Capítulo 3

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Dolton

Después del pequeño receso de 20 minutos y de el accidente en la entrada del salón, el día se me esta pasando un poco más fluido que las primeras tres horas de clase anteriores al descanso. Estamos en la última de las clases y hasta ahora no ha sido diferente con las pasadas; llega un maestro, se presenta, nos explica el fin de su clase y nos encarga el material necesario para todo el semestre.
El reloj marca la 1 pm, lo qué quiere decir que solo quedan 10 minutos más de clase.
Pasadas de la 1:10 nos dejan salir. Todos guardamos nuestras cosas y nos salimos del salón y el primer día de clases finaliza cuando salimos por el gran portón blanco de la escuela. Mi hermano y yo nos dirigimos a tomar el camión a la parada y vemos que solo hay 4 personas más esperando. Tal vez pasan por todos, o cada quien se valla en su carro. Mi madre aún no nos ha dejado tomar clases de manejo. Yo creo qué es por el hecho de que mi padre -Tay- murió en un accidente automovilístico el año pasado. Dolton también lo cree.
Mi padre trabajaba en las tardes como guardia de seguridad nocturno en una empresa de negocios internacionales muy importante. Su trabajo consistía en estar despierto toda la noche cuidando que ningún delincuente se quisiera pasar de listo en medio de la oscuridad.
Su hora de salida era a las 6 am y siempre que llegaba del trabajo se esperaba afuera de la casa y nos llevaba a la escuela. De la escuela regresaba a casa y dormía hasta tarde y después mi madre lo consentía. A las 9:30 se iba y volvía a repetir la rutina todos los días a excepción del domingo.
El día del accidente no llegó por nosotros y no fuimos ese día a la escuela. Esperamos sentados, Mauren, Laura y yo a que mi papá llegara. Pero nunca llegó. O nunca llegó como nosotros imaginamos. No en su carro que fue el que mi mamá tomó, si no en una pequeña urna en forma de pera con sus cenizas dentro. Un hijo nunca se espera que su padre cupiera en un espacio tan pequeño, por que para los niños un padre es un heroe, el ser mas grande que uno pueda imaginar. Teníamos 15, pero sabíamos que mi papa llenaría barriles con su ser.
En aquel momento Mauren y yo fuimos más inseparables que nunca. Nos necesitábamos, hermano con hermano. Llorabamos los dos, en nuestra habitación mientras veíamos las fotos que teníamos con él del album familiar. En nuestro cumpleaños, en el primer viaje a six flags a los 7 o cuando conocimos el mar a los 8.
Reiamos mientras lagrimas caían por las mejillas de ambos. Lágrimas cargadas de emociones. Pero también lágrimas de saber que no estábamos solos ninguno de los dos. Nos teníamos el uno al otro, y claro, teníamos a mamá que también nos apoyó mucho en esa época dura.
Por eso cuando le decimos a Laura que nos deje conducir un momento y ella cambia de conversación, no le seguimos insistiendo, por que la comprendemos. Ya llegara el momento de aprender a conducir. En lo que termina de llegar el tiempo de superar.

Un lío de GemelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora