¿Destino?

31 2 0
                                    

-¿Realmente quieres ser normal?- Ante esa pregunta se quedo pensativo.

¿Quería ser normal? Sí. Él lo quería más que a nada en el mundo, quería dejar de ser ignorado, quería tener amigos, quería vivir completamente de nuevo una nueva vida, sin que nadie lo señalara como un monstruo por sus brillantes ojos dorados o por las cicatrices que recubrían la mayor parte de su cuerpo.

-Sí.- Afirmo con seguridad.

El desconocido ladeo la cabeza mirándolo fijamente a los ojos, unos segundos después formo una gran sonrisa dejando ver que le faltaban algunos dientes y cuando hablo su voz apenas era un susurro siniestro y lleno de oscuridad.- Lo haré, pero quiero algo a cambio.

-Lo que quieras.- Dijo animado y rebuscó en su bolsa pensando que el desconocido querría dinero, no sabía como podría convertirlo en normal, pero no le importaba. Tal vez después de todo había tenido suerte en perderse por el bosque prohibido.

El anciano observaba atentamente cada movimiento del joven, no podía creer que esto estuviese sucediendo de verdad, hacía demasiado tiempo que no se divertía como ahora, todo lo del humano le divertía inmensamente, nunca había observado a un humano tan inocente, ingenuo e increíblemente estúpido.

-Gracias por ayudarme a cumplir mi destino, señor.- El joven se inclino respetuosamente y el anciano alzó una de sus cejas con curiosidad haciendo que en su rostro apareciesen más arrugas de las que tenía.- Es mi destino convertirme en un ser normal, por eso me he encontrado hoy con usted.- Explico el joven para gran diversión del anciano, pero él tuvo que mantener su carcajada mientras asentía como si le restase importancia.

Aunque no pudo evitar que su carcajada resonase por todo el bosque al ver como el joven le ofrecía una pequeña bolsa con monedas de oro. El muchacho dio un paso atrás sorprendido y con un poco de miedo que solo aumento su diversión.

-No es eso lo que quiero.- Rechazó el anciano.

-¿Entonces qué quie...- El joven no pudo terminar porque el desconocido lo agarró de la muñeca firmemente. Las preguntas que estaba listo a hacerle al anciano murieron en su boca cuando se quedo mirando como las cicatrices que cubrían su cuerpo iban desapareciendo, sentía sus ojos arder y cuando miró su reflejo en el agua del lago, que estaba a unos metros alejados de ellos, observo como sus ojos dorados, parecidos a los de una serpiente, se volvían marrones. Se rió con asombro y alegría, al fin había cumplido su destino y podría vivir su más deseado sueño.

Cuando sus labios se separaron listo para agradecerle sintió como sangre salía de su boca y se deslizaba por su barbilla, sus pulmones ardían ante la falta de aire que le llegaba, su corazón poco a poco dejo de bombardear sangre por todas las venas de su cuerpo y con último latido se detuvo para siempre.

-Querías ser normal y lo has sido, pero deberías haber sabido que todo en la vida tiene trucos y ahora has muerto como un humano normal.- Esas palabras fue lo último que escucho del anciano mientras moría y se le quedarían grabadas durante todo su eterno descanso.

El destino era complicado, podías intentar comprenderlo todo lo que quisieses, aunque fuese imposible, pero nunca podrías afirmar tú propio destino. Lo único que se comprendía del destino era que te informaba de que estabas destinado a algo con señales, y si no sabías interpretarlas no importaba que decisión eligiese, porque las decisiones hacen el futuro que tu escojas, pero tu destino nunca cambiaría, porque siempre estarías destinado a lo mismo.

-Gracias por la ayuda.- El anciano sonrió al joven que ahora estaba inmóvil mientras flotaba en el lago, humo verde rodeaba el cuerpo del anciano cambiando su aspecto. Sus cabellos blancos oscurecieron hasta convertirse en un oscuro negro como la oscuridad de la noche y las alas de un cuervo y las arrugas que mostraban su vejez desaparecieron dejando su piel completamente lisa. Cuando el humo dejo de rodearlo él ya no era un anciano, ahora era un hombre de veinte tantos años, aunque sus oscuros ojos seguían mostrando una sabiduría inmensa, él susurro unas últimas palabras antes de desaparecer por el bosque.

-Nunca te fíes de un desconocido, porque gracias a tu estupidez podré vivir otros cien años más.

Nunca intentes elegir tu propio destino, porque habrá graves consecuencias.


Relatos cortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora