Capítulo 4: ¿Nico y yo? Imposible. ¿Pero y si...? No, ¡imposible!

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Sábado, 15 de agosto.

No sé si decir que hoy ha sido el mejor día de mi vida o el peor, ¡maldita sea mi bipolaridad! Bueno, en el fondo la quiero.
¡Pero ese no es el tema!
Bueno, el caso es que mi no-cita con Nicolás fue TERRIBLE.

Por dónde empezar...
Cuando me llevó en su bicicleta al cine, pensaba que iba a venir su hermano mayor o su madre o yo-qué-sé-quién-más, al parecer NO. O sea, él estaba ahí con una bolsa de palomitas tamaño Torre Eiffel y dos botellas de Fanta sentado a mi izquierda con SU BRAZO RODEANDO MIS HOMBROS; y yo a su lado, fingiendo que me importaba un pingüino, aunque en mi mente pensaba: ‟¡¿Por qué acepté esto?! Ah, sí, ¡por mi mentalidad de repollo!ˮ.

Más tarde casi me atraganté con las palomitas cuando me dijo que me veía ‟lindaˮ , y me falto poquísimo para ahogarme con mi refresco al oír:

-¿Te dolió cuando te caíste del cielo? Porque eres un ángel -y encima lo dijo así, tan normal, como si preguntara la hora o me pidiera que le explotara un grano.

-¡Cállate ya, niño! -gritó un señor de unos 45 años, que estaba hablando por su teléfono.

-¡Cállese usted, está prohibido hablar por el móvil en una sala de cine! -a partir de ahí empezó una batalla de insultos y palomitas.

Yo tenía 3 opciones:

1) Patear al hombre desconocido, cuyo nombre ni me interesa.
2) Fingir que no conozco a Nicolás.
3) Quedarme calladita en el asiento y esperar a que termine la Tercera Guerra Mundial.

Nunca pensé que iba a elegir la última, verdaderamente estaba avergonzada.
Al final nos echaron de la sala, ¡genial! Me quedé sin ver la peli y seguramente no podré ver ninguna más gracias a él.

-¡Esto es por tu culpa! -le reproché, mientras le golpeaba con un menú que encontré bajo mi asiento.

-Lo siento, ¿vale? No era mi intención -se disculpó cabizbajo.

-¡No habría pasado nada si no me hubieras dicho esas cosas!

-¿Ahora no puedo ni alagarte? -me sonrojé ante sus palabras.

-¡Cállate! Sé que lo dijiste en broma -a pesar de que parezca que estaba súper segura, en realidad estaba tartamudeando.

-¡Estás roja! -se burló.

-¡Eso no es cierto! -balbuceé, parecía casi que me había olvidado de mi propio idioma.

-Sí lo es, y además pareces un tomate -río-. Qué linda -posó la palma de su mano en mi mejilla.

-Ya vale de idioteces -lo aparté, aún sintiendo el roce.

-Cierra los ojos -me pidió

-Ya me sé esta broma, Nico, cuando cierre los ojos vas a correr y al abrirlos te habrás marchado -rodé los ojos como si fuera la cosa más obvia del mundo, porque en verdad lo era.

-Te prometo que no lo haré.

-De acuerdo... -respondí de mala manera y cubrí mis ojos.

A continuación me besó cerca de la comisura, lo cual me dio muchísimo pánico y vergüenza; al destaparlos y volver a ver la escena, me encontré con que él también estaba un poco rojo, aunque no se notara demasiado bien.

-¡Aire, aire! ¡Necesito aire! -me repetía en mi mente.

Lo siguiente que recuerdo es que me desmayé y por arte de magia, o más bien por arte de Nico, aparecí en el sofá de mi casa. Después de eso me llegó un mensaje:

Nico: ¿Te lo pasaste bien conmigo? Estabas bastante roja, eh.

Yo: Emh... NO, apuesto a que mi tarde habría sido más divertida si me hubiera caído por las escaleras.

Nico: Qué simpática, tus palabras me conmueven.

Yo: Gracias, me salió del corazón.

Nico: Lirya.

Yo: ¡¿Ahora qué tripa se te rompió?!

Nico: El hígado, señorita.

Yo: ¿Me lo dices ya o me muero de impaciencia?

Nico: Lo pase... Esto... ¿Cómo dices siempre?

Yo: Tuttifrutti.

Nico: Lo pase tutifruti ;)

Yo: ¿A qué viene ese guiño?

Nico: Es por poner algo.

Yo: Vale...
¿Y se supone que yo soy la rara?

Nico: Sinceramente, estás mas guapa sin tanto sarcasmo. Aunque eso no quita que sigas siendo linda.

Yo: ...
¡¿Qué?!

Apagué mi ordenador antes de que pudiera responderme cualquier tontería, sin duda él desintegra mi paciencia. Voy a poner un ejemplo: Agarra una prenda negra que aprecie tu madre y echa lejía encima, con cuidado de que no te caiga en la piel; ahora deja que se seque, coge unas tijeras, recorta todo y espera a que tu madre lo vea... Mi paciencia es la prenda, Nico es el idiota que haga eso y yo soy la madre enojada que va a matarlo con la chancla en mano, o tal vez con la escoba.

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