capítulo #8: Horacio.

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Mentiría si dijera que todo aquello a aquel niño me era total y completamente ajeno.

Yo, sin haberlo siquiera pensado, me había dado a la tarea de observarlo, verle a tal grado de conocer aquellas manías suyas.

Le había visto jugar siempre con aquella gorra que llevaba a diario a la escuela, y ese movimiento que hacía con sus piernas  como si estuviera nervioso, como se quitaba los lentes y se tallaba los ojos cuando estos empezaban a molestarle.

Cosas pequeñas y diminutas, que nadie notaría a menos de que se le pusiera mucha atención, y yo, sin saber, se la daba.

No recuerdo cuando fue la primera vez que hable con el, ni cual fue la primer conversación que entable con el, nuestra primera palabra tal vez fue "Hola" o quizá "adiós".

Lo que si recuerdo, fue ese día, en el que llegue a la escuela, y al ver mi espacio, no estaban Efraín, ni Emmanuel, como de costumbre.

El, estaba un puesto detrás mío y detrás suyo, estaba un grandulon, narizon a quien conocí como julio.

¿Como paso? Fue lo que jamás tuve el gusto de saber.

Al dirigirme a mi lugar no les dirigí a palabra, o pronuncie vocal alguna, sólo pase a un lado suyo y me senté.

No me sentía nerviosa, estaba más bien confundida, bellamente confundida.

Cuando la maestra empezó a dar trabajo para el día al salón, me llegó un papelito mal doblado, con un "Hola :)" escrito.

No negaré que estaba confundida, y al contestar , sólo fue un "Hola" seco, sin caritas sonrientes, ni signos de puntuación.

Desconocía el origen de aquel papelito, así que se lo entregue a quien me lo había dado, a Horacio.

-Soy Horacio-

Fue la respuesta de este, y, después de esto, yo ya no podía dejar de hablarle.

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