3. Este no es un buen comienzo

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—Buenos días —digo al entrar en la cocina.

Me siento a la mesa y engullo una tostada untada con mantequilla y me bebo un vaso de zumo de naranja antes de que Carter se digne a responder.

—Buenos días, cielo —responde mientras acaba de freír (o al menos, lo intenta) unos huevos.

Todavía no se le da bien del todo eso de ser padre y madre a la vez. Ahora tiene que hacer todo lo que mamá le rogaba que hiciese, pero que nunca hacía y acababa haciendo ella.

Nosotras le ayudamos en todo lo que está en nuestras manos, aun así, no sólo se trata de eso, sino que ahora se le ve mucho más cansado, más decaído: bajo sus ojos rojos siempre tiene unas marcadas ojeras.

No lo está pasando bien, la echa mucho de menos, incluso más de lo que lo hacemos nosotras, y no me extraña, era el amor de su vida, su alma gemela, su media naranja... Era exactamente como él, pero del sexo opuesto.

Bueno, basta de cosas tristes, ahora no es buen momento que estoy comiendo.

—¿Nerviosas por vuestro primer día? —pregunta a la vez que intenta despegar los huevos de la sartén con una espátula de madera.

Arabella alza la cabeza para responder, pero en lugar de hacerlo grita:

—¡Ah! ¡Ese es el autobús! ¡Vámonos que se larga sin las gemelas! —dice señalando a través de la ventana una cosa amarilla que se aproxima al caminito que da a la granja.

Sí, siempre se refiere a nosotras como "las gemelas" y no sabéis el mal rollo que me da. Pero bueno, ya estoy acostumbrada a sus manías.

Antes de salir de casa, Carter nos desea un buen día.

Honestamente, perseguir un autobús escolar cargado de adolescentes durante cien metros interminables por una carretera general, no es una muy buena manera de empezar.

Subimos al automóvil intentando recuperar el aliento, mientras que la conductora nos saluda con: Eh chicas, nada mejor como el ejercicio matinal, ¿eh?

Traducción literal: nos ha visto correr detrás, pero la señora, muy amablemente, ha pensado que no nos vendría mal echar una pequeña carrera antes de llegar al instituto.

Sé que Arabella se está imaginando a ella lanzando cuchillos con los ojos vendados a una diana giratoria en la que se sitúa la mujer, y no la culpo porque yo también lo estoy haciendo.

Todos los chicos nos observan en silencio como si estuviesen viendo a un par de aliens en lugar de a dos chicas gemelas. Después alguien carraspea y vuelven a sus temas de conversación inicial, no sin antes dedicar unos bellos y caballerosos comentarios. Estos son los que logro oír:

1. La leche, que culo tiene.

2. Yo me pido a la número 1.

3. ¿Cómo puede haber tanta diferencia entre dos personas idénticas?

4. Edwin, límpiate la baba.

5. La que está detrás de la que está buena no tiene tetas.

6. Hola nena, parece que no hay muchos sitios libres, ¿quieres sentarte en mi regazo?

7. These are the things, the things we lost, the things we lost in the fire, fire, fire.

Aclaración: los comentarios 1, 2 y 6 están dirigidos a Ara. Comentarios 3 y 5 son para mí. No tengo ni idea de quien es Edwin, pero ese comentario también es para ella. Y quizás el comentario número 7 haya sido la radio.

Arabella intenta disimular su sonrisa, aunque si estuviese en su lugar habría vomitado el desayuno encima del tío del cometario número 6. A diferencia de ella, yo me decanto por ignorar los piropos tan bonitos que me han dedicado.

Sólo hay dos asientos libres y se sienta al lado de una chica gótica.

Será falsa.

Sabe que yo habría escogido ese sitio. Sabe que lo escogería porque la gótica no tiene cara de hablar con mucha frecuencia con personas que no estén muertas y quiero pasar inadvertida. Pero no, quiere que me relacione con más gente que no sea la que escucho cantar en mi reproductor de música y por eso, me acabo sentando al lado de un chico con dilataciones en ambas orejas y un tatuaje enorme que le cubre todo el brazo izquierdo. Por si todo lo anterior fuese poco, acuna un casco de seguridad de una moto como si tuviese un jamón en los brazos.

Me siento tan delicadamente como una hoja se posa en el suelo tras una ventisca. Con un poco de suerte, no me dirigirá la palabra.

—Eres nueva —dice el chico.

Parece que lo de pasar desapercibida no me va a funcionar.

—¿Lo afirmas o lo preguntas? —digo con cara de pocos amigos.

Ignora mi pregunta.

—¿Cómo te llamas?

—Caos.

—¿Caos? ¿Eso es un nombre? ¿Es un apodo? ¿Una abreviación de un nombre más largo? —pregunta colocando su puño bajo el mentón.

Suspiro pesadamente.

—Es un nombre.

—Pero no existe.

—Sí existe. Me llamo así.

—Pero no es un nombre real.

—Claro que es un nombre real.

—Pues parece de chico.

—Bueno, pues soy una chica.

—Pero hace un rato han dicho que no tienes tetas.

—Aunque no tenga tetas sigo siendo una chica.

Sonríe a la vez que niega con la cabeza, de modo que puedo comprobar que tiene un pequeño piercing en el labio inferior. No vuelve a hablar, parece haber quedado satisfecho.

Resoplo y busco mis auriculares para escuchar música durante un rato. Creo que quedan alrededor de media hora de trayecto. Cierro los ojos.

My head's underwater

But I'm breathing fine.

You're crazy and I'm out of my mind.

Alguien me toca el hombro por lo que no me queda más remedio que abrir los ojos.

—Eh, tú —dice sin dejar de darme golpes en el hombro.

—¿Qué quieres? —pregunto sacándome un auricular.

—¿Qué haces? —inquiere acercando su rostro al mío.

—¿Escuchar música, quizás?

—¿Por qué? —Acerca su rostro todavía más.

—¿Por qué haces tantas preguntas? —Pongo una mano en su cara para hacer que retroceda.

—Estoy intentando conocerte.

—¿Por qué?

—Porque sí.

—Eso no es una respuesta.

—Responder con preguntas tampoco es una respuesta.

Pongo los ojos en blanco porque sé que tiene razón.

Abre la boca para seguir hablando, pero alguien lo interrumpe:

—Atención críos, el motor del autobús se ha estropeado —Ahora me doy cuenta de que llevamos un rato parados— así que quizás lleguéis un poco tarde.

Todos estallan en gritos de júbilo.

Mientras tanto, yo decido ponerme a escribir porque paso de soportar más al tío raro con el que estoy sentada y los comentarios estúpidos de las chicas que están detrás de mí.

El baúl secreto de CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora