé cuántas horas al día con la familia, y todas las mañanas ponerse una meta, y las arañas. Me ganaba la risa ahísolita cada vez que pensaba: Violetta, te pasas el día entre la biblioteca y el hogar, hoyen la mañana te levantaste con la meta de ganar muchos miles de dólares, estáspensando positivo ahorita mismo: qué superada tan chingona te estás dando. Habría quehacer un manual de superación para tramposos.A la salida ya no andaba positiva. Al contrario. Hasta pensé en pedir perdón desde antesy echarle como tres cuartos de la culpa al hijo del jardinero. Putadas, ¿si? A todo elmundo se le ocurren, pero luego hay que ser muy núerda para hacerlas. Me subí alcoche tan tranquila, con las piernas quebrándoseme pero acá, serenísima, besito holamami, sonrisa lindo día, y mi mamá del color de la pared. Digo, claro que estábamos enel coche, pero imagínate una pared recién cubierta de cal. O sea con la cara chupada,¿ajá? Hazte cuenta La Chica del Pastel recién salida de un festín en Transilvania. Asíque haciéndome la muy normal que agarro y le pregunto: ¿Pues quién se murió? Y queme dice: Tu tía Josefa. Y yo: ¿Mi tía no? Resultó que se había muerto la esposa de unprimo de mi papá de Zacatecas, que hacía como veinte años que vivía en no sé quécolonia espantosa de la ciudad, en la que por supuesto mis padres no se habían niparado. Pensé: Hijos, qué ridícula. Lo de siempre. Es fuerte la menopausia, ¿ajá? Y enésas se me ocurre: ¿Cómo estaría yo sí me hubieran bajado el dinero de diecisiete viajesa New York? Puta. Putísima, ¿me entiendes? Creo que la señora esa, la dizque tíaJosefa, se había muerto la semana anterior.O sea que si mi madre traía esa cara y no quería habíar, seguro ya la habían dejadolimpiecita. Igual iban a sospechar de mí, o hasta me descubrían. Pero si eso pasabatambién salía ganando, porque de cualquier forma no pensaba devolverles un quinto.Tenía dinero suficiente para mantenerme por no sé, diez meses, un año. Y con aguacaliente.Llegamos a la casa y me llamó a su cuarto. Dije: Ya me jodí, pero igual yo ya estabaconvencida de moscamuertear a muerte. Que me llevaran a la cárcel si querían, yo noiba a confesar. Y entonces mi mamá que me dice: Rosa del Alba, dime la verdad Putamadre, ¿me entiendes? Horrible. Y yo: Sí, mami. Pensando: Estúpida, no seas tanlambiscona que te van a cachar. Y mi mamá: ¿Dejaste abierta la puerta del coche? ¿Nocerraste el seguro cuando te bajaste? Y yo: ¿Ahorita? Y mi mamá que se desespera y meempieza a gritar que no, que en la mañana. Y yo: No sé, mamá, ¿por qué? Y ella: Ibassentada atrás, ¿verdad? Y en eso que me acuerdo que no, que iba adelante. Como estabanerviosa por lo del atraco, me levanté desde antes de las seis, of course que llegué alcoche antes que nadie. Y claro, me senté adelante. Nomás de recordar ese detalle dije:Gúau. No dije nada, pues, pero me vino una seguridad maravillosa cuando le conté conpelos y señales que me había bajado en la esquina de la escuela porque ella traía prisa ybla bla bla. Entonces que me dice: Vete, y que llama a mis hermanos. Salí de ahísintiendo que flotaba. Todavía me regresé, ya muy tranquilita, a preguntarle si le habíapasado algo. Nada, hijita, las prisas, me dijo, como siempre que no quería hacer elesfuerzo de inventar entera la mentira. Pensé: Soy inocente, ahora ya sólo falta saber sisoy rica. Estaba preparada para hacerle al niño las peores extorsiones, ¿me entiendes?,las más sucias. Vas a pensar que salí exacta a mis papás. Aunque igual no tendría nadade raro.Que lo pensarás, que lo fuera, qué más da. Además ni siquiera tuve que hacer putadas.Como a las cuatro llegó el niño, con el cuento de que había dejado una herramienta en eljardín. Le abrí la puerta, me miró muy serio y yo pensé: Lo mato. Pero traía todo.Muchísimo dinero. Como para ponerme a bailar. Y yo pensando: Va a venir mi mamá y nosotros contando su lana en el garaje. Y el niñito mirándome. Hasta que ya le dije:Vete por tu herramienta, la semana que viene se te va a hacer ver a una niña ricaencuerada.En la casa había miles de lugares para esconder cosas pero nunca es lo mismo un billeteque una billetiza. No podía quedarse debajo de la cama. Es más, prefería llevarme elbotín a la escuela que dejarlo en mi casa. Peor todavía con el olfato natural que tiene mimamá para el dinero, aunque creo que sólo huele los billetes chicos. Me gustaríapreguntarte si me parezco a mi mamá. Deberías de saberlo, si es que pretendes escribirmi vida. El día del atraco me di cuenta de que las dos teníamos la mismita lógica.Cuando ellos se ponían a hablar de mí, yo me metía al clóset y los oía perfecto. ¿Sabesqué es lo que separaba nuestras dos recámaras? Una tablita de medio centímetro degrueso. Más las puertas de los dos clósets, que ya en la noche estaban casi siempreabiertas. Me acomodaba encima de las bolsas de ropa vieja, y así como los escuchabahablar de mí, sabía todo lo que decían de mis hermanos, y hasta me había enterado derollos bien no sé, privados. ¿Nunca viste a mi papá de cerca? Creo que fue a la agenciauna vez. O dos, no sé. Bueno, pues tú lo ves y te imaginas que hace mucho deporte,¿ajá? Igual hasta creerías que es boxeador, o jugador de americano. Depende si se pintael pelo o no. Oye, ¿sabías que mi papá es impotente? Cómo vas a saber, si igual no lohas ni visto. Pero no se le para, así le toques el Himno Nacional. La primera vez que looí no sabía lo que era la impotencia. Yo juraba que era algo así como escasez devitaminas. Luego ya me enteré y hasta me preguntaba cómo habíamos nacido nosotrostres. Pero según esto mi papá tuvo una enfermedad, y al final mi mamá terminó pagandola factura. O los dos, pues. Creo que luego se calentaban y se decían cosas, pero siempreen voz baja y con la tele prendida.¿Dónde iba yo a esconder toda esa lana? Pues en el clóset, claro. Pero lo más curiosofue que me encerré primero en mi cuarto, luego en el clóset, y entonces me di cuenta deque no estaba sola. O sea, si estaba sola, pero del otro lado estaba mi mamá. Y te juroque yo la oía respirar. O más bien resollar, como que había estado llorando un poquitoantes. Me quedé quieta, casi sin respirar. Y ella siguió sacando los cajones. Sacó tres, yola oía como si estuviera en mi recámara. Luego no sé qué hizo, sólo la oí gritarles a mishermanos que dejaran de hacer ruido porque estaba tratando de dormirse. Y ellos lecontestaron desde el jardín. Yo no quería saber qué estaba haciendo mi mamá, ni meimportaba lo que hicieran mis hermanos, creo que me bastaba con saber que no podíanfastidiarme. Por eso me di el gusto de contar el dinero, acomodarlo con toda calma en elmero centro de una de las bolsas, cerrar el clóset con muchísimo cuidado y ponerme abrincar como loca en mi cama. Media hora después, mi mamá abrió la puerta y medescubrió haciendo multiplicaciones. Traía los ojos rojos, los pómulos hinchados.Parecía más borracha que chillona. No es que me esté burlando; me molesta sentirpiedad por ella. De la lástima al desprecio te puedes ir a pie, ¿me entiendes? Igual yo noquería ser como ella, ni me sentía mal por estafarla con todo y Cruz Roja, pero eso noquería decir que me agradara despreciarla, ¿ajá? En mi familia éramos comomonumentos. Nunca nos decíamos nada muy importante, pero contábamos con nuestrahonorable y decorativa presencia. La Madre. La Hija. El Padre. El Más Pequeño. Cadauno con su espacio en el paisaje. Si mi mamá iba a ser La Madre, yo no podía sentirlástima por ella. Seria como apiadarse de la Santa Madre Iglesia. O no sé, delMonumento a la Madre. Me hizo adiós con la mano y yo en ese momento regresé a miscálculos. Si al día siguiente el dólar amanecía igual, me iban a dar doce mil novecientoscuarenta y tres dólares. Un coche nuevo. Nueve viajes a Europa con todo pagado.Treinta meses de renta de la casa en que vivíamos. Once años de colegiaturas en laSecundaria Ejecutiva. Lo bueno de mi madre es que salía mucho. Por ejemplo, esa tarde se fue con mishermanos. Pensé en ir a su cuarto y meterme en su clóset, pero como que me sonó unaalarma. Vi la hora: cuatro y media. Podía escaparme un ratito, pero no sabía si me iban acerrar la casa de cambio. Y de repente sentía una no sé, comezón por cambiarlo. Si meencontraban muchos miles de dólares podían sospechar lo que quisieran, pero si veíanpesos: Toma, pinche ratera. No sé, me entró la paranoia. En diez minutos me arreglécon pura ropa de mi mamá, y hasta unos anteojitos de no sé cuál de mis abuelasmuertas. No sabía si me veía de verdad más grande, pero me salí así. Tomé un taxi delsitio de la esquina y en no más de veinte minutos ya tenía los dólares: doce mil exactos,más un montón de pesos para gastarme. Llegué hablando en inglés, y ya sabrás quehabía un tlahuica de cajero: Yo Janey tú Tarzán, pinche nativo. Ni mi nombre mepreguntó, el güey. Camino de regreso me compré no sé cuántas revistas, un pastel pocamadre para mi solita y hasta le di propina al ruletero. Niña rica, ¿me entiendes?Tendrías que haber oído el escándalo que armaron en la noche. Mis hermanos ya sehabían dormido y ellos estaban solos en su cuarto, pegándose de gritos en secreto. Mipapá casi casi no creía que le hubieran robado la lana de la Cruz Roja. Pero también ledijo algo chistoso: Ni modo de anunciarlo. ¿Qué pedo? ¿Cómo que ni modo? De planotuve que meterme al clóset y sentarme a escuchar con toda calma. Y así file como supedónde estaba la bronca. Resulta que de todo lo que había recolectado mi mamá, sólollevaba la mitad a depositar al banco. Y como ya le habían chingado esa mitad, teníaque entregar la otra. O sea su ganancia. O sea que yo no era quien le robaba a la CruzRoja. Mi mamá era la voluntaria, la piadosa, la misericordiosa, la verdadera pincheladrona. Yo nada más era la mano de la justicia. ¿Tú sabes cuántas veces había hecho lomismo' Hice cuentas y vi que ya iban por lo menos dos años de comiditas cada mes. Yahora la muy mezquina estaba inconsolable no porque le hubieran robado, sino sóloporque le habían frustrado uno entre veintitantos robos. Y mi papá cobrándome porgastar mucho gas.Me habría indignado, pero antes oí un dato que me dejó helada. Mi mamá dijo: Tuveque venir en la tarde a sacar el dinero que apenas había guardado en la mañana. Algoasí, ¿ajá? Pero dijo venir. Venir en la tarde. ¿Ves por qué te pregunto si me parezcomucho a mi mamá? ¿No crees que sea muy chistoso que tanto ella como yoescondiéramos nuestros robos en el clóset? Me preguntaba: ¿Cuánto habrá en eseclóset? Apenas había perdido el sueño por trece mil y ya lo estaba perdiendo otra vezpor no sabía cuánto. Al final me dormí, pero hasta dormidita seguí acechando el clóset.De verdad que así andaba, como fiera. Acechando. No me cabía en la cabeza que mispapás guardaran una cantidad de ese tamaño, mientras en nuestra casa no había nichocolates. ¿Te conté que los pránganas nos compraban recortes? Igual ni sabes queexisten los recortes de chocolate, y que hay alguien que los vende y otros que se lostragan: el prángana y sus hambreados.Luego también pensé: ¿Y si mejor me fugo con lo que ya tengo? Pero como seguíahaciendo cálculos, me di cuenta de que el sueldo de mi papá, ya en dólares, con trabajospasaba de dos mil. No podía vivir sola con medio año de sueldo de mi papá. Iba aacabar robando, igual que ellos. Tenía que haber un modo de quitarles más. Aunque medescubrieran. Total, yo iba a estar lejos. ¿Qué era lo peor que iban a poder hacer?¿Maldecirme? ¿Desheredarme? Antes de que eso sucediera, mis papacitos me iban aheredar en vida. De todos modos iban a seguir desfalcando a la Cruz Roja, ¿ajá?Aunque tampoco lo tenía tan fácil. Había que inventar un plan, hallar el escondite,prepararlo todo. Nunca me imaginé que el chiste me iba a llevar un año. Ni que en esesolo año me iba a botar enteros mis ahorros. Poco más de mil dólares por mes, sin que nadie jamás se diera cuenta. Además, tú ya sabes cómo somos las niñas ricas de verdad.No lo cuentes: nos gusta ser discretas.Me compraba casetes y los lijaba. Tiraba las portadas y dejaba hojas blancas con miletra. Llegué a tener muchísimos, pero ninguno parecía nuevo. Si acaso las portadas deIggy Pop y Siouxsie las pegué en mis cuadernos. Me compraba pinturas, sombras, todo.Ropa muy pocas veces. Tenía que esconderla con los vestidos viejos y se arrugaba.Luego esperaba meses para poder lavarla cuando no hubiera nadie. Además todo el díaandaba con el uniforme de la Secundaria Ejecutiva. Niña rica, hija de padres ricos,disfrazada de jodida por motivos estratégicos. O quién sabe: dicen que lo jodido no sequita. O sea que no depende del dinero, ¿ajá? ¿Para qué quieres un millón de dólaresguardados en el clóset? ¿Cuándo has visto a una niña rica llenando cochinitos?Mis compañeras eran un poco más grandes. Yo había perdido un año y medio, perohabía doctoras en Secundaria. Nacas inadaptadas, ya sabrás. Me acuerdo que sufríanmuchísimo con el inglés. Mientras, yo me pasaba las tardes copiando en mis cuadernosletras de canciones. Con decirte que al terminar primero ya era la favorita del profesorde inglés. Y las otras furiosas, porque el tipo además no estaba nada mal. Después entréa segundo y hasta él me reprobó, porque como era niña rica ya no tomaba apuntes, nihacia las tareas. Ni siquiera me molestaba en llenar los exámenes. Creo que andaba enbusca de motivos, o coartadas, cualquier cosa que me obligara a largarme de una vez,aunque se me acabara el dinero en dos semanas.Me había comprado un walkman increíble. Tuve que rayonearlo con una navajita, y enmi casa les dije que me lo habían prestado. No sabía si me iban a creer, pero mi papáestaba tan de buenas que me dijo: La que te lo prestó es una bruta, pero más bruta vas aser tú si se lo devuelves. Quien más me sorprendió fue mi mamá. Cuéntale que te lorobaron, me dijo. Así, con la frescura. Como aceptando: Ajá, somos ladrones. Y salióbien, porque con ese mismo método legalicé tres suéteres, dos faldas y unos pantalones.Me iba mal en la escuela, claro, y en mi casa vivía castigada, pero ser niña rica meayudaba muchísimo a aguantarlo. Yo decía: Mi escuela está en el walkman, y cantabaen inglés el día entero. Mis papás nunca preguntaban de dónde salía el patrocinio paratantas pilas. Como que se tranquilizaban nada más con decir: Está castigada. Si habíafiestas, campamentos, lo que fuera, yo estaba castigada y en mi cuarto. ¿Tú sabes cuántalibertad había en mi cuarto? No, no lo sabes. Nadie nunca lo supo. Y si tú lo supierasempezarías a odiarme. Una no aprende a ser puta en los bares, ni en las fiestas, ni en lacalle. La putería se aprende en soledad. Yo, por ejemplo, emputecí de noche, con elwalkman puesto y una sábana encima. ¿Entiendes lo que dije? Dormía desnuda. Y aveces en los sueños también estaba así, encueradita. No sabía dar besos ni de cariño,pero ya había aprendido a acariciarme.¿Te dije que no sé ni cómo se llamaba el hijo del jardinero? Creo que si, pero igual estábien recordarlo. Mínimo por allí no tendrás celos, ¿ajá? Es que es horrible cada vez quete hablo porque tengo que estar pensando qué decir, y cómo. Y luego no me aguanto.Me entra la tentación de echarme un round ¿Tú nunca disfrutaste mis berrinches?Porque yo a veces con los tuyos me divertía muchísimo. Sin que te enojes, pues. Tedigo que me divertía, pero igual era más que eso. A veces divertirte es llorar con toda tualma. Tú me decías cosas de lo más hirientes, pero camufladitas para que ni siquierapudiera contestarte. Por eso un día te dije que tenías cuchillos en la lengua. ¿Cómo sellaman esas armas antiguas que según esto podías enterrarlas sin sacar sangre? Tú eresde los que matan y se asustan de ver al muerto. Porque no hay sangre, ¿ajá? ¿Por quésomos así, carajo? Iba a decirte que te había aprendido mucho con... Verduguillos, así se llaman los cuchillos que tienes, o en fin, tenemos en la lengua. Pero yo cuando menosno finjo algún candor. En cambio tú me vas poniendo trampas, te escondes, teacomodas, preparas, apuntas, toma.Nunca te lo dije, pero me gustaba. Me gusta que hagas eso. Nadie se toma el trabajo dearmar esas ofensivas asesinas sin un perol de pasiones quemándosele dentro. ¿Meequivoco? Tal vez. Pero no me equivocaba cuando sentía a mi ego crecer con cada unade tus cuchilladas. Y para que veas que soy pareja, he de reconocer que mis represaliastambién eran terribles. Porque a mi ya ves que no me asusta nada ver la sangre. Total, túelegiste el arma. ¿Sabes que te ves guapo desangrándote? Hirviendo del berrinche,aventando las cosas al piso, rompiendo vasos, cortándote los dedos. Y yo callada, ¿ajá?¿Tú qué pensabas? ¿Ésta ya se asustó? Hubieras visto un día a Nefastófeles haciéndoseel chistoso con su navaja, dándome piquetitos entre las piernas, echándome su aliento arata muerta. Eso era miedo, y asco, y puta madre; lo tuyo era lindo. Te dije que medivertía porque en ese momento me dieron ganas de joderte. No quería decirte así tanfácil que la verdad era que yo necesitaba muchísimo de tus entripados, aunque mecastigaras diciendo cosas espantosas. Toda mi vida he odiado a los que tienen razón. Entodas las películas yo les iba a los malos. No sé, los buenos me parecían de lo másvulgares. Hipócritas, pendejos, persignados. Y Nefastófeles era tan verdaderamentemierda que yo pasaba a ser la víctima, la buena. La que tenía razón, qué horror. Encambio ya contigo me quedaba el consuelo de ser una piruja aborrecible. ¿Nuncapensaste en mi con ese insulto, piruja aborrecible?Supongo que prefieres que te cuente del dinero. Yo veía en los periódicos que habíatipos a los que metían diez años a la cárcel por robarse no sé, cinco mil dólares, y en elclóset de mis papás había mucho más. Decía: Soy lo peor. Y eso que no me habíapropuesto así que digas dejarlos en la calle. Por más que lo he pensado, y que lo sé, yque lo viví, no puedo creer que yo a los quince años me robé ese dinero de su clóset, nique después estuvo tantas semanas escondido en el mío. Menos creí que mi mamá iba air a parar al hospital. Según ella le dio un infarto, pero tuvo que ser algo más leveporque salió perfecta al día siguiente. Perfecta drogadísima, pero igual caminando yhasta haciéndole bromas a mi papá. ¿Me vas a seguir queriendo pobre?, le decía. Todosiempre en inglés, como si hablara enfrente de la sirvienta.El niño ya me había ayudado a hacer dos robos, el segundo chiquito: le bailamos labolsa a mi mamá y la muy miserable traía dos mil pesos. Te digo que en un año ya notenía un clavo del primer atraco, y la Operación Clóset se había ido retrasando. Me dabacomo miedo, había que hacer cosas de ladrones de verdad. Ni modo de robarme la cajafuerte, con lo que debía de pesar. Imagínate si el hijo del jardinero y yo íbamos a podersolitos. Además que me daba no sé qué volver a encuerármele, porque el malditoescuincle ya se había acostumbrado a espiarme. Luego hasta me seguía cuando iba a latiendita. Y dónde que ya tenía como trece años y, ¿cómo te lo explico?, él no tenía lasbroncas de mi papá. No sabes lo que me cagaba verlo en el jardín con la mano en elbulto, mirando para arriba. Vivía como prisionera en mi recámara, eran las vacaciones yyo que no salía ni al jardín.No sé si ya checaste dónde estaba mi miedo. Todo lo que te dije es cierto, pero comoque había algo más cierto. Piensa que yo tenía casi quince años. Ok, ya iban dos vecesque el niño me veía desnuda, pero con menos busto. No me hacía a la idea, ¿ajá? Nuncaes lo mismo que se te hagan dos bultitos muy tiernos en el pecho a que en cosa de mesesseas la envidia de tu mamá. 

Diablo GuardianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora