El Pasto Siempre Es Más Verde

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Al día siguiente, entrando al colegio, no quería que nadie me viera. Trataba de ocultarme, por temor a que las personas me vieran y recordaran lo que había ocurrido el día anterior.
-Dios, no lo puedo creer. Tendré que hablar con Elizabeth sobre lo de ayer.
Dije mientras entraba al salón. Eran las 8:15, tendría que aguantar 45 minutos de incomodidad mirando al profesor Ciencias Sociales.

Después de eso, me dirigí hacia la segunda planta, a esperar a Elizabeth. Vi que uno de sus compañeros de clase estaba ahí; decidí preguntar.
-Oye, ¿de casualidad no sabes cuanto falta para que los de esta clase salgan?
El sujeto me miró de arriba a abajo con asco.
-Unos ocho minutos, pero... ¿A ti qué te importa? No tienes nada que buscar aquí.
Contuve mis ganas de golpearlo en la cara con toda la fuerza que tenía.
-Estoy esperando a mi novia, Elizabeth.
-¿Tu novia? Querrás decir la novia de Spencer.
-¿Novia de Spencer? ¿Spencer Poliuvsky?
-Claro, ¿cuántos Spencer conoces?
Dejé salir un pequeño suspiro lleno de frustración.
-¿Dónde están?
-Están en-...
La campana de fin de turno lo interrumpió. Volteé a ver... y era cierto. Vi a Elizabeth tomada de la mano con Spencer. Por instinto quise lanzarme sobre él y destrozar su cara de niño lindo, pero Elizabeth se veía tan feliz a su lado, al menos hasta que me vio parado ahí cual retrasado mental y se acercó a mí.
-Spen, ¿me puedes esperar en el comedor?
Dijo mientras besaba su mejilla.
-Por supuesto nena. Sólo procura que nadie toque lo que es mío.
Guiñó el ojo. No sé si eso iba dedicado a ella, o a mí a modo de burla.
-Elizabeth, ¿me puedes explicar por qué estás con ese patán? Es un idiota. Según yo, tú y yo seguimos siendo novios.
Ella suspiró, me miró a los ojos y comenzó a hablar con un tono frío, con el que nunca me había hablado antes.
-Germán, yo te quise y te quiero... mucho, pero eso que hiciste no lo pude soportar.
En realidad, ¿qué había hecho?
-¿Eso qué hice? ¿De qué hablas?
-Hablo de abandonarme, de olvidarme, de dejarme en segundo plano.
-¿Estás diciendo que te vas sólo por que no te he puesto atención estos días?
-No... bueno, un poco sí. Lo hago porque... porque el tiempo contigo ya no me llena, porque los "te amo" que me decías sonaban falsos, por preferir a ese chico que a mí.
¿"Ese chico"? ¿Hablaba de Ángel?
-¿No te refieres a un muchacho de primer semestre? ¿A Ángel?
-No sé y tampoco me interesa saber. Germán... metiste la pata, pensaba que íbamos a estar juntos... el resto de nuestras vidas, pero te conozco. Eso que me hiciste es señal de que has perdido el interés. Has dejado de tratarme con cariño, no es como antes era. Y honestamente, prefería terminar aquí antes de que esto creciera y me lastimaras aún más.
Y cuando pensaba que sus palabras no e podían herir más, me dirigió una mirada que se sintió como una daga fría en mi pecho.
-El pasto siempre es más verde, pero el corazón no siempre siente lo mismo.
Y fueron sus últimas palabras, su último adiós. Se fue sin darme la oportunidad de aclarar las cosas. Pero tampoco había mucho que aclarar, tenía razón, y eso era lo peor. Ella estaba en lo correcto, la había descuidado... Dios mío, había cometido un error gigantesco. Me sentía sucio. Apretaba mi pecho con fuerza, tratando de sofocar ese dolor punzante y asfixiante que sentía.
¿Alguna vez han experimentado que se les rompa el corazón?
Yo sí, y créanme, duele más de lo que las novelas dicen. El mundo se me venía encima, sentía que me desmoronaba, que caía pedazo a pedazo, pero lo peor del caso, es que todavía quedaban cinco clases más.

No pregunten como, porque ni yo mismo lo sé, pero acabé la última clase "vivo". Salí del colegio a prisa. El cielo estaba gris y las nubes se disponían a dejar caer un torrente sin piedad, pero era mejor para mí, porque entre las gotas de lluvia, las lágrimas se confunden fácilmente.
Mientras caminaba, escuchaba el salpicar del agua que causaba alguien corriendo. Me volteé y vi a Ángel tratando de alcanzarme.
-¡Senpai! ¡Senpai! ¡Esperame!
"Qué raro, su mamá lo viene a buscar siempre, pero hoy que llueve no. Menudo sin sentido", dije en voz baja. Al llegar frente a mí, se apoyó en mi costado, recuperando el aliento. Estaba cansado por correr de esa forma.
-O-oye, ¿dónde has estado todo el día? Te había estado buscando. Eres un Senpai malo~.
Dijo mientras sonreía y pellizcaba mi mejilla. No contesté, me limité a mirarlo seriamente.
-¿Senpai? ¿Pasó algo?
-Nada de tu incumbencia.
-¿Se-seguro? Te noto muy serio...
Notaba la preocupación en su rostro, pero me negué a caer en su encanto de nuevo.
-Aléjate de mí.
Le dije con una voz casi inaudible pero severa.
-¿Eh? ¿Que me aleje de ti? ¿Hice algo malo? Si es así, dímelo por favor...
Vi su expresión; me recordó tanto a mí en aquel momento en el que Elizabeth me dijo eso: "El pasto siempre es más verde"... Quedé congelado y lo empuje con fuerza, causando que resbalara y cayera en un charco.
-¡Te dije que te alejaras! ¡Por tu culpa perdí a Elizabeth! ¡Perdí a mi princesa! Y ahora no la voy a recuperar...
-Se-Senpai... Y-yo...
Extendió sus brazos hacia mí, rogando piedad. Sus ojos se volvieron cristalinos, débiles, empezaban a derramar lágrimas sin su consentimiento.
-¡Que te alejes!... Eres el causante de todo.
Y me alejé corriendo. Lo había dejado ahí en el piso, bajo la lluvia. No quería voltear atrás, porque sabía que si lo hacía... iba a regresar por él.
-No mires atrás Germán... no mires atrás.
Continué corriendo hasta llegar a mi casa, subí las escaleras y me encerré en mi habitación con llave.
Hundí mi rostro de lleno en la almohada, recordando las palabras de Elizabeth... y el rostro desfigurado por la tristeza de Ángel.
-Basta... deténgase malditos recuerdos. No me atormenten más...
Y al final caí dormido, con los ojos hinchados de tanto llorar, la almohada húmeda a más no poder, y con un agujero en el pecho.

Un Giro En Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora