Capítulo 15 - Luz

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― Entonces, ¿cómo funciona esto exactamente? ―preguntó Daichi, examinando la estatuilla marrón entre sus manos.

― Sé que estás tocándolo con tus manotas, y te agradecería que no lo hicieras porque no está del todo seco ―replicó Kouki.

― Bien, bien ―dijo, dejando el objeto en su posición original sobre el papel periódico―. Pero explícate.

Era otra de aquellas tardes en la oscura habitación del invidente, donde la escasa luz del otoño asomaba por la ventana. Daichi había perdido la cuenta de cuántas veces había estado allí; más de veinte miércoles en ese lapso de casi seis meses, sin contar los muchos días que se le había pegado la gana de ir porque sí, como este día.

Intencionalmente, el aprendizaje de Daichi había sido más lento de lo usual, puesto que cuando estaba con Kouki hacían poco más que perder el tiempo charlando sobre cosas vanas, jugando con Nanami y comiendo; y a pesar de que ya había aprendido, sus pies siempre lo hacían girar hacia ese pequeño recinto. Era el calor de esa sencillez lo que lo mantenía distraído y lo obligaba a aferrarse.

― Verás ―comenzó Kouki―, un día me encontré con una amiga del que antes era mi tutor y quien cuidaba de mí. Pronto te contaré de él. Ella vio que yo tenía este pequeño talento con mis manos y me ofreció el trabajo. Cada cierto tiempo ella viene, me trae los materiales y tal vez a uno que otro cliente interesado, hace que yo lea las facciones de la persona con mis dedos, para luego moldearlos en la arcilla. Al parecer a las personas se les hace fascinante que yo haga esto. "Es una perspectiva diferente, como un arte invisible para aquellos que sí pueden ver", me dijo una cliente una vez y no lo he olvidado.

― Tiene razón ―dijo Daichi y Kouki se quedó en silencio como si no entendiera―. Lo que haces es de forma precisa, sin las distorsiones del ojo humano. Quiero decir, si alguien tiene un constante gesto de disgusto, inconscientemente o no, se plasmará de esa forma a alguien de mal carácter, aunque puede que la persona sea todo lo opuesto a lo que parece, a como cree o pretende que la verán. Lo que haces tú es moldear a un rostro sin prejuicios.

― Vaya ―soltó Kouki en un suspiro―. Eso fue bastante profundo de tu parte.

― Qué bueno porque no volverá a pasar ―le espetó, falsamente indignado.

― ¡No! No ―exclamó el chico junto a él, casi alarmado―. Estuvo...muy bien. Es sólo que me tomó un poco por sorpresa.

― Bromeaba ―aclaró Daichi, dándole un empujoncito con el hombro―. En fin, deberían pagarte mejor por lo que haces.

― De hecho, me pagan lo que ganaría un asalariado en cada encargo.

― ¿Y qué es lo que haces con el dinero? ―La pregunta de "Si es así, ¿por qué vives en estas condiciones?" estaba implícita.

― Todo este tiempo lo había estado gastando en una medicina para Nanami, aunque ya está bien y ha terminado su tratamiento. Algunas veces Maroyama decía estar necesitado de dinero y yo se lo prestaba pero...ya sabrás que esa deuda nunca fue saldada. ―Había un deje de nostalgia en la voz de Kouki. A Daichi se le revolvió el estómago por el simple recuerdo del hombre que había explotado a un discapacitado, y más porque este último se seguía lamentando por su deceso.

― ¿Has gastado todo tu dinero en los demás sin pensar en lo que pueda pasar contigo? ―gruñó, incrédulo. Si antes repudiaba a ese sujeto obeso ahora lo odiaba más que a nadie, aun sabiendo que el hombre nunca volvería a pisar la tierra de los vivos por causa suya. El modelo de vida miserable en la que vivía Kouki era su culpa.

― No es como si ellos me hubiesen obligado ―contestó jugando con las mangas de su prenda como un reflejo nervioso―. Si ellos están felices, yo también estoy...

Conversus in Luminaria [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora