La Hermana Clara le acaba de mostrar a Esperanza cuál será su cuarto en el convento. Lo tiene que compartir con Nieves y Diana. Por suerte le tocaron las hermanas más jóvenes y con cara de simpáticas. La Hermana Clara cada vez le está cayendo mejor, mucho mejor que a primera vista. Tiene una calidez especial, si hasta parece darse cuenta cuando ella..., cuando las cosas se ponen complicadas. Como ahora, que se siente un poco perdida.
-¿Estás bien? -le pregunta perceptiva.
-Sí, sí, un poquito nerviosa nomás.
-Es lógico. Son muchos cambios ¿no?
-Uf, demasiados. Otra ciudad, otro mundo.
-Sí, te entiendo. ¿Y tu familia?
-Mi mamá murió hace unos meses, soy única hija -no hay manera de que no le tiemble todo cada vez que lo dice en voz alta.
-¿Y tu papá?
-No tengo. Nunca tuve papá. Mi mamá me crió sola. Una campeona.
-Ah, disculpame, no sabía. ¿Te molesta que te hablen de eso? -la Hermana Clara parece un poco turbada.
-No. Bah, depende quien. Con usted no me molesta hablar.
-Y de tu mamá biológica sabés algo?
-No es mi mamá -salta como si la mención fuera un insulto-. Una persona que abandona a un hijo no es una madre. Yo la odio. Nunca le voy a perdonar lo que me hizo.
-Bueno, hay cosas que no sabés, a lo mejor no pudo... -intenta decir la Hermana, visiblemente impactada
-No hay excusa que valga. No me interesa saber nada de esa persona. Y no me va a interesar nunca, para mi no existe.
-La Hermana Clara tiene mala cara, piensa Esperanza. Capaz fue demasiado vehemente. No lo puede evitar. Lo de sus padres biológicos siempre la pone así, con una bronca que le atraviesa todo el cuerpo.
-¿Y a usted qué la trajo acá? -decide cambiar de tema.
-Un error. Era joven, no tenía mucha contención. Mi familia nunca me apoyó. Y bueno, acá me atajaron. La Madre se hizo cargo de mí, me protegió y me quedé.
-Se puso triste...
-Me pone triste esa chica que fui. Todos sufrimos en algún momento. Pero yo soy feliz acá.
- ¿Y qué error fue ese?
-No es el momento para contarte. A lo mejor algún día. No me gusta volver atrás. Hay que seguir.
La Hermana le toma la mano y la invita a recorrer el resto del convento. Esperanza mira todo. No le resulta fácil asimilar su nueva realidad. "Si tu camino no es el noviciado, tomarás otro camino y listo", le dijo en un momento la Hermana Clara. ¡Si ella supiera!
Están en pleno recorrido cuando la ve pasar a Lola con su mochila y su chicle. Le cae bien esa chica, le hace acordar un poco a la gente de su barrio. Justo Lola frena para saludarlas, y le hace un gesto cómplice a Esperanza:
-Me enteré de que copaste la parada en la empresa.
-Presioné un cachito nomás.
-¡Vos sos de las mías, no te comés ninguna! -y levanta la mano para chocar palmas con Esperanza.
Se van a llevar bien con Lola, no le caben dudas. La despiden mientras que Clara le recomienda que se vaya derechito a su casa. Nada de andar dando vueltas por la calle.
A los cinco minutos suena el timbre, seguro que es Lola que se olvidó de algo. Clara le pide a Esperanza que abra porque justo la llama la Madre Superiora. De paso se va familiarizando con todo lo referido al convento.
Abre la puerta y se encuentra con alguien de espaldas que está terminando un llamado por celular. No. No es posible que sea... él. Pero sí. Se da vuelta, y sí. Su sonrisa es inconfundible.
-Hola, otra vez.
-Hola... Padre.
-Tomás -y le vuelve a sonreír-. ¿Está la Madre?
-¿La madre de quién?
-La Madre Superiora, ¿quién si no?
-Sí, sí, claro... le pregunto.
Se pone tan nerviosa que le cierra la puerta en la cara. ¡No puede creer lo que acaba de hacer! Le vuelve a abrir rápido, antes de que se arrepienta. Y lo ve agarrándose la cabeza. Lo lastimó. ¡Que bestia! Pero él se ríe y le dice:
-¿Te lo creíste, eh? -y entra lo más pancho al convento.
¡Resultó chistoso el curita! Para colmo, cuando ella está a punto de buscar, finalmente, a la Madre Superiora, él no tiene mejor idea que refregarle sus propias palabras en la cara:
-¿Qué onda, che?
-¿Cómo qué onda?
-¿Qué? ¿Pegaste una fiestita de disfraces? -la gasta señalándole el hábito.
-No, no...
-Mucha casualidad esto, ¿no? Raro. ¿Me vas a decir por qué no me contaste el pequeño detalle de que eras novicia cuando viste que yo era sacerdote?
-Lo que pasa... lo que pasa... -¡Ahora sí que se metió en problemas!-. Me robaron. Dos veces me robaron el... el hábito. Entonces ya ni lo llevo puesto. Cuando salgo lo guardo en la mochila.
-Seguro. ¿No es más fácil decirme que no me tenías confianza, que no te animaste, que te dio vergüenza contármelo?
-Me dio vergüenza, es cierto. Al fin y al cabo era un desconocido.
-Bueno no pasa nada Julia-na. ¿Por qué Juliana es tu nombre, no? Sería muy feo que eso también fuera mentira.
-Es mentira -ya no sabe de qué disfrazarse.
El curita la está poniendo entre la espada y la pared-. Esperanza es mi nombre.
-Me imaginaba...- pero aún así sonríe, siempre sonríe-. Esperanza. Hermoso nombre. Bueno, ahora sí- y le da la mano en señal de nuevo comienzo.
Afortunadamente el Padre Tomás y la Hermana Superiora se entendieron. Máximo últimamente cuestionaba muchas de las decisiones que se tomaban en el convento. Tanto él como su novia, Eva, querían desentenderse de los asuntos de las Hermanas. Esto pasaba desde la muerte del Padre Juan. El Padre Juan era íntimo amigo de su papá y mientras él vivía el convento resultaba intocable. A partir de su desaparición, Máximo empezó con los recortes de presupuesto sin consultarle nada en absoluto. Tomás había estado ausente. Pero ahora que estaba de regreso iba a ocuparse personalmente de que el convento no se viera afectado. Él también era dueño de la empresa y podía tomar decisiones. Máximo no podría pasar por alto que tenían un colegio secundario maravilloso, trabajaban los fines de semana en barrios carenciados y, además, tenían un coro que generaba dinero extra para donar a los hospitales públicos. Aunque eso le costara una discusión. O dos. No sería la primera ni la última pelea con Máximo.
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Esperanza mía "Nace una historia de amor"
Novela JuvenilParece que el chico lindo se fue, pero no, no lo puede creer, ahí está él arreglándose el cuello. Pero no es cualquier cuello el que acaba de acomodarse en la camisa. Tomás agarra su equipaje y se acerca al verla entre sorprendida y desorientada. —¿...