Tras el engaño de Justin, Madison decide irse lejos de el con el corazón roto y en compañía de la persona que siempre ha estado ahí para ella; su mejor amigo Logan.
Y así, brindarles una vida mejor a sus próximamente nacidos mellizos. Una nueva vida...
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Nathan's P.O.V
Como cada sábado por la mañana, salí a recoger la correspondencia. Nada interesante, nada nuevo, tan solo facturas que pagar y algunos papeles de publicidad, aburrido.
–Ya mi amor, calma, calma. ¿Podrías dejar de llorar un poquito? No puedo con dos a la vez.– Una dulce voz femenina, pero a la vez mezclada con frustración que no había escuchado antes, junto con el llanto de un bebé, llamaron mi atención.
Intentando atravesar el pasillo con una carreola doble, un bolso gigante y un bebé en brazos, la hermosa y frustrada mujer se encontraba al borde de la desesperación, susurrando maldiciones; parecía a punto de llorar.
Algo de ella llamó mi atención inmediatamente. No lo pude evitar, me acerqué a ella.
–Hola.– Al escuchar mi voz dio un ligero brinco y con su mano libre tocó su corazón, al tiempo que cerraba sus ojos por un segundo. –Siento haberte asustado, no era mi intención.– le sonreí apenado
–Hola...– Susurró y me sonrió de lado. Pobre mujer. –No te preocupes, estaba tan distraída que no me di cuenta de que había alguien aquí además de nosotros.– Suspiro y miro al bebé que tenía en brazos y que había bajado el tono de sus lamentos para prestar atención a la conversación que se estaba dando.
–¿Vives aquí?– Ella asintió. Pero que idiota, es obvio que vive aquí, es la nueva vecina, a la cual desconocía, la que acaba de mudarse hace algunas semanas y de la cual no sabía nada.–¿Necesitas ayuda? ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?
–No, está bien, tengo todo bajo control, gracias por preguntar.
–Bien, entonces creo que regresaré al apartamento, un placer conocerte...
–Madison.– sonrió –Madison Collins.
–Un placer Madison. Soy Nathaniel Walker, pero bueno, puedes llamarme Nathan.– le sonreí de vuelta –No te quitaré más tu tiempo, nos vemos.– me di la vuelta y di tan solo tres pasos antes de que ella me llamara.
–¡Espera! ¡Nathan!– gritó –¿Podrías darme una mano?– me miró vacilante y me ofreció una sonrisa nerviosa, pero aún extremadamente cautivadora.
¿Cómo decirle que no?
•••
–Lo pasé increíble, gracias por ayudarme, no sé qué habría sido de mí sin tu ayuda.
–No hay que agradecer, yo también lo pasé increíble. Fue un honor poder servirle a tan bella dama.– Hice una reverencia haciéndola reír; que hermosa melodía.
