Alges: La Cazadora {No será continuada}

Capítulo IV

          Es temprano en la noche, pero el ataque ocurrió hace horas, lo que quiere decir que fue a plena luz del día. Emery no ha terminado de criticarme. Sigue hablando a mis espaldas sobre mi incompetencia, pero la estoy ignorando. Viviana me mira con pena, Kilian la ignora tan bien como yo, pero mi madre es otra historia. Puedo ver su rostro por la esquina de mi ojo. Tiene los brazos cruzados, mantiene su vista fija en su hermana y aprieta la mandíbula como conteniéndose. Decido ignorar a ambas Knights y me enfoco en la escena frente a mí. Sé que debe haber algo que estoy pasando por alto. Claro que tengo la nota y ahora sé que alguien está cazándonos, yendo de uno en uno y tachando nuestros nombres de una lista de sabrá Dios quién, pero no es suficiente para apuntarle el dedo a un sospechoso. Tengo que volver a mi oficina y revisar los archivos. Debe haber algo que nos conecte, un punto en común que me guie hacia el culpable, aunque claro, todos los cazadores están conectados a mí de una manera u otra.

—Reina Knight—dice un cazador a mi izquierda. Yo alzo la vista desde el lugar donde estoy agachada en el suelo, cerca de uno de los cuerpos.

— ¿Bueno?—Digo cuando el hombre no habla.

—Uh, hay algo que debería saber—. Alzo una ceja para que continúe—. Ellos no estaban aquí solos.

— ¿A qué te refieres?

—A que estaban reuniéndose con...con rebeldes.

Me pongo de pie tan rápido que mi cabeza da vueltas por unos segundos. Observo al cazador con los ojos abiertos.

— ¿Discúlpame?—Digo dando un paso hacia él y él se aleja.

—Estos cazadores hacían tratos con rebeldes, los lobos fugitivos—dice el cazador mirando hacia el suelo. Aprieto mi mandíbula.

— ¿Cómo sabes eso?

—He escuchado rumores y siempre envolvían sus nombres. Además, ¿qué se suponía que estuvieran haciendo en esta área desierta de Weston? Obviamente no estaban jugando a las muñecas.

—Ha—escucho los pasos de Emery acercándose. Miro hacia el cielo y pido paciencia—. ¿Escuchaste eso, Roxanne? Traidores, aliándose con rebeldes bajo tus propias narices.

—Emery...—digo girándome para verla.

—Te lo dije, eres una irresponsable. Si fueras una buena reina podrías identificar a los traidores tan solo de verlos, por amor a Dios—dice.

Mis ojos van a mi madre, quien se mantiene a unos pasos de distancia. Su mandíbula está tan apretada como la mía y mira hacia el suelo con las manos cerradas en puños. Estoy segura de que Kilian puede escuchar su respiración agitada, porque yo soy humana y lo puedo hacer. Es una de las pocas veces que veo a mi madre a punto de perder el control. Emery, por otra parte, parece inmune a las cuchillas que le envía mi madre con su mirada.

—Uno pensaría que alguien con tu nivel de conocimiento y entrenamiento sabría sobre estas cosas, especialmente cuando dan pie a ataques como estos—dice Emery y se detiene a pasos de mí—. Esto solo prueba tu incompetencia. Deberías renunciar al título, antes de que nos termines matando a todos.

— ¿Y dárselo a quién, Emery?—Dice mi madre, interponiéndose entre ambas—. ¿A ti? Te recuerdo que tú eres la incompetente en este grupo. No pudiste controlar a un solo lobo en New Orleans y ahora acusas a mi hija de ser igual que tú solo porque no puede descifrar quien está cazándonos. Por si no te has enterado, tú también perteneces a esta organización y tú también tienes el deber de investigar. A ver, dime ¿Quién es el atacante?— El rostro de Emery vale un millón. Sus ojos verdes brillan con furia y aprieta sus dientes. Mi madre alza su mentón—. Ah, ya veo. No tienes ni la más mínima idea, ¿no es así?—Emery toma su tiempo, pero asiente—. Entonces cierra tu condenada boca y ponte a trabajar a ver si lo descubres y haces algo productivo, arpía.