¿Quién es ella?

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Capítulo 2. ¿Quién es ella?
Alex.
Sábado, 9:00 am. Abrí mis ojos y observé a mi alrededor la obscuridad de mi habitación, gracias a las cortinas gruesas de color negro que le impedía a los horribles rayos solares colarse y molestarme los ojos nomás despertar.

Ya que el efecto "zombie" se había pasado, me levanté y me dirigí hacia la puerta.
Era extraño, muy extraño, que la razón de mi despertar no hubiese sido los incesantes llantos y alaridos de January; lo cual me hacía dudar de su paradero y rezarle a quien sea que se encontrase allá arriba que el que se hacía llamar a si mismo mi padre no la hubiese internado en ninguna institución especial. 

Salí de mi habitación en dirección al cuarto de Jane; al llegar,entrar, y no encontrarla, me preocupé. Corrí al cuarto de mi padre y tampoco él se encontraba, bajé al primer piso, a la cocina; pero tampoco estaban ahí.

-¡Mierda! -grité.

Subí a mi habitación por mi teléfono y le llamé a mi padre. Luego de 5 intentos de llamada contestó por fin.

-¡Dónde demonios está mi hermana! -exigí saber al que se encontraba tras la línea.

-Tranquilo... Ella está aquí -respondió lentamente con claras señales de ebriedad o quizás resaca.

Suspiré intentado relajarme y sobando el puente de mi nariz hablé nuevamente, bastante cansado de toda la situación.

-¿Dónde, exactamente, es "aquí", padre.

Escuché que bostezó.

-En el hospital St... -antes que pudiese terminar su frase colgué el teléfono.

Sabía exactamente dónde se encontraban y aquello no me tranquilizaba, ni mucho menos me agradaba.

Fui por mi suéter, las llaves y salí corriendo de casa.
Tomé un taxi y me dirigí hacia el dichoso hospital.

Cómo detestaba que hiciera eso sin siquiera decirme nada.

¡Era mi hermana, por el amor de Jesús!
¡Obviamente debía saber cosas tan importantes como que había decidio internarla nuevamente en el hospital!

O eso como mínimo, también pudo haberlo consultado conmigo primero...

Ya en la entrada del hospital, y luego de haberle pagado al taxista, me dispuse a entrar. Hablé con la secretaria y pedí que me dijera en donde se encontraba Jane, habitación 137 del 3er piso.

Fui al ascensor pero al éste hallarse fuera de servicio no me quedó de otra más que usar las escaleras. Corrí lo mas rápido que mis piernas me permitieron hasta llegar a su habitación. 

Y ahí... la vi, a través de una ventana de la habitación, estaba atada con cintos a la cama mientras se removía y gritaba tan fuerte como sus cuerdas bocales le permitían.

-¡Alex! -repetía una y otra vez.

Me dolía verle así.

Intenté entrar a la habitación pero una enfermera me detuvo, por más que le expliqué que necesitaba hablar con ella, que yo era a quien llamaba; no me dejó entrar.
Y lo único que pude hacer fue quedarme viendo como la sedaban a través del vidrio.

Jamás me había sentido tan impotente en mi vida, a veces deseaba estar yo en su lugar, sufriendo en su lugar.

Odiaba ver a mi hermana sufrir de aquella manera.

Decidí irme de aquel deprimente lugar con las lágrimas empañando mi visión, caminé sin rumbo un par de calles hasta llegar a un parque cercano.
Decaído y sin ganas de continuar, me senté en uno de los columpios y entre sollozos comencé a gritarle al gris y opaco cielo.

-¿Por qué tuviste que irte? ¡Por qué!

Me quebré entre lágrimas desconsoladas.

Con Jane sufriendo, mi padre ebrio o con resaca casi el cien por ciento del día y mi madre muerta, me hallaba completamente solo.
Sin absolutamente nadie que me escuchase ni me apoyase en aquellos momentos tan tensos y estresantes de mi vida, solo en aquel horrible mundo; en aquella maldita realidad de color gris. 

Estúpida y maldita vida.

"¿Por qué no fui yo a quien le pasó?" me preguntaba una y otra vez en mi cabeza.

Miré la hora, ya era relativamente tarde, exactamente las 3:12 pm, y moría de hambre.

Me levanté del columpio y me dirigí a casa, en una calle cercana un olor de delicioso café recién hecho impregnó mi nariz y decidí irme a tomar uno acompañado de algún postre en aquella acogedora cafetería. 

Al entrar, el delicioso aroma a café se intensificó e hizo que aumentara mi hambre.
Pedí un mocha y un cheesecake y me fui a sentar a una mesa junto a la ventana; mientras comía con deleite mi postre, una chica bastante peculiar se sentó conmigo y comenzó a sacarme tema de conversación.  

-Mucho gusto -sonrió cálidamente extendiendo su mano para saludarme.

-El gusto es mío -correspondí cordial.

-Oh, no te molesta que me siente contigo, ¿no? -rió un poco jugando con uno de sus mechones chocolate.

-Para nada -respondí-, en realidad creo que me haría bien un poco de compañía. 

-Me alegro -sonrió con sus dientes blancos y perfectos.

No entendía por qué, pero cada vez que ella había sonreído en ese corto trozo de conversación que habíamos tenido una corriente cálida corría por mi espalda, dándome una agradable sensación de tranquilidad, de paz, de confianza; algo que no sentía desde hacía mucho tiempo ya. 

-¿Puedo preguntarte algo? -preguntó ella cambiando su semblante a uno más serio.

-Si, claro -permití dándole un trago a mi café.

-¿A quién le gritabas en el parque?

Estando a punto de ahogarme con el café tosí unas cuantas veces, dejé la bebida en la mesa y la miré incrédulo.

-¿M-me viste? -tartamudeé. Me sentía extrañamente avergonzado en aquel momento. 

-Yo iba pasando por ahí cuando oí unos gritos, escondida tras unos arbustos te vi sentado en uno de los columpios mientras llorabas. Tuve la idea de acercarme y hablar contigo en el momento pero mi conciencia me dijo que no sería muy buena idea, por lo que al ver que te levantaste te seguí hasta acá y vi mi oportunidad perfecta.

-¿Y tu conciencia si aprobó eso? -pregunté con ironía.

Ella rió.

Y otra vez ahí estaba ese extraño sentimiento alojado en mi pecho, un sentimiento cálido que deseaba mantener ahí por siempre.

-Dime tu nombre -dijo, o más bien ordenó.

-Alexander, ¿el tuyo?

Volvió a reír dulcemente. 

-Lindo nombre, Alexander... Debo irme -comentó de repente levantándose de la mesa tras ver la hora en su teléfono-, tengo algo que hacer.

-No respondiste mi pregunta -hablé cuando ella ya estaba a punto de salir.

-Adiós -se despidió sonriente con un ademán de la mano y salió. 

Me quedé un rato más viendo la salida.
Terminé mi café en un par de tragos y pagando la cuenta salí de la acogedora cafetería para irme a mi casa finalmente. 

Al darme cuenta, todos los agobiantes sentimientos con los que había salido del hospital se habían desvanecido por completo; siendo reemplazados por aquella cálida sensación que se había alojado en mi pecho tras hablar con aquella chica de nombre desconocido y que muy seguramente no volvería a ver.

Ya en mi casa, subí las escaleras hacia mi habitación y lanzándome a la cama y poniendo mi música favorita me dediqué a mirar hacia la ventana.

Y el cielo seguía gris.

Without Colors. [EDITANDO-HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora