Capitulo 8

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Yun.

Pensaba que no iba a escribir a nadie hasta que saliera del ejército, pero aquí estoy, escribiéndote, así que imagino que fue una decisión absurda. En una hoja en blanco he escrito Jeong Yun, luego Yun, luego Jeong Yun y Yun otras diez veces. Justo ahora acabo de escribir de nuevo Yun, seguido de dos puntos, y me he quedado mirando tu nombre un buen rato. ¿Por qué no quería escribir? Es como si en lugar de ser un soldado hubiera estado luchando contra mi deseo de escribirte. En una carta que mi hermana me envió me contaba que le pediste mi dirección. Desde entonces he esperado cada día carta tuya. No una respuesta a una carta escrita por mí, sino una carta escrita por ti motu proprio.

A las personas de fuera del ejército las llamamos «civiles». En otras palabras, tú eres una civil y yo soy un soldado. Si hubiera decidido no escribir a nadie porque quería vivir completamente como un soldado, probablemente te reirías. Sin embargo, es cierto que mientras esté en el ejército solo quiero ser soldado. Porque he venido aquí para escapar. Quería olvidar mi parte civil, mi parte débil, y pasar mis días armado y endureciéndome con la disciplina y la instrucción. Fui a visitarte antes de ingresar en el ejército porque estaba decidido a no verte ni escribirte mientras estuviera aquí. Pero mi voluntad es débil.

Tardé casi un año en comprender que mis sentimientos hacia ti no son algo que mi voluntad controle. Tengo miedo de pedirte en esta carta que vengas a verme. En el caso de que escriba esas palabras, no lo hagas. De hecho, he prohibido a toda mi familia que venga a verme. No quiero ver civiles en este lugar. Hablo en serio. Cuando ingresé en el ejército y cuando tuve luego mi primer permiso «amenacé» tanto a mi madre como a mi hermana mayor. Les dije que si aparecían en el cuartel, me ausentaría sin permiso. Que prefería esmerarme en las prácticas de tiro, conseguir un permiso como recompensa e ir a verlas yo. No conseguí cumplir mi promesa. Me comí los pastelitos de arroz que trajo de su casa el tipo que obtuvo el permiso en mi lugar. ¿Te dan vacaciones por buena puntería? Te imagino riendo y diciéndome que no te tome el pelo. Yun, aquí me he encontrado a mí mismo. Soy un excelente tirador.

Yun.

Una vez más escribo tu nombre y me quedo mirándolo un rato. Pienso a menudo en tus amigos, a quienes conocí cuando fui a verte. Me alegró mucho ver que tienes amigos como esos a tu lado. Y nunca imaginé que llegaría a conocer en persona al profesor Yun, de quien solo sabía por sus libros. Me encantaba veros a todos reunidos a su alrededor. Me pareció un hombre severo pero cálido. Os envidio por tenerlo de profesor. Tal vez la razón de que haya huido de la sociedad a este lugar sea que donde estaba no tenía amigos. Sentí que me sumaba a vuestro «vosotros» y me incluía en un «nosotros». Las horas que pasamos caminando con tus amigos por la muralla de tu ciudad fueron maravillosas. No espero a nadie, Yun, pero cómo me gustaría poder revivir la noche que acampamos con tus amigos en una tienda montada junto a la muralla pese a saber que era ilegal. Esa bella e inolvidable experiencia me ayudará hasta que abandone el ejército. También el tiempo que pasé en la casa, donde cené contigo, Mi-ru y Myeong-seo, me acompañará el resto de mi vida. ¿De quién era la guitarra? Las canciones que cantábamos juntos. Pensar que pasé varios días en una casa con gente a la que acababa de conocer. Pensar que fui capaz de hacerlo. ¿Cómo es que no vivía nadie en esa casa? Recuerdo la cara de Myeong-seo y Mi-ru al día siguiente, cuando vieron que habíamos arrancado los hierbajos del jardín. A veces me pregunto si realmente ocurrió todo eso. Aunque era la primera vez que estaba en esa casa, creo que podría volver a ella sin perderme una sola vez, lo que quiere decir que no fue un sueño. Estaba encantado de poder pasar ese tiempo contigo. No puedo creer que únicamente te lo esté diciendo ahora.

Me pregunto si Mi-ru sigue anotando todo lo que come. Le gastaba la broma de que si seguía caminando encorvada, de mayor tendría joroba. ¿Todavía camina así? Una noche, durante nuestra estancia en la casa, me levanté a buscar agua y eché un vistazo al diario de Mi-ru, que estaba sobre la mesa. Nunca he visto un diario igual. Aunque es comprensible. Nunca he conocido a nadie que se moleste en apuntar cada cosa que come. Esa noche, cuando hojeé las entradas de lo que una persona había ingerido cada día en cada comida, me sentí extraño. Al rato esas simples entradas empezaron a sonarme como poemas, como la lucha de alguien por demostrar que existe, como si gritara «Yo soy la comida que he comido y estoy comiendo...». De vez en cuando aparecía una entrada en la que se atiborraba de comida. Cada vez que tropezaba con una de esas entradas, me entristecía. También leí las partes entre las entradas en que los tres escribíais relatos conjuntos. Tenía la sensación de estar espiando vuestros días juntos como un trío del que no sabía nada. Mi-ru entró en la cocina y me pilló leyendo su diario. Fui yo el sorprendido, porque ella no le dio importancia. Hasta me preguntó, como si tal cosa: «¿Quién de nosotros escribe mejor?». Pero yo no estaba prestando atención a la calidad de la escritura mientras leía. Lo que me tenía maravillado era que tres plumas tan diferentes armonizaran tanto a la hora de narrar una historia. ¿Sería exagerado decir que, pese a escribir cosas distintas, había algo reconfortante en esos relatos encadenados? Cuando le dije a Mi-ru que quería dibujar su retrato en el margen de la hoja, me pidió que lo hiciera en otro momento, otro día que volviéramos a vernos todos. A veces pienso en esa promesa que nos hicimos en mitad de la noche, sentados a la mesa de esa casa abandonada. Ese día llegará. Algún día, cuando volvamos a vernos, añadiré dibujos a los márgenes de las historias que escribisteis los tres.

Primavera Helada - Kyung Sook ShinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora