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Habían transcurrido dos semanas desde la noche en que Mariana se había enterado de que no era hija de Mauricio y Mercedes.

Aquella terrible mañana, después de abrir la puerta del baño, Mariana leyó hasta el último papel que encontró en el cofre.

El único indicio que halló sobre la adopción fue una carta que decía con mucha vaguedad:

"... Espero que hayas destruido la carta anterior. La beba que nos entregaron es hermosa, como podrás ver en la foto que te enviamos. El único problema que tuvo es una inexplicable infección en su oreja derecha, a eso se debe el vendaje que tiene. Tuvieron que hacerle una pequeña intervención y ha perdido el lóbulo, pero los médicos nos aseguran que tienen todo bajo control y que el oído no se ha visto afectado...

El mes próximo nos iremos al sur, ya que Mauricio ha pedido que lo trasladasen allá y... "

Mariana siempre había tratado de ocultar su oreja con el cabello. Mauricio y Mercedes le habían dicho que se le había encarnado un arito de oro siendo muy beba, y que el orificio de la otra oreja se le había tapado. Por eso nunca había usado aros.

Y ahora, al leer esto, Mariana comprendió que ellos desconocían lo ocurrido y que por eso siempre había sido tan vago el relato que le hicieran sobre el hecho.

Entre todas las cartas que leyó, encontró una que Mónica le enviaba a Angela desde España:

"...No puedo creer lo cambiada que está Mercedes en las fotos que me mandaste. Su panza está tan enorme que me hace pensar que tal vez. vaya a tener mellizos. ¿Hay antecedentes de partos múltiples en la familia de Mauricio? Dile de mi parte que... "

Eso le sirvió a Mariana para convencerse de que Mónica realmente no sabía nada de la mentira que habían urdido. Pero esto pareció no importarle demasiado y, desde aquella noche, no volvió a dirigirle la palabra.

Permanecía tardes enteras encerrada en su cuarto y cuando salía caminaba sola por el parque o se hamacaba sobre su propio cuerpo, en silencio, mirando hacia la pared.

Durante esos días parecía que ella había dejado de pertenecer al mundo. Se había olvidado de todo, del colegio, de su aspecto personal, hasta de la comida, ya que sólo tomaba algo de leche o alguna fruta. Se la veía demacrada y ojerosa en los pocos momentos en que salía de su dormitorio.

Había una carta de Washington que permanecía cerrada sobre su cómoda desde hacía más de una semana.

Ese sábado, se levantó cerca del mediodía y estaba deambulando en camisón, con los cabellos revueltos, mordisqueando una manzana, cuando escuchó las voces que provenían desde el taller.

—Está muy mal, y por eso me toca todo a mí. No lo entiendo. Nunca creí que fuera a reaccionar de esa manera.

—Pues a mí me parece muy lógico. Debe ser muy difícil tener que aceptarlo. Además imagínate que los chavales, cuando son adolescentes, no reaccionan nunca en forma previsible. —Pero es inteligente. No puedo entenderlo. Mariana agudizó el oído tratando de escuchar mejor. La conversación le llegaba en forma parcial y supuso que estaban hablando de ella.

Ana ya había ido varias veces a entregar personalmente pedidos de flores o plantas a Palma Sola y había aceptado los mates y lacharla que le ofreciera Mónica. Ahora, hacía un largo rato que estaban conversando y una vez agotados los temas más triviales se había atrevido a hacerle algunas confidencias.

—Bueno, puedes venir cuando quieras. Por ahí te hace bien que hablemos. Yo también a veces me siento sola y no he encontrado muchas personas con las cuales comunicarme de verdad en este lugar.

Cruzar la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora