XXIV- Iace veritatum.

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-Mes de Septiembre-

Las cosas, no iban nada bien...para los miembros de la sociedad.

Las últimas tres semanas, varios de sus escondites de armas habían sido encontrados, cargamentos confiscados y las armas procedentes del extranjero retenidas.

La gran mayoría no tenía la menor idea de por qué o que rayos pasaba, quién demonios estaría abriendo la boca, para delatar los movimientos que hacían.

Estaban seguros que el soplon correspondía a un miembro activo, y por ese sencillo motivo, comenzaron a espíarse entre todos y cada uno de los nuevos miembros y los miembros que parecian sospechosos.

Luego de identificar blancos, eran llevados a una mesa de interrogación, donde el que ejercía de juez, portaba un rifle, hacia preguntas, y si la respuesta no le parecía de su agrado, y si los ruegos no tocaban su magnánima paciencia, los enviaba al otro mundo de un disparo en la cabeza.

Muchos habían comenzado a pasar por la silla, desde el encuentro de Zachary; el joven que había muerto en el enfrentamiento con la policía había dejado demasiada evidencia en el lugar, incluyendo el proceso de bombas humanas que utilizarían para ingresar a la Casa Blanca, y hacerla explotar.

El rubio al mando de todo, era el único que parecía estar tranquilo, mirando con extraña fascinación, el momento en que los miembros acusados por traición, eran abatidos por el tiro en la cabeza; para él era un espectáculo, que pronto dejaría una vista mucho mejor.

— Algo me dice que todo viene del exterior.

Uno de los perpetradores alzó la voz, sólo para ser de inmediato eliminado por un disparó de fusil; ninguno de los demás enmascarados se movió o siquiera se inmutó ante la muerte del compañero.

El alto y fornido hombre de cabello rubio y traje negro con una máscara blanca de tragedia dramática, ahora tenía el arma en su poder, y no permitiría que nadie hablara en el momento que el no quería que hablaren, y menos, que hablasen cosas que no sabían a ciencia cierta.

Tenía que mantener el perfil bajo y no incitar a una guerra abierta entre los pequeños grupos que se estaban formando de la organización, cabe destacar que ese proceder unitario entre los miembros no le agradaba en lo más mínimo, ya que los seres humanos eran similares a bestias y el, en su razonamiento, tenía que tratarlas cómo tal.

Eso del diálogo no era lo suyo, pero comenzaba a asimilar que era la única forma de intentar mantener quietas a sus bestias, antes que se dividieran, o comenzarán a preguntarse que hacían ahí, o por qué estaban metidos en esa supuesta guerra contra el gobierno; sus planes, sus planes se irían al infierno si se supieran sus verdaderas intenciones.

Un bando quería abandonar el plan del rubio, ante los logros de la policía. El otro en cambio, manifestaba que no dejarían en luchar contra esos cerdos así tuvieran que matarse unos a otros. Y la tensión en la organización, crecía.

— Tenemos que cambiar todo, tomaremos una ciudad neutra y comenzaremos a crear nuestra propia ciudad, con nuestras propias leyes, y nuestras propias reglas...

— ¿Eso quiere el Degollador?— Preguntó uno de los más nuevos miembros, un chico de no más de veinte años, que ya había degollado a más de quince efectivos de la policía, y otros tantos civiles que no se unieron a el, cuando decidió seguir los pasos de su ejemplo a seguir.

— Esa es la realidad que amará, dónde no habrá un gobierno mintiendo.

Pocas palabras que al final tenían mucho sentido, el gran proyecto del rubio era traer el control por él, no por un gobierno, llámese experimento personal.

Sweet RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora