Cuando Mariana llegó a la quinta ya era de noche. Betiana le había prestado ropa seca que le quedaba bastante ajustada y para aumentar la ingratitud de la tarde, había tenido que aceptar que Pablo la trajera, porque le avergonzaba más confesar que no había llevado dinero para el colectivo y no se sentía con ganas de caminar los dos kilómetros que separaban a Palma Sola de la casa de Betiana, que estaba en las afueras del pueblo.
Nano era casi tan corpulento como Pablo, pero a diferencia de éste, tenía el cabello largo y rubio, hasta casi la mitad de la espalda. También su piel, demasiado clara, contrastaba con la de su amigo. Sus rasgos eran armoniosos y podía decirse que era lindo; pero Pablo, pese a que sus facciones eran imperfectas, tenía una fuerza que cautivaba las miradas. Había a su alrededor como un halo de misterio y su risa concordaba con una voz tan seductora, que era fácil entender por qué casi todas las chicas estaban enamoradas de él.
Durante el trayecto Nano le hablaba a Mariana, tratando de seducirla, y le propuso pasar a buscarla el lunes a la salida del colegio para ir a tomar algo. Incluso se rehusó a bajar en su casa antes de dejarla a ella. Mientras Nano hablaba, Mariana miraba de reojo a Pablo y le parecía que se ponía molesto con las invitaciones del amigo. Siguiendo un impulso aceptó que Nano pasara por ella el lunes y le dio un beso en la mejilla al bajar, mientras a Pablo apenas le dejó un saludo entre dientes y no alcanzó a escuchar si tuvo respuesta, debido al ruido del acelerador.
Ahora, al leer la nota que estaba pegada en la puerta, terminó de sentir que no era un buen día. El mensaje de Mónica decía que se había ido a buscar los papeles al departamento de la abuela, que si se le hacía demasiado tarde, dormiría en la ciudad, y que ella podía quedarse en la quinta, si así lo deseaba.
La idea de pasar toda la noche sola en esa casa enorme, en medio del campo, la aterraba, así que no tuvo que meditar demasiado la decisión.
Mariana dejó que la ducha caliente le terminara de quitar el frío, se cambió y se fue a esperar el colectivo a la ruta.
—Me vuelve loco, hermano —dijo Nano—. ¿Viste los ojos que tiene? ¿Y los pocitos que se le hacen cuando se ríe? Y ni hablar de las gomas... No puede ser más linda.
—Ni más forra —le respondió Pablo—. Debe ser una nena de mamá, es insoportable.
—Lo que pasa es que ustedes se cayeron mal de entrada. Es dulce...
—Y agrandada. ¿No viste la cara de asco que tenía en el rancho? Y mejor ni hablemos de cuando me tiró la guitarra. La hubiera cagado a pinas.
—Lo que pasa es que no está acostumbrada a estar acá —siguió defendiéndola Nano—. Estuve investigando a Betiana y me contó toda la historia. Es muy jodido lo que le pasa. Fueron muchos cambios, por eso por ahí se pira un poco, pero eso la hace más linda, loco. Es una mina con polenta. Otra no se hubiera animado a tirarte la guitarra al río.
—Justifícala porque estás caliente —le dijo Pablo—. No sé si estará buena, pero que es forra, es forra.
—Mañana me la transo, loco, y después te cuento.
Pablo se fue furioso, invadido por sentimientos contradictorios, sin poder borrar el rostro de Mariana, que ahora se le aparecía, repitiendo las imágenes de la tarde. Trató de pensar en otra cosa para no tener que buscar explicaciones a los deseos de insultarla y de besarla al mismo tiempo que lo estaban acosando.
Mónica oprimió el botón del portero para que su sobrina pasara. —Me parece que no te has divertido mucho, ¿me equivoco? —Fue un bajón... —Un bajón vendría a ser algo así como muy malo, ¿no?
—Peor, malísimo.
—Bien, pero... ¿a qué se debió el bajón, al lugar o a la gente?
—Un poco a las dos cosas. El lugar era deprimente y la gente mejor no hablar. Bueno, en realidad algunos zafan, pero uno especialmente, logró arruinarme el día.
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Cruzar la Noche
Ficção CientíficaA las Madres y Abuelas De Plaza de Mayo. A todas las víctimas del Terrorismo de Estado. A la verdad y a la memoria. Para vivir con un pedazo basta: en un rincón de carne cabe un hombre. Un dedo sólo, Un trozo sólo de ala Alza el vuelo total de Tod...