VII- Sanguinem Pactum

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Y el horror se desató, y las balas cayeron sobre los infortunados, cómo las flechas sobre un ejército enemigo... Brent había logrado la distracción perfecta, colocandose una máscara caminó en medio de la densa cortina de humo con la pistola en mano, y la daga en otra, disparando y cortando a todo aquel que se interpusiera en su camino.

Cincuenta hombres, muertos, la lista se reducían a sólo 650, un gran alivio para Brent, ya que cada muerte significaba un paso más para encontrar a su perdida y amada L.

Y es que él sabía que aunque el mundo entero lo mirase cómo un monstruo, por todos los actos cometidos... que las noticias dijesen que era un animal, y un criminal de lo peor, como una bestia asesina, su L jamás tendría esos ojos para él. En su anterior vida ella siempre había sido su soporte, y seguramente lo haría en esta también...

Brent caminó con una sonrisa en el rostro, sus ropas impecables, ni una sola mancha de sangre...pero ahora, a la escena del crimen le incorporó un pequeño detalle, por él y por ella.

Una rosa negra adornaba la pila de cadáveres degollados, una rosa negra cómo las que en su anterior vida solía dejar junto a ella, a L, una única rosa, como relatando que él por el momento estaba solo.

Por un momento se sentó en un banco, y miró al cielo, recordando cómo la promesa de una vida los había llevado a la muerte.

- Malditos perros de la ley...- dejó escapar un sonoro gruñido al recordar cómo los policías de la época habían acribillado.

Brent siempre los había odiado, más pequeño eran por las múltiples noticias de abuso de poder de parte de los uniformados contra personas afro-descendientes, y el maltrato que esos cerdos cometían contra las mujeres y jóvenes...de niño prefería decir que sería bombero, o astronauta, pero jamás dijo que quería ser policía. Ahora entendía bien la grima que le provocaban los llamados hombres de la ley.

Se levantó a paso lento, mientras observaba a lo lejos las múltiples patrullas que poco a poco se dirigían al lugar de donde habían salido múltiples disparos. Brent sonrió, sólo faltaban 650.

Las siguientes diez semanas las dedicó a exterminar a otros cincuenta, mientras trataba de posponer el viaje que tenía que hacer a Inglaterra, asuntos del negocio que su supuesto tío le había heredado, pensó en que quizá tenía que ir, mientras con una cuerda asfixiaba al hombre de turno, el pobre infeliz pateaba, gruñia, forcejeaba, se movía desesperado buscando como soltarse del agarre y coger algo de oxígeno, pero era en vano, Brent presionaba la cuerda a tal forma que el pobre imbécil no lograse ni soltarse y tampoco golpearlo...atarle ambas manos había sido necesario.

Brent había empezado a hablar con las víctimas, había comenzado a adquirir esa costumbre ya que ke gustaba visualizar el horror que producía en sus nombres, por qué eso eran para él, nombres en una larga lista.

- Y a veces la vida de algunos es larga, tanto como para llegar a la vejez, en un camino lleno de inmoralidad, vicios, crimen...llegan a ver hijos crecer y que estos tengan hijos y te hagan abuelo...y otros que la muerte les llega más rápido, cómo a ti- apretó aún más la cuerda- ¡Por qué, el ser humano es tan frágil!

El hombre dejó de patalear, sus ojos se oscurecieron, y dejó caer la cabeza, ya no respiraba, había muerto, la cuerda había cortado parte de su cuello, una curiosa sensación de deja vu cubrió a Brent, recordaba haber visto a alguien o algo sangrar por un corte en el cuello producido por una cuerda, quizá más gruesa y con menos filo que la que estaba utilizando, pero el recuerdo seguía latente en su dormida memoria.

Recuerdos, tantos recuerdos, que con cada muerte se habían más visibles, con muchísima más nitidez.

Tomó el cuerpo sin vida del infortunado hombre y con suavidad pasó el filo de la daga por su cuello, dejando la muestra de que ese crimen lo había cometido él. Era su marca personal, el mataba a la víctima antes, no con el corte. No cómo un montón de imbéciles que trataban de imitar su trabajo. No. El trabajo del famoso degollador era la tortura de sus víctimas. Que estas escucharan los motivos por los cuales sus vidas eran arrebatadas de este mundo, recordandoles que ellos hicieron un pacto de sangre con un ente de sombras y por no cumplirlo, este reclamaba lo que le pertenecía. Sus almas corruptas.

Brent dejó el cuerpo y una rosa negra, con el tallo lleno de espinas...saliendo del lugar con pasos lentos que hacían eco, dirigiéndolos hacia el hotel en que se hospedaba, para luego dirigirse hacia la estación de trenes más cercana.

Sus ropas impecables, y un maletín en la mano, hacían pensar a cualquiera que él era un hombre de negocios.

Durmió gran rato, después de leer los papeles referentes a la pequeña empresa que estaba al otro lado del océano, dejada por un supuesto y desconocido tío...algo no cuadraba, y pensó que se trataba de una extraña ayuda de parte del ente con el que pactó.

Está vez sus sueños le permitieron ver a la mujer en todos y cada uno, una enorme sonrisa carmesí la adornaba...abrió los ojos con lentitud; él aunque tímido había visto por mucho tiempo diferentes sonrisas, de niños, de ancianos, de mujeres varias y hombres cualquiera...pero estaba seguro de algo. La sonrisa de la mujer en sus recuerdos, era una sonrisa única, algo le hacia estar seguro que esa sonrisa era simplemente para él, para él y para nadie más. Y el deseaba verla nuevamente.

Llegó al pequeño apartamento, lanzando el maletín por un lado y poniendo la orden de comida china sobre la pequeña mesita, usando un tenedor para comer en vez de los molestos palillos chinos. Tras los dos primeros bocados, un toque en la puerta; tuvo que tragar todo de una sola vez para luego, ir de mala manera a girar el picaporte, sin esperar encontrar a la persona menos esperada del otro lado.

- Hola...- dijo el hombre de cabello rubio, ingresando a pasos lentos al pequeño apartamento- Quería ver cómo estaba mi asesino a sueldo.

- Estoy bien- respondió Brent un poco incómodo- Gracias por los fondos.u- De nada. Los fondos son como tú paga. Tú realizas tu trabajo, yo pago parte de la realización de estos.- El rubio se sentó, acomodando de una manera lenta su corbata- Los malditos bastardos creen que pueden jugar conmigo. Los pactos que hacen, creen que pueden olvidarlos. Me ofrecieron sus almas por cosas tan simples cómo el poder, el dinero, la felicidad...

- Sé que tengo que cumplir, no necesito amenazas.

El rubio torció una sonrisa- Ahí radica la diferencia, mi buen amigo. Tú interés en recuperar a tu amante hace que cumplas... Por ello he venido hasta acá, a este basurero donde te gusta estar. Para ofrecerte, un obsequio... Cuando mates a novecientos te la devolveré.

Brent trató de respirar, pero la respiración falló, teniendo que impulsar aire a sus pulmones por la fuerza, lo que le provocó un severo ataque de tos...

- ¿La cifra se reduce?

- Para encontrarla.- el rubio dirigió su mirada hacia la ventana del pequeño apartamento- Después quiero seguir probando tú lealtad, matarás a los otros bien y quedarás libre de nuestro pacto de sangre.

Por un momento hubo silencio, Brent en parte sabía que tenía que haber alguna trampa, pero la oferta era tentadora, tendría a su amada L antes de tiempo, y si era posible, podría terminar el trabajo junto a ella...extendió la mano para cerrar el trato, el rubio la estrechó.

- Los humanos, sois seres extraños, llenos de odio y codicia...¿tan importante es para ti la mujer? ¿Vale más que te de todo el dinero que quieras?

- Lo vale.

- ¿Tanto la amabas?

- Y aún más de ser posible. Mis nuevas memorias son confusas, pero mis antiguas me lo confirman. Mataré a los quinientos que faltan, y luego te enviaré a los cien que sobren, sólo quiero añadir una cláusula.

El rubio lo miró con interés, y con un ligero cabeceo, asintió. Queriendo escuchar las palabras del en vida pasada, el mejor asesino serial que existiese.

- Si alguna cosa le llega a suceder...no dudaré en no cumplir el trato.

- Sería lo justo. Lo reconozco, y estoy de acuerdo... Dame las almas y te daré a tu amada mujer...

El rubio en menos de un instante desapareció, dejando tras de si, un irritante aroma a azufre.

Brent alzó una ceja ante la repentina desaparición, y rápidamente fue a sacar una maleta, haría ese estorboso viaje a Reino Unido, terminaría los deberes que tuviera para con la famosa empresa y regresaría a la rutina, la cifra para recuperarle era menor, y él lo haría, no importaba el costo, menos si tenía que seguir matando, él volvería con ella.


Con total agradecimiento a mi querida Camille Svedberg, que por estar hoy en un horroroso y casi interminable intercambio de ideas, me llegó el ataque repentino de inspiración para actualizar este capitulo TwT


Sweet RevengeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora