mad sounds, in your ears / girl!lourry

parte vi

Permiso para aproximarme a su majestad?

Louis parpadeó ante el críptico mensaje en la pantalla. Le llevó un momento entender a qué podría Harry referirse, pero cuando recordó aquella multitud de mensajes en los que la llamaba princesa, no pudo contenerse de sonreír.

Levantó la cabeza y miró alrededor de aquella ruidosa cafetería, hasta encontrar a Harry parada allí con una taza en una mano y el celular en la otra. Al sonreír, se le marcaron los hoyuelos, pero Louis no quiso poner los ojos en blanco esta vez.

Le hizo una seña llamándola, y despejó la mesa para que pueda sentarse. Corrió a un costado las revistas y su cartera, y el libro que había comprado para las mellizas.

—Hey —Harry todavía sonreía cuando se sentó a su lado. Louis podía ver que estaba algo incómoda, como si no supiera si correspondía saludar con un beso o si así estaba bien, pero cuando iba a saludarla le trepó un bostezo por la garganta que no pudo contener—. No sabía si podía acercarme a saludar y ya, o si nuestra relación seguía estrictamente virtual.

Louis se encogió de hombros.

—Estoy demasiado cansada hoy como para que me moleste tu parloteo —dijo. La mirada verde de Harry se ocultó de la suya un momento, y ahora sí Louis puso los ojos en blanco—. Bromeaba, Harriete.

Como si nada, Harry volvió a sonreír.

—Es Harry. Mi mamá me anotó así.

X

Louis realmente debía estar muy cansada, porque el tiempo se le pasó tan rápido que la única explicación es que se había quedado dormida, al menos unos minutos. El café era ruidoso, y su acompañante no se callaba ni por, como, medio minuto, hablando aceleradamente de a ratos y otros pausado, dando vueltas y vueltas sin llegar nunca al punto. Era algo así como música, cuando ella hablaba, un ritmo insistente pero de algún modo agradable. Relajante.

De golpe Louis se encontraba tan mareada y flojita que honestamente pensaba que estaba soñando.

Aprendió muchas cosas de Harry ese día: el nombre de su madre, la edad de Dusty, su tradición de recorrer el centro todos los sábados a la mañana, y hacerse con algunos libros nuevos mientras esperaba que su mamá saliera de trabajar. Otras cosas las descubrió por mérito propio, como que el silencio la ponía nerviosa, y que el arete del lado izquierdo estaba levemente más abajo que el derecho, o que nunca se cansaba de tomar café, porque después de la segunda taza todavía hacía eso, mientras hablaba, de ir a tomar un sorbo y quedarse con los labios secos al descubrirla vacía.

—¿Quieres otra? —le preguntó en un momento Louis, que llevaba mirándola hablar por un buen rato sin decir nada, apenas oyéndola desvariar sobre un trabajo que debía entregar en biología la semana siguiente. Harry que estaba justamente con los ojos clavados decepcionados en el fondo de la taza, levantó la mirada velozmente y sonrió mientras meneaba suavemente la cabeza.

—No quiero retrasarte más. Supongo que tienes cosas que hacer.

—Sí, es cierto... —le concedió.

Estaba intentando remediar las cosas por la madre y no se le había ocurrido gesto más amable que ofrecerse como —o mejor dicho, exigir que le den el rol de— madrina. Cumpliría los 18 antes de la boda y hasta podría firmar como testigo. El único problema era que necesitaba un vestido nuevo y que si había algo de lo que no tenía idea, era de moda.

—¿Quieres venir conmigo? —dijo entonces, casi tomándose por sorpresa a sí misma, y los ojos de Harry brillaron tanto con la luz que se filtraba por las cortinas del café, que fue el turno esta vez de Louis de sonreír.