Relatos cortos

Alma pura

La primera vez que él la observo lo supo. Supo que ella era la indicada. La indicada para salvarlo. Solo necesitaba absorber su blanca alma y él se alzaría del infierno.

Era simple. Él la enamoraba y ella se lo concedería todo, no haría ni falta arrebatarle su alma por la fuerza, el único problema era que había riesgos de que el también se enamorase como en las historias clichés de los humanos o que le sucediese lo mismo que a otros demonios , otros demonios que murieron por su ''amor''. 

Por suerte, él era más inteligente que los demás y tenía más años de existencia. Así que él lo hizo, la enamoro perfectamente y le pidió su alma para que pudiesen estar juntos. Y ella accedió encantada.

Y ahora aquí estaba. Observando como poco a poco el alma salía de su cuerpo e iba directo hacía él. Alzó la vista para ver su parte favorita, la parte en la que los ojos de los humanos perdían el brillo de la vida cuando morían, fijo su mirada en los ojos marrones de ella y sonrió. Ella seguía mirándolo con todo el amor del mundo sin ser consciente que su cuerpo estaba muriendo. 

Mientras ella moría lentamente él noto un leve resplandor rodeándola en la oscuridad de la nada. Era como una bella flor brillando inocentemente en la inmensa oscuridad, sin notar el peligro que corría y sin ser consciente de las sombras que la rodeaban esperando consumirla como él estaba haciendo ahora mismo. 

Ella al fin pareció entender que este era el final de su vida y se inclinó hacía él, sus labios se presionaron firmemente en los de él y retrocedió sorprendido. ¿Qué le pasaba a esta chica? ¿Es que no entendía que él era el causante de su muerte? Lo debería de mirar lleno de odio e intentar golpearlo, no besarle. Mientras se limpiaba la boca pudo notar como una lagrima de dolor se deslizaba por la mejilla de ella, pero no era dolor físico, al parecer era dolor a su rechazo. 

Sacudió la cabeza con incredulidad y con su mano derecha agarro el alma. Unas ramas aparecieron formando un arco a unos metros de ellos y una sonrisa victoriosa se formo en sus labios. Al fin podía ser libre del infierno. 

Con solo dar un paso podría ser libre eternamente y recuperar sus poderes, pero algo le hizo dudar. Dio una mirada hacía atrás para ver donde minutos antes había estado ella ahora había una margarita blanca que sobresalía entre tanta oscuridad.

-Interesante.- Murmuro él con una sonrisa de lado.

Al parecer parte del alma se había quedado en esa margarita y seguramente dentro de unas horas, tal vez incluso unos minutos la margarita volvería a convertirse en el cuerpo de la chica reviviendo la por completo. 

Y como la chica lo amaba demasiado iría tras él, aunque sabía que ella no podría salir del infierno él no podía evitar esperar a ver a la inocente chica de antes convertida en un demonio.

Se puso debajo del arco y un suspiro de satisfacción se le escapo al sentir como se volvía más y más poderoso. Sus colmillos sobresalían un poco, sus cuernos negros crecieron junto a sus uñas y sus ojos se volvieron negros con el iris azul marino. Su vestimenta seguía siendo la misma, los mismos pantalones negros y las mismas botas también negras, pero su camiseta había desaparecido mostrando su pecho lleno de cicatrices.

Abrió los ojos un poco y vio como la margarita se marchitaba mientras desaparecía, un pétalo cayó al suelo y las sombras se agruparon formando una silueta femenina.- Adiós, Abey.- Le hizo un gesto burlón mientras sonreía y desaparecía.

Para salir del infierno necesitabas atraer a alguien con un alma pura y arrebatársela, dejando así que esa persona se pudriese en el infierno a cambio de tu libertad, y le había tocado a Abey ser esa persona. Y honestamente él no sentía ninguna culpabilidad. ¿Por qué debería? Él era el rey del inframundo, él era Satanás, podía hacer lo que quisiera. 

-Es hora de que comience la fiesta.- Él sonrió inmensamente mientras comenzaba a caminar hacía una aldea.