Prólogo: ❄️ El despertar ❄️

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Un diminuto grano de arena surcó el aire helado, arrastrado por la brisa gélida, hasta chocar contra una estalactita cristalina. El sonido, imperceptible, se perdió en el silencio sepulcral de aquel castillo de hielo, demacrado pero todavía en pie. En lo más alto, en una habitación donde el frío había detenido el tiempo, una figura de hielo descansaba en eterna vigilancia.

Era la figura de una mujer, esculpida con precisión escalofriante. Su vestido, etéreo y adornado con motivos naturales, parecía fundirse con el entorno, como si la misma naturaleza la hubiera creado. Un manto delicado cubría su espalda, formando una extensión de ella misma, casi como si fuera parte del viento. En su rostro, aunque congelado en el tiempo, se reflejaba una paz solemne, pero con una intensidad que aún desafiaba las leyes de la muerte. Sus ojos, incluso en su forma helada, contenían el resplandor de alguien que había conocido secretos que pocos se atreverían a imaginar.

Su cabello, suelto y fluyendo como una cascada de plata, se entrelazaba con copos de nieve y hojas, mostrando su conexión con los elementos y el espíritu que ahora representaba. No llevaba trenza alguna, sino una cabellera libre que caía con naturalidad, emulando las corrientes de agua que alguna vez gobernó. Todo en su porte indicaba que había encontrado su lugar en el mundo, una reina del hielo y de la naturaleza en su máxima expresión.

Parecía que la estatua hubiese quedado congelada en el mismo instante de una batalla feroz. Aunque su pose era tranquila, había en ella una elegancia guerrera, una promesa de que cualquier enemigo que intentara desafiarla encontraría una fuerza más allá de la simple magia. La serenidad en su expresión contenía un poder oculto, una sonrisa apenas visible que emanaba confianza, como si supiera que, al final, el hielo nunca se derrite ante la oscuridad.

El tiempo había sido cruel con el castillo que alguna vez brilló como un faro en las tierras del norte. Trescientos años habían transcurrido desde la caída de Arendelle. El sol, persistente, había desgastado los tejados, y las paredes de hielo se derrumbaban lentamente, como si el lugar respirara su último aliento. El polvo se había asentado en la fuente congelada del gran salón, cubriendo las escaleras de cristal que ahora eran meras sombras de lo que una vez fueron. Todo yacía inmóvil... excepto la arena.

Otro grano de arena se posó sobre la estatua, seguido de otro, y luego otro más, hasta que, en un instante, la vigésimo quinta partícula cambió de forma. Lo que había sido claro y brillante ahora se volvía opaco y oscuro, irradiando un halo maldito, una sombra viva que comenzaba a consumir la escultura. La oscuridad se propagó, devorando la luz a su paso, mientras una danza macabra envolvía la estatua, cubriéndola por completo.

El brillo de la mujer se desvaneció. La arena cesó su frenético revoloteo y cayó, como un velo fúnebre, sobre el suelo de hielo. Donde antes había estado una leyenda congelada en el tiempo, ahora solo quedaban fragmentos rotos, pedazos de hielo esparcidos como los restos de un sueño perdido.

Desde las sombras, una figura oscura emergió, envuelta en penumbras como un cuervo acechante. Sus ojos recorrieron el destrozado paisaje con un placer sombrío, deteniéndose en los restos dispersos. Sonrió con la satisfacción del cazador que ha reclamado su presa. Había roto el sello de un poder antiguo, uno que alguna vez había sido temido por dioses y mortales por igual. Una leyenda nórdica cuya resurrección sería la clave para desatar un manto de oscuridad sobre el mundo.

Y lo mejor es que los Guardianes jamas esperarían lo que estaría a punto de golpearlos.


❄️ Libertad Y Diversion ❄️ La lucha de los espíritusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora