La casa vacía
EL SÁBADO ME DISPONÍA A SALIR para reunirme con Mi-ru cuando Myeong-seo me telefoneó.
—¿Qué haces?
—He quedado con Mi-ru.
—¿Con Mi-ru?
Podría haberle contestado sin rodeos, pero titubeé. Hasta ese momento Mi-ru y yo nunca nos habíamos visto a solas, sin él.
—¿Dónde?
—Pensamos ir a la casa de baños.
—¿A la Casa de baños de Dongsung?
—¿Cómo lo sabes?
En lugar de responder, soltó un largo suspiro. Mientras escuchaba su respiración me sentí mal, como si estuviéramos rechazándole. Pero no podía invitarle a acompañarnos. Dijo mi nombre una vez:
—¡Jeong Yun!
Luego calló. Miré mi cesta con los enseres de aseo y también callé.
—Es bueno —dijo.
No estaba segura de lo que quería decir con eso, qué era bueno exactamente, de modo que aguardé.
—Es bueno que Mi-ru te tenga.
Colgó sin despedirse. Sus últimas palabras las había pronunciado tan quedamente que de repente me embargó una profunda tristeza y sentí que había pasado mucho tiempo desde que paseábamos los tres juntos por la ciudad, observando cómo Mi-ru enderezaba letreros torcidos y alineaba macetas de flores descarriadas, o bebíamos café y asistíamos a la exposición de «Doce escritores jóvenes», o encadenábamos frases o acudíamos juntos a la clase del profesor Yun. Me quedé con el auricular en la mano. Mi padre había sostenido ese mismo auricular cuando vino a verme con mi prima. Había solicitado un número a la compañía, buscado un lugar en mi habitación donde instalar el teléfono y regresado a casa. Todo eso mientras expresaba su preocupación por que viviera en una calle tan empinada. Me llamaba a primera hora de la mañana o a veces por la noche. Se me daba muy bien adivinar cuándo era él. En ocasiones, cuando el teléfono sonaba, pensaba «Es papá». Y nunca me equivocaba. Después de mi padre y de mi prima, quien más me llamaba era Myeong-seo. Había anotado mi número de teléfono en la palma de su mano y en la de Mi-ru. Mi-ru me había llamado exactamente una vez para decir «Así que este es tu número» antes de colgar. Salí con una cesta de aseo que contenía una toalla, un peine, un champú y otros enseres, y vi al cartero echar una carta en mi buzón. Como nunca había recibido cartas en esa dirección, pensé en dejarla para luego, pero la letra del sobre que asomaba por el buzón me resultó familiar, de modo que miré dentro y vi que era de Dan. ¿Una carta de Dan? Abrí el sobre ahí mismo, delante del buzón.
9 de octubre
Yun:
Tengo intención de ir a la ciudad. Te llamaré dentro de unos días, antes de tomar el tren. Tu padre me dio tu dirección y tu número de teléfono.
DAN
El contenido de la carta de Dan, escrita con su efusiva letra, era tan breve que hubiera podido escribirla como un telegrama. No me preguntaba cómo estaba ni mencionaba cómo le iban las cosas. Yo había regresado a la ciudad sin comentar mi decisión con Dan. Ni siquiera le había comunicado mi dirección ni mi número de teléfono. Aunque no lo dijera, seguramente estaba dolido. Me guardé la carta en el mismo bolsillo donde llevaba el anillo de mi madre y eché a andar calle abajo. Una brisa fresca acariciaba mi nuca. Mientras me dirigía en silencio y con la cabeza gacha a reunirme con Mi-ru acaricié la carta tres veces, tal vez más. Caí en la cuenta de que era la primera vez que pasaba tanto tiempo sin hablar con Dan. Veía a Myeong-seo y a Mi-ru cada día, pero no le había dado a Dan mi nueva dirección ni mi número de teléfono. Bueno, en realidad no podía dárselo. Cada vez que pensaba en él recordaba la manera en que me había dicho «Tú no me quieres».
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Primavera Helada - Kyung Sook Shin
RomanceEl teléfono suena en casa de Yun. Es Myeong-Seo, su amor de la universidad, de quien no sabe nada desde hace ocho años. Llama para decirle que uno de sus profesores más admirados está a punto de morir. Su voz, los sentimientos que en ella despierta...