Capítulo 22 - Perdido

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Una fuerte sacudida lo despertó. Su cuerpo golpeó contra una superficie dura, tal vez metálica, y no pudo evitar que su frente impactara contra el borde de algún objeto. Sentía una textura rasposa en sus tobillos, lo mismo iba para sus muñecas y sus rodillas. Trató de zafarse de esa incómoda sensación, pero no lo consiguió. Estaba atado.

Empezó a entrar en pánico, y cuando su respiración se hizo fuerte, notó otra cosa: Estaba en un lugar cerrado, lo adivinó puesto que cada vez que soltaba el aire éste no era liberado, sino que devolvía el calor en contra de su rostro, además de que, si movía los pies, estos sólo alcanzaban límites en todas direcciones.

Quiso gritar y no pudo. Una especie de trapo ajustado descuidadamente se lo impedía, eso sin contar lo que parecía ser un retazo de tela alrededor de su cabeza, pasando por sus ojos.

Escuchó un gruñido que había estado presente desde que se despertó detenerse y dejando paso al silencio. Un motor. Probablemente estaba dentro de un baúl.

Estaba tanteando con el limitado movimiento de sus manos lo que alcanzara a tocar cuando de pronto sonó un clic seguido de un chirrido. Ahora sí que estaba seguro de estar dentro de un auto.

― Levántate, escoria ―exigió una voz desconocida, pero él no se movió, estaba aterrado, ni siquiera sabía si era a él a quien le hablaban.

― ¿Eres sordo? ¡Te dijo que te levantaras! ―dijo otra voz más nasal.

Sin advertencia, alguien lo jaló por el cabello, lo arrastró fuera del baúl y lo hizo caer contra el suelo. Se las arregló para no caer de frente, mas no pudo evitar que la gravilla le raspara un lado del rostro y un quejido saliera de su boca.

― Ow, cierto, le amarramos las piernitas. ―Era de nuevo la primera persona, con una evidente pena fingida―. ¿Te hiciste daño, princesa? ―Volvieron a tirarle el cabello con tanta fuerza que quedó de rodillas. Lanzó un grito de dolor que quedó mudo contra la tela en su boca―. Ni modos, tendremos que llevar a su majestad hasta la torre encantada.

Se oyeron varias cínicas risas de hombres no bien alguien lo tomó por las piernas y lo alzó, echándoselo al hombro. Por su incapacidad de moverse y su posición, quedaba casi colgando inversamente desde donde algún hombre lo traía a cuestas, causando que la sangre se le fuera a la cabeza y que, cuando lo echaron otra vez contra el suelo resultara terriblemente mareado.

― Déjenlo ahí ―ordenó el que parecía ser el jefe por la forma en que daba las indicaciones, al menos en ese grupo, y que había sido el primero en hablar―. Es poco lo que puede hacer en su condición, pronto vendrá Tomoya y hará de las suyas.

Unos pasos se alejaron y una puerta se cerró. Kouki no se movió. ¿Quiénes eran esas personas? ¿Qué querían de él? ¿Qué era ese lugar? Nunca en su vida había tenido tanto miedo, y aumentaba con el paso de los segundos que parecían eternos estando recostado en ese helado suelo, esperando que lo peor entrara por esa puerta.

Y lo hizo. Bueno, no sabía si lo peor había entrado por la puerta, pero alguien entró y avanzó hasta estar de pie junto a él.

― ¿Pero qué tenemos aquí? ―dijo alguien con un tono jovial y alegre, aun así Kouki no bajó la guardia―. Nadie me dijo que era semejante belleza lo que traerían a este... cuchitril.

Todos sus músculos se tensaron cuando sintió un frío metal pasar por sus tobillos. Pensó que le harían daño, que le cortarían un tendón para dejarlo incapaz de correr, no obstante fue otro el resultado. Las sogas que retenían sus pies fueron cortadas, luego subió hasta sus rodillas y allí hizo lo mismo. Sin embargo, no se atrevió a moverse.

― Fueron bastante brutos amarrándote de esta forma, rasparon tus lindos tobillos.

La mano que antes sostenía una navaja ahora subía por su pierna, llegó a su rodilla y allí se mantuvo, acariciándola por un momento antes de alejarse. Detectó movimiento en su nuca y nuevamente pensó que lo dañarían y le rasgarían el cuello con el mismo cuchillo con el que lo desató, y por segunda vez se equivocó, pues en lugar de su sangre o alguna parte mutilada de su cuerpo, fue el trapo que cubría su mandíbula lo que cayó.

Conversus in Luminaria [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora