17/01/2018

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17/01/2018

Ayer escuché unos ruidos en la cocina. Eran más de las dos, todos deberían estar durmiendo. Bajé las escaleras esperando ver a mi hermano, Jack, atacando un emparedado enorme, como hacía de vez en cuando. El no estaba, pero una copa álta y gruesa estaba servida con vino, uno de los de mi padre. Se enojaría mucho cuando lo notara. Había pan en el suelo y condimentos escurridos por toda la mesada de mármol blanco. Decidí limpiar todo, porque seguro Jack estaba borracho y si mi padre se enteraba de que había tomado uno de sus preciados vinos, podría enojarse. Ya que estaba, me prepraré también uno, y guardé todo. Antes de subir las escaleras hacia mi habitación, me dirigí al baño de esa planta, para desechar la mugre, ya que sabía que mis padres nunca entraban ahí. "Es el baño de la servidumbre, cariño", solían decir. Cuando volví, el emparedado ya no estaba. El escurridizo de mi hermano...

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