Recuerdos

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No era novedad que mis padres discutieran, pues ya se había vuelto rutinario, ya eran dos años con todo esto. Entre medio de gritos y palabras pude llegar a mi destino: mi pieza. Encendí el celular y empecé a escuchar música para olvidarme de las discusiones de mis padres por un momento. 

Entré a mi Facebook y hablé con Carolina, me hablaba y me respondía atentamente, me sentía bien con ella, no me podía adaptar al liceo, pero si por lo menos había logrado tener una amistad, una gran amistad. Después de una partida de "Candy Crush" y de escuchar un par de temas de  "One Republic" decidí ir a dormir , a esperar otro día largo y agotador que me esperaba , como lo había sido el resto de la semana.

Quinto día de clases, San Viernes, iba nuevamente con la disposición de hablar con más gente, cambiar el mundo y buscar nuevas amistades, ya que esto no había resultado el resto de la semana, pero en esta ocasión los intentos dieron sus frutos. Vitoria era una chica guapa, linda, con unos grandes ojos cafés y cabello ondulado, por otra parte estaba Alejandra era una chica linda, de ojos azules, alta y delgada además, muy atractiva, pero si me dan la posibilidad de elegir entre Vitoria y Alejandra, me quedo con la primera. Hablé un par de minutos con ellas, y con Javier un chico simpático, risueño y de baja estatura.

3:30 de la tarde, tocaron el timbre para irnos a casa, final de una larga y abrumadora jornada. Salí del liceo junto a Carolina, agotado después de las intensas clases de educación física del profesor Godoy. Carolina me iba a acompañar a hacerme una perforación en la oreja, nunca pensé de que me dolería tanto ni que me lo iba a hacer, un simple hoyo en la oreja me dolió muchísimo, grité y hasta un par de lágrimas cayeron de mis ojos, no sé si yo soy muy cobarde o simplemente toda la gente que se hace un aro le pasa lo mismo que yo, quede como un niño al lado de Carolina, pero lo bueno es que ella no le iba decir a nadie. Me compré un aro de madera negra y me lo puse de inmediato. Fuimos a comer un helado, yo invitándola por tener la voluntad de acompañarme y la voluntad de soportar mis gritos y llantos. Pedí una copa de chocolate con crema y ella pidió una copa de frutilla con salsa de manjar, estuvimos un largo rato charlando de la vida, como si nos conociéramos hace millones de años, me sentía muy bien a su lado.  Luego de disfrutar el helado, la acompañé hasta el paradero, para que tomara su respectiva micro que la dejaba a unas cuantas cuadras de su casa, pero en ese instante quedé paralizado, no entendía que le pasaba a mi cuerpo, pero mis ojos si lo entendían... Ese día fue muy conmovedor, recordé viejos momentos, desde el primer día que la vi hasta el último, en el cuál mis padres se enteraron y nos separaron, sí, era ella, después de refregarme los ojos un par de veces, la pude distinguir perfectamente ante la multitud, ahí estaba mi razón de vivir, mi amada y querida Antonia.

VIDA DE UN ADOLESCENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora