Débil

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Todas la miraban, la mayoría veían a través de ella, como si no existiera, y pocos realmente la miraban, sin embargo todos veían solamente a una chica tímida y solitaria, una chica que no hablaba a no ser que le preguntases algo y aún así sus respuestas eran breves. Ella era la chica misteriosa que había repetido dos veces por faltar a clase, que se cambió de escuela tratando de iniciar de nuevo, pero lo único que consiguió fue que sus problemas se agrandasen.

Ninguno de sus compañeras sabían porque faltaba tanto y cuando se lo preguntaban por las redes sociales ella respondía que por enfermedad, siempre la misma excusa. Normal que al final se hartasen de ella y dejarán de hablarle.

Los días pasaban y ella no asistía, provocando que los profesores contactaran con sus padres. Y así ella fue obligada a asistir al psicólogo y al psiquiátrica. Trataron de medicarla y de hacerla hablar, pero no lo consiguieron y pasaron a las amenazas, amenazas que le ''advertían'' sobre ser alejada de su familia y ser llevada a un centro con otros adolescentes problemáticos. En cada ocasión ella asentía y decía que lo entendía, pero su madre nunca le creyó y lo demostraba recordando le los problemas que estaban agrandándose a cada oportunidad que tenía. Así fue como ella empezó a encerrarse en su habitación, solamente con su portátil y sus libretas.

El miedo la consumía y la aterrorizaba. No quería enfrentarse al instituto y a sus compañeros. No quería ir a donde más vulnerable estaba. No quería que volvieran a burlarse de ella. Tenía un problema, todos los psicólogos se lo decían, pero no podían solucionarlo y le preguntaban a ella lo que quería. Y ella se hacía esa pregunta. ¿Qué es lo que quería? No lo sabía, pero cuanto más pensaba en ello, más claro lo tenía. Ella quería a alguien que la comprendiese, alguien que entendiera sus sentimientos y sus pensamientos, alguien que no le recordase los problemas que se avecinaban. Ella simplemente quería a alguien que agarrase su mano, que le secará sus lagrimas y que le diese un empujón hacía sus metas.

Pero ese alguien nunca aparecía y su grito seguía resonando en su mente.

Y la presión en su pecho aumentaba, impidiéndole respirar, y el odio crecía. Pero no odio a los psicólogos y mucho menos a su familia. El odio era para si misma. Y es que con solo mirarse al espejo se odiaba, odiaba lo débil que era, odiaba que su familia sufriese por su culpa y sobretodo odiaba el no tener valor para enfrentarse a sus problemas.

Lo que realmente era peor era que en las vacaciones estaba perfectamente, sonreía, se reía con su familia, sus hermanas le sonreían y su hermano pasaba de ella, pero no tan fríamente, todo estaba bien. Entonces las vacaciones se terminaban y el infierno volvía. Su familia se distanciaba de ella, su madre a la mínima que la miraba ya le estaba gritando, su padre le rogaba que lo intentará, sus hermanas la miraban fríamente, su hermano la ignoraba. Ya no habían sonrisas o carcajadas, simplemente una adolescente encerrada en su habitación con los auriculares puestos, la música a todo volumen tratando de ignorar las voces de sus familiares, y escribiendo en una vieja libreta.

El bolígrafo golpeando con fuerza las hojas, sus manos estaban adoloridas y cansadas, pero no se detuvo. Al fin estaba escribiendo lo que sentía y nunca quiso detenerse. Y sin embargo su mano temblaba y su letra empeoraba con la velocidad, pero no le importó, ni si quiera se detuvo cuando las lagrimas empezaron a empapar el papel. 

Había pensado tantas veces en el suicidio, en tantas maneras de poder morir, pero nunca lo hacía. Incluso había guardado un cuchillo en su mesilla de noche, oculto en un cajón debajo de cajas vacías y de su diario. Su diario, donde había escritos momentos alegres cuando era inocente y antes de que todo esto pasase, su diario donde las hojas ocupadas con nada más que felicidad pasaron a ser de tristeza y cartas de despedida.

Siempre escribía en su diario en las madrugadas y después cogía el cuchillo mientras se miraba al espejo, recordándose lo mucho que se odiaba y que su familia estaría mejor. ''Así se acabarán todos los problemas y mis padres volverán a vivir tranquilos'' Eso se repetía sin parar e incluso cuando más decidida estaba a morir se detenía. Apartaba el cuchillo de sus muñecas y lo volvía a guardar mientras lloraba, lloraba silenciosamente mientras su familia dormía sin ser consciente de lo que sucedía en esas cuatro paredes.

Y así seguiría siendo.

Ella nunca sabría si algún día sería capaz de hacerlo, probablemente no, porque a pesar de sus deseos suicidas ella quería vivir, quería enamorarse y experimentar todo sobre amar a alguien, aunque después pudiesen romperle el corazón, quería publicar sus libros y que las personas los leyesen.

Pero la presión era tanta que a veces creía que nunca conseguiría todo eso.

Entonces ella suspiró, respiró hondo, dejando que el dolor la inundará, y cerró la libreta sabiendo que no había nada más que escribir. Todo lo que tenía que decir y que nunca dirá ya estaba escrito, ya podía respirar tranquilamente.

Y aún así su mano siguió temblando mientras su pecho se apretaba dolorosamente con cada respiración que tomaba.



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