Desperté de un salto, eran las dos de la mañana, salí del cuarto, solo tenía una playera ancha y unas bragas negras, calcetas enormes y muy suaves, caminé a la cocina y me serví un vaso de agua, lo tome entre las manos y me dirigía a la sala, había un sofá de tapiz café, siempre pensé que era muy grande para una sola persona; lo moví junto a la ventana, abrí la cortina y el farol de la calle me iluminó la cara, me senté y observe al mundo dormir, las casas estaban en silencio y el aire mecía a los árboles, los arrullaba para dormir tranquilos, me acurruque sobre mis rodillas y esperé, no sabía que, pero algo estaba esperando.
Abrí los ojos, eran las siete de la mañana, los rayos del sol ya entraban por la ventana, me había quedado dormida en el sofá, la noche se había ido volando, como las aves que se despiertan temprano para alimentar a sus bebés. Me estiré y me toque el cabello, lo tenía recogido en un chongo así que lo solté par dejar a mis ideas fluir y a mi cabeza descansar, me levanté del sofá y mientras pensaba que iba a desayunar su sonrisa me atravesó la mente como una flecha que va directo a una manzana, me detuve en seco y sacudí la cabeza, me toque los párpados y respiré profundo, eso no podía estarme pasando.
Tomé un vaso de leche y fui a mi cuarto a cambiarme, tal vez correr un poco me haría bien. Salí de la casa y estiré las piernas un poco, toqué las puntas de mis pies con mis manos y luego de mover un poco los hombros y el cuello comencé a trotar, me dirigí a la calle principal, habían muchos árboles, la mañana era nueva y el aire fresco, la gente paseaba a sus mascotas, las señoras de las casas salían con sus bolsas de compra, a unas cuadras había una tienda de frutas y verduras, los esposos las despedían con un beso dulce y con sabor a "te veo en la noche", los niños dormían en sus casas y el día apenas empezaba. Yo iba distraída con lo que me rodeaba, corría a un ritmo tranquilo y paseaba la mirada por las casas, sonreí y me alegre de no estar pensando en nada, estuve dando vueltas unas horas más, ya iba de regreso pero me detuve en una esquina para recuperar el aire y tomar un poco de agua, el sudor me empapa ala frente y mis labios entreabiertos intentaban pescar un poco de oxígeno, apoyé las manos sobre las rodillas y cerré los ojos.
-¿ejercitándote?-
Esa voz no podía confundirse, levanté levemente la mirada, abrumada por el calor y con las mejillas tibias y coloradas sonreí nerviosa, era el otra vez, estaba saliendo del supermercado.
-¿De compras?-
- algo así, necesitaba algunas cosas.-
-yo necesitaba salir y... Distraerme de.. Distraerme.-
-correr siempre ayuda. Bueno, ¿nos... Vemos luego?-
-claro-
-nos vemos-
-adiós.-
Lo seguí con la mirada hasta que ya no lo vi más, odiaba la forma en la que mi cuerpo reaccionaba cada que se aparecía y el era tan impredecible, siempre estaba ahí cuando menos lo esperaba, siempre tan cortés, siempre tan amable y siempre con ese aire misterioso que lo acompañaba a todas partes.
Abrí la regadera y el agua caliente me cayó en la cara, me dejé llevar por el sonido del agua y la sensación de humedad por todo mi cuerpo, cerraba los ojos y solo podía ver su mirada tan serena y tan tranquila, esa misma mirada que siempre me agarraba desprevenida, esa mirada que descubre tus mas profundos pensamientos. No había más que aceptar, lo que no quería estaba sucediendo y tenía que intentar lidiar con ello, después de todo trabajaríamos juntos y yo no podía dejar que lo que sea que me estuviera creciendo dentro interfiriera en mis ensayos.Dieron las seis de la tarde, yo estaba frente al espejo, era día de ensayo, me hice una coleta y me puse rímel en las pestañas, me detuve un momento y me observe cada cabello, cada parte de mi cuerpo, sentía esa emoción dentro de mi estómago, esa sensación que te llena cuando sabes que verás a alguien que... Te gusta..
Tenía un leotardo negro, unas mayas azul oscuro como el del cielo nocturno, me puse las botas negras y me eché encima de mi ropa de ensayo un vestido de tela color gris cenizo, era muy suave y con vuelo, de corte recto; tomé mi bolsa negra, llevaba dentro mis zapatillas, salí a prisa, corrí a la esquina y para mi suerte pasaba el autobús, le hice la mano de parada y me subí, saqué unas monedas, pagué y me senté junto a la ventana, empezó a llover, el cielo se veía naranja seguro la noche también lo estaría, las nubes tenían un color violeta y el airé traía consigo el olor a la tierra que se mojaba con el agua. Miraba la calle mientras el camión avanzaba, veía a la gente transitar en las banquetas y las luces de los autos en cada semáforo. Llegué al teatro, baje corriendo y pisé un charco, salpiqué un poco mis mayas pero no me detuve, entré rápidamente, el reloj marcaba las seis con treinta y cinco, me quité el vestido, me puse las zapatillas, me coloqué frente al espejo ocupando un lugar entre los demás bailarines y comencé a calentar, moví la cabeza de lado a lado, cerré los ojos y respiré muy profundo, y estiré las piernas, hacia círculos con los pies Para calentarme los tobillos, mis zapatillas eran negras y me abrazaban el tobillo, abrí los brazos y estiré la columna, dejé mi cabeza caer hasta tocar mis rodillas, abrí los ojos y mi mirada se paseó por todo el salón, me detuve en la puerta, el ya estaba parado ahí, con su pantalón de tela negro y su playera blanca, yo me abrazaba las piernas, nuestras miradas hicieron contacto, sonreí brevemente y rápido desvié la vista hacia a otro punto, la maestra tocó el piano y el director entró.
-muy bien colóquense todos por favor, mujeres a mi derecha, hombres a mi izquierda.-
Éramos diez y diez.
-hoy intentaremos establecer una pareja, no se preocupen si no la encuentran, aun tenemos tiempo, es para que se vayan conociendo.-
-bien, ahora frente a frente todos, vamos, elijan a alguien, no lo piensen mucho, la primera persona con la que hagan contacto visual.-
Tenía cara de niño, era blanco como la leche y con unos ojos verdes olivo, sonreía perspicaz y con cierto aire de inocencia, menudo de cuerpo, de un metro setenta tal vez, ¿mencioné que soy pequeña?, en fin, me miró y sin dudarlo se acercó, por obvias razones yo prefería a alguien más, pero aquel chico era simpático y se veía en sus ojos que tenía ganas de encontrar a su pareja ideal.
-ok chicos ahora tomen a las señoritas por la cintura, así muy bien y con la mano derecha tomen la de ella, ahora la rutina 3 por favor, maestra música por favor.-
El piano sonó yo podía verlo de reojo con aquella chica pelirroja entre las manos, sentí un malestar inminente en el centro de mi cuerpo pero trate de ignorarlo y me limité a solo seguir el ritmo de mi pareja, no íbamos mal juntos pero no se sentía nada especial.
-y cambio de pareja, ustedes dos- señaló a una pareja del fondo -ustedes dos se quedan así gracias.-
La pista sonó de nuevo y el tiempo transcurrió, yo me pasé en brazos de algunos, pero con ninguno hacia click y el maestro me cambiaba y me cambiaba, pronto las parejas comenzaron a formarse y empezamos a sobrar solo unos cuantos, me sorprendí al ver que el aun seguí paseándose entre las demás chicas. Me distraje viéndolo moverse, tan ligero y firme, la delicadeza con la que tomaba la cintura de aquella castaña, solo verle hacia que suspirara.
-muy bien chicos gracias, no se preocupen aun tenemos una clase para terminar de acoplarnos con nuestras parejas, recuerden que aunque algunas ya estén si notamos que no funciona podemos cambiar antes de la tercera clase, los veo el viernes, gracias, cuídense.-
Todos se dispersaron y recogieron sus cosas, yo me acerqué al perchero, me puse el vestido y tomé mi bolsa, me senté y me quité las zapatillas, me puse los calcetines y mis botas, dejé los cordones sueltos, me vi en el espejo y me acomodé el cabello y salí del teatro, camine por los pasillos hasta llegar a la puerta principal, la calle estaba mojada, en la acera se reflejaban los destellos de las luces de la ciudad, algunas personas traían sus paraguas y sus botas de lluvia, los autos estaban forrados de pequeñas gotas transparentes, parecían cristales, suspiré y crucé, al otro lado había una cafetería y el olor a café caliente inundaba el lugar, empujé la puerta de cristal, pedí un capuchino y me senté en una mesa de afuera, esas mesas que están bajo un techo pequeño que da a la calle, saqué mis audífonos y di play a mi lista de música instrumental, puse los ojos en blanco y disfrute de mi café, en eso una mano en mi hombro interrumpió mi transe, volví la mirada, era el.
-¿te molesta si te acompaño.-
-¿que?, claro que no.- Jaló la silla de frente a mi y se sentó
-pensé que quedamos en que yo te llevaría a casa.-
-siento que es mucha molestia y no te conozco tanto-
-para nada, vivimos muy cerca- Levantó la mano y llamó a la mesera, pidió un café americano, me lo esperaba de el.
-jajaja.. Esta bien esta bien, ya no escaparé de nuevo- me sonrojé un poco y una sonrisa se manifestó entre mis labios.
-no lo hagas-
Sus palabras me tomaron por sorpresa y respire, un silencio algo incomodo nos llenó
-¿como supiste que estaba aquí?-
-salí y vi que no estabas, entonces miré al frente y te vi aquí sentada-
-gracias por no irte-
-Esta lloviendo, no iba a dejar que te fueras así, a demás es algo tarde y noté que no tenias intenciones de agarrar el último autobús-
-no, no la tenía- baje la mirada y tomé mi café
-incluso podríamos venir juntos al ensayo alguna vez-
su voz siempre sonaba tan tranquila y grave. Acabamos el café y el pidió la cuenta, sacó un billete y yo trataba de encontrar mi cartera entre mis cosas, levanto la palma frente a mi y dijo.
-yo invito-
-pero no tienes que...-
-de todas formas pensaba pasar a tomarme un café, mal tiempo lo ameritaba- sonrió y sus ojos brillaron en los míos
-¿nos vamos?-
-vamos-
Sonreí.
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Primer acercamiento
RomanceDecir que es una novela romántico seria alimentar una alta expectativa que tal vez esta historia no pueda cumplir. Recuerdos y presente, un intento por entender la mente de un hombre callado y profundo, interés y atracción en las que no hay lugar p...