La puerta se abrió y pude ver el interior del aula, las sillas se extendían a lo largo del salón en filas de 5 por 6 sólo 15 estaban ocupadas.
La maestra, era delgada, algo mayor, pero, era todo un dulce, amable y reconfortante.
-¡Hola!-
Me dijo y me despegó de mis pensamientos.
-Tú debes ser la nueva, ¿como te llamas? -
Me pregunto, sonriendo.
-karla- contesté, con voz airosa y nervios en la piel, sudor frío, a pesar del calor...
-bienvenida... puedes sentarte- busco asientos y encontró uno especial, uno pegado a aquel ventanal con vista a la recepción. Hasta a delante.-ahí- me señaló mi lugar.
Con los hombros a bajos y la espalda inclinada (no solamente por el peso de la mochila) baje mi cabeza y no me atreví a mirar a los demás hasta que me senté y di un recorrido rápido con la mirada al salón.
De un lado a otro, desde donde se encontraba el pizarrón y el escritorio de la profesora, hasta ese lugar. Ubicado hasta atrás, donde aquella persona, aquel niño se encontraba,Usaba una gorra y el uniforme escolar.
Yo lo mire, el me miro.
Y después pensé, ¿que habrá echo tan malo para que alguien tan dulce como la maestra lo haya excluido así?.
Inmediatamente gire mi cabeza cuando me percaté que el me había pillado mirándolo.
La maestra grito.
-¡Horacio! Integrate.-
Y el sin despegarse del asiento lo arrastró hasta la última fila más cercana a la pared.
Su nombre era Horacio...
Y yo, yo me llamaba Karla.
ESTÁS LEYENDO
sin título.
Romancecreo, que está más que una novela, es algo que quiero contar, una historia, que puede o no puede ser mía... sólo, es algo que siento debo escribir. perdonen si no es buena. soy nueva en esto.