Allí estaban ambos

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Allí estaba ella, bailando en el centro de la pista. Sus rizos dorados se agitaban en el aire y su risa sonaba alegremente mientras observaba las tonterías de sus amigas.

Allí estaba él, apoyado en la pared mientras bebía su vaso de whisky. De vez en cuando se pasaría una mano por su pelo corto y sus ojos siempre buscarían entre la multitud a alguna chica con la que pasar la noche.

Allí estaban ambos, sin ser conscientes de unos ojos oscuros observando cada uno de sus movimientos, observando como hablaban, como se conocían, como nunca dejaron de verse, como conforme pasaba el tiempo ambos se iban acercando cada vez más.

Y allí estaban ahora, en un callejón oscuro de una noche fría. Ella observaba con sus inocentes ojos el arma que apuntaba directamente hacía su corazón. Sus mejillas estaban empapadas, pero no retrocedió y mucho menos suplicó.

Allí estaba él, corriendo hacía su enemigo y la chica. No podía permitir que ella muriese por su culpa. Un disparó sonó y con alivio vio como su enemigo golpeaba el suelo. Sin embargó otro disparó hubo y la chica cayó al suelo. Su jersey puramente blanco pasando a rojo en segundos.

Y allí estaba él, completamente solo con el cadáver de la chica que había llegado a amar en sus brazos. Gotas de sangre golpeaban sin piedad el frío suelo y él enterró su rostro en el cuello de la chica rogando. Rogando que despertase, rogando que todo estuviese bien.

Y allí seguía él, despertando de lo que parecía ser un sueño, pero simplemente era la cruda realidad. 

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