La historia, la maestra y el alumno

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Cuando la maestra hubo terminado de dar su clase, se percató que habían sobrado unos cuantos minutos, así que pidió a los niños que guardaran sus útiles, y esperaran el timbre de salida.

La maestra vio a todos los niños riendo, menos a uno sentado casi al final, miraba por la ventana como el sol brillaba, había sido un largo verano. Para aminorar el ruido que producían los niños ansiosos por salir, se dispuso a conversar un poco con ellos antes de que sonara el timbre.

-¿Les gusto la historia pequeños?- pregunto la maestra de la primaria de Evanswood.

-¡Si maestra!- gritaron a coro los niños.

-¿Eso fue real?- escucho a lo lejos, pero no contesto a esa pregunta.

-Bueno chicos, creo que es hora de irnos, no olviden realizar su tarea- dijo la maestra sin contestar la pregunta.

Los niños como todos los días, tomaron sus cosas, fueron al escritorio cada uno de ellos y se despidió de su adorada maestra. La maestra noto todo muy normal, los niños salieron y el salón quedo vacío. Solo un pequeño niño de cara angelical, estaba mirando por la ventana. Tenía una mirada triste y parecía que algo malo le estaba sucediendo.

La maestra se acercó, motivada por la cara de sufrimiento del niño. Conocía a todos sus alumnos, se aprendió rigurosamente cada apellido, cada nombre, e incluso alguno que otro cumpleaños. Pero por muy extraño que pareciera, le costaba muchísimo trabajo poder acordarse de ese niño.

-Pequeño las clases acabaron, es hora de irse –dijo la maestra aun confundida.

El niño ni se inmuto por la presencia de la mujer.

-Estoy pensando –contesto secamente el niño.

-¿Qué piensas? –Pregunto la educadora, tratando de romper el hielo, pero queriendo saber más acerca de su distanciado alumno – ¿algo paso en tu casa?

-Maestra, ¿Por qué ha dicho que la historia no es real? –pregunto el niño, sin apartar la mirada del vidrio – ¿usted estuvo ahí?

La maestra queda sin palabras, evidentemente ella había hecho meras suposiciones para evitar pensar en que esa historia era real. La maestra sin poder contestar, no por quedar como tonta, sino porque no tenía más argumentos, hizo un ademan al niño para que la acompañara a la salida.

Mientras caminaban por el pasillo central, no articularon palabra.

Cuando llegaron a la salida, el niño por fin hablo.

-Espero que esta noche no sueñe de nuevo con eso –dijo muy triste –su historia, es tan real para mí, por lo regular sueño con eso.

-Si te asusto, solo piensa que es una historia, piensa que no existió y que es un invento de nosotros los grandes para asustar a los pequeños niños como tú –dijo muy segura la maestra.

-Para mí si es real, lo siento en mi cabeza y en mi corazón –dijo el niño, muy serio –nadie se inventa historias de la manga. Es real. Estuve ahí.

-Pero no lo es cariño, no te mortifiques más –dijo la maestra, sabiendo que no había logrado nada, el niño aun parecía muy confundido.

Un auto negro del año se paró frente a la escuela. Venían por el pequeño.

El niño se despidió, y la maestra lo acompaño hacia el auto. Fue cuando el niño abrió la puerta del carro, que la maestra de nuevo recordó que no sabía el nombre del pequeño, sin dudarlo más y perdiendo la pena, pregunto.

-Me llamo Christian Brown, maestra –dijo el niño por la ventana del auto.

La maestra quedo boquiabierta. Tenía ante sus ojos, a un descendiente directo de la familia Brown, la antigua familia de la historia.

¿Estuvo ahí? ¿A qué se refería? Fueron preguntas, que la maestra se pudo contestar hasta después de muchos años. Pero no nos adelantemos a nuestro relato.

El pequeño cambio de escuela, pero le había dejado una nota a su maestra. Al final de la nota, entre comillas venia la siguiente oración:

"toda historia, por más loca que parezca, tiene su grado de realidad"

Cuando el pasado llama...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora