Sinceramente, he estado siempre dentro de ese grupo de chicas inseguras, que no se quieren, y que aún tienen miedo a el qué dirán. Pero, ahora es cuando me doy cuenta de que mi inseguridad crece por segundos, que mi vida va a estar marcada por momentos malos, y momentos buenos. Por distintos pensamientos, entre los que la mayoría, me hacen encerrarme en mí misma y no querer saber nada de nadie. Ser insegura y pesimista. Borde y vulnerable.
No he dormido apenas 5 minutos. Ya no me cuesta visualizar mi entorno, no me duele la cabeza, y no estoy cansada. La anestesia ha desaparecido. Al igual que aquella enorme sonrisa, con la que todo el mundo me identificaba. No quería hablar. Ni comer. No quería saber nada de nadie. ¿Para qué? Llevo sola toda mi vida, no quiero gente que me apoye ahora, sólo me necesito a mi misma.
Veo entrar a la enfermera mayor de antes por la puerta de mi habitación. Siempre había pensado que la UCI era totalmente diferente. Creía que no tendría por qué compartir habitación con nadie, pero conmigo hay 2 pacientes más. Antonio, el chico que conocí ayer, operado de lo mismo que yo. Y Aguasantas. No he escuchado hablar mucho de ella todavía, pero sí sé que tiene síndrome de Down. Sólo tiene unos meses, es una chica preciosa.
-Hola Alejandra, ¿qué tal te encuentras? Veo que estás mucho mejor. Puede que empieces a expulsar los restos de anestesia durante las próximas 24 horas. -Me colocó una toalla en el hombro, y un cubo a mi derecha. Rápidamente deduje que los expulsaría mediante vómitos. - ¿Y tú Antonio? Te veo espabilado, ¿has vomitado?
-No, pero los drenajes me duelen muchísimo.
-¿Qué son los drenajes? - Pregunté. Me costaba hablar. Debía ser por la ecotransesofágica. Una eco grafía que consistía en meter un tubo con una cámara por mi boca hasta llegar a mi corazón, y así, ver de cuántos centímetros era la abertura que había entre mis dos aurículas.
-Son esos tubos que salen de debajo de tus pechos. Sirven para limpiar tu herida por dentro y eliminar los desechos de la operación. Te la limpiaremos todos los días tres veces, ¿vale? - Me sonrío. - Bueno chicos, ahora llegará los enfermeros del turno de noche, mañana nos vemos.
Giré mi cabeza hacia la cama de Antonio, le observé todo el cuerpo. Tenía una cicatriz parecida a la mía, aunque ya estaba mucho más curada. Casi no se veía.
-¿Se pasa muy mal dentro de la UCI? Nunca he estado aquí dentro. Llevo dos horas aquí, se me hacen eternas. ¿Cómo lo consigues? Me refiero a estar aquí encerrado y no poder moverte. Y lo peor, no tienes intimidad. Todo el mundo que entra me ve desnuda, y no puedo hacer nada, por que no me puedo mover. ¿No te incomoda?
-Vaya, eres una chica muy curiosa. ¿Por qué haces tantas preguntas? ¿No te gusta la UCI? A mi sí. Está bien. Los enfermeros son simpáticos, cariñosos, y te cuidan mucho. Sé que no puedes dormir, yo tampoco, pero por la noche te enteras de todos los cotilleos. Y sobre la intimidad... Bueno, te acostumbrarás. Yo ya lo he hecho, toda la planta sabe como es mi culo. Que por cierto, no tengo mal culo según las enfermeras. - Me sonrió. Una sonrisa perfecta, con unos dientes blancos y brillantes.
Empecé a reír a carcajadas. Pero no duró mucho tiempo. El dolor era más fuerte que todo aquello. ¿Cuánto tiempo más podré aguantar ahí dentro? ¿Podré escaparme algún día de esa oscura habitación? Nadie me entiende. Bueno, ya sí. Tengo a Antonio, que lo hace bastante bien. Es el único que ha sido capaz de hacerme sonreír. Me ha hecho olvidar por unos segundos dónde estaba. Unos segundos maravillosos. Da igual cuántos, sean uno, dos, o tres. Pero he sonreído. He sido feliz. Por unos segundos. Ojalá más segundos así.
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A sólo un paso de la felicidad.
Novela JuvenilAlejandra es una chica con complejos. Lleva sus 15 años de vida encerrada a sí misma. Pero pronto alguien le enseñará que todo lo importante no está en el físico, sino en el interior.