Descanso Con Papá

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-Oye, despierta. No es momento de dormir. Hay que ir a la oficina.
Escuché una voz seria, fuerte, varonil, imponente, tajante. Sin duda alguna, era papá.
-Ay viejo, aún es temprano.
-Dije que te levantes.
Abrí débilmente mis ojos y lo vi sacando el saco y que yo iba a llevar ese día. Sonreí. Amaba a papá.
-Ya, ya... Me levanto...
Me bañe, lavé mis dientes y baje al comedor, en donde papá me estaba esperando.
-Se te ve bien ese traje, muchacho.
-¡Claro que se me ve bien! Lo llevamos en la sangre.
Ambos sonreímos y la sirvienta, que ayer había tomado su descanso, nos hizo el desayuno.
-Aquí está jefe. Espero le guste, a usted y, claro, al joven Germán también.
-Gracias Gladis.
Gladis era nuestra amable y gentil sirvienta. Mi papá la contrató justo cuando se encontraba en la miseria de las calles, con cuatro hijos que alimentar. Y que a pesar de ser de origen indígena, sabía trabajar, ¡y duro!
-¡Muchas gracias Gladis!

Acabado en desayuno, subimos al auto rumbo a la oficina.
-Oye, ¿y tu esposa?
-Ya te dije que la llames mamá. -Y yo ya te dije que sólo tengo una mamá... Y está a dos metros bajo tierra.
Mi papá me volteó a ver, con una combinación clara de ira y melancolía causada por mi comentario.
-Te decía, ¿dónde está tu esposa? No la vi en el desayuno
-Me dijo que quería tomarse un día para ella sola. Ya sabes: maquillaje, cosméticos, arreglos de cabello, cosas de belleza y de mujeres.
-Te pidió la tarjeta, ¿me equivoco?
Pregunté con un aire de monotonía. Ya conocía bien a esa mujer.
-Pues claro que me la pidió, es una mujer.
-Tsk... Ya lo sabía...

Después de una incomoda conversación, y otras tres bastante alegres y amenas, llenas de risas y comentarios graciosos, llegamos a la oficina.
-Bueno, ya sabes dónde queda tu cubículo.
-¡No tiene que repetirlo capitán! ¡A sus órdenes!
Sonreí ampliamente. Esa era una curiosidad. Los días que yo iba a la oficina con papá, era una hora de trabajo... ¡Y siete de juego!
-Hijo, necesito que termines que acabes los reporte que te pedí.
-¿Los de exportación al Hotel Maya?
-Sí, ¿en cuanto tiempo los terminas?
-Veinte minutos.
-Hecho.
Le guiñe el ojo, entré a mi cubículo y empecé los reportes.
Era más relajante hacer reportes de contabilidad de exporte e importe en la impresa privada de papá, a estar encerrado en casa.

Luego de terminar los reportes, se los entregué a papá, quien los recibió con una sonrisa aprobatoria.
-Bien muchacho. ¿Qué película vamos a ir a ver?
-Mh, no quiero ir al cine.
-¿Qué quieres entonces?
-Quiero... Regresar a casa...

Papá guardó silencio. Le había sorprendido mi respuesta.
-¿A nuestra casa? ¿Con mi esposa ahí?
-Sí. Tengo cosas en qué pensar y quisiera dormir temprano...
-Mh... Bueno... Pero a la próxima veremos la película de terror que han estado anunciando estos días, ¿entendido?
-¡Sí, señor papá!

Subimos al auto de regreso a casa.
-¡Oh, hola querido!
Eloisa recibió a mi papá con un abrazo, un cigarrillo en una mano... Y una copa de whisky en la otra... Qué asco.

-Descansa campeón.
-Buenas noches papá. Te quiero.
-¿Y de mi no te vas a despedir?
La miré con odio. Lo hacía con toda la intención de hacerme quedar frente a papá... No tenía opción en ese instante...
-Buenas noches... Doña Eloisa... Cerré mi habitación con un portazo y me metí de lleno en mis pensamientos...
"Mañana iré a casa de Ángel... Emocionante..."
Y dormí, pensando en eso.

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Foto del papá de Germán. Imaginenlo así, pero sin el cigarro ^^U
Espero les haya gustado, y lamento haber subido este capítulo un poco tarde.

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