❄️ Libertad Y Diversion ❄️ La lucha de los espíritus

Copo 6. ❄️ La niña con poderes de hielo ❄️

Estaba nevando, nevaba como nunca se había visto nevar. El aire estaba cargado de una energía inquietante, y Jack Frost sintió que debía investigar el por qué de esa helada sin sentido que cubría cada rincón del mundo. Cada copo que caía era un recordatorio de su poder, pero también una llamada de atención: Algo no estaba bien. La tormenta, intensa y voraz, parecía tener un centro, un epicentro que lo atraía hacia el Castillo de Arendelle, donde los susurros del viento le habían contado secretos olvidados.

Al llegar a las puertas del majestuoso castillo, una sensación de anticipación lo invadió. Se acercó a uno de los grandes cristales que adornaban las ventanas, ansioso y curioso, queriendo saber qué misterio se ocultaba tras esos muros. Miró hacia adentro y la visión que se presentó ante él lo dejó sin aliento.

En una de las habitaciones del palacio —la más majestuosa y elegante de todas—estaba una mujer, delicada y hermosa, recostada en una cama, sus rasgos suaves iluminados por la luz tenue de la habitación. En sus brazos, un pálido bebé, un pequeño ser que parecía frágil como un copo de nieve. Jack sintió que su corazón se detenía. Esa niña le recordaba a uno de sus propios copos, uno de los más pequeños y hermosos de todos los tiempos. Los ojos de la bebé, celestes y acuosos, estaban vidriosos, como si estuviera atrapada en un mundo de sueños y esperanzas.

Fue un impulso casi involuntario; con un gesto rápido, Jack dibujó un pequeño conejo en el vidrio de la ventana. El conejo cobró vida por un breve momento, saltando juguetonamente ante la mirada atenta de la pequeña. Para su sorpresa, la niña dejó de llorar y empezó a reírse, su risa como un canto celestial que resonó en el corazón helado de Jack. Pero lo que realmente lo conmovió fue el momento en que la pequeña posó su mirada en él. La conexión fue instantánea; sus ojos se encontraron y Jack sintió que el tiempo se detenía.

Inmediatamente se movió a un lado, tratando de confirmar que su atención estaba realmente en él. Era inconcebible. ¿Una niña tan pequeña podía verlo? Esa idea lo llenó de asombro, de una incredulidad que hizo que su corazón latiera más rápido. La tormenta que lo había rodeado parecía disolverse, como si la magia de aquel lugar hubiera reconocido su presencia. A su alrededor, los copos de nieve caían suavemente, más como un saludo que como una tormenta.

Al darse cuenta de que esa pequeña poseía un poder de invierno, Jack sintió cómo su corazón adquiría una calidez inigualable, una sensación que no había experimentado desde hacía tiempo. Pero rápidamente se recordó que debía tranquilizarse. Sabía que esos lugares tenían algo mágico, algo que desbordaba sus corazones de esperanza y luz. Había visto ese poder en Corona, donde una reina había sido salvada de la muerte por las cualidades de una flor mágica.

Esa pequeña era apenas una bebé, una criatura tierna y pura, influenciable e inocente. Tal vez su mente irracional solo le estaba jugando trucos, pero la sola visión de su sonrisa alegre era suficiente para iluminar incluso los rincones más oscuros de su alma. Con delicadeza, colocó su mano sobre el cristal, sintiendo el frío de la superficie, pero también la calidez de un vínculo indescriptible. La sonrisa que se dibujó en su rostro fue genuina y honesta, un reflejo de su alegría interior.

Justo antes de salir disparado al aire, una promesa se formó en su mente: no sería la última vez que la vería. Esa conexión, ese instante compartido, era solo un adiós momentáneo mientras se encargaba de llevar el invierno al resto del mundo. Pero en su corazón, un deseo ardía, una certeza de que el destino lo guiaría de regreso a esa niña que había tocado su alma, quien, a pesar de ser tan pequeña, le había recordado lo que significaba ser visto.

No sería la última vez que la viese, solo era un adiós momentáneo mientras se encargaba de llevar el invierno al resto del Mundo.

"Su nombre será Elsa."