Llegamos una hora más tarde de lo previsto, por lo que ya no hay nadie rondando por el patio de lo que se supone que es el instituto. A mi parecer es exactamente como una cárcel: fachada gris como el alma de los presos (en este caso, los alumnos, que viene a ser lo mismo), una bandera alzada sin viento que la ondee al ritmo del himno estadounidense como en las películas de marines y ejércitos, un terreno con hierba seca por las altas temperaturas de los últimos días y una verja oxidada a la que sólo le falta el alambre de espinos para indicar a gritos ¡Cuidado!,¡ no te acerques!, ¡aquí están todos los jóvenes delincuentes de los alrededores!
Vamos, lo que se llama un lugar muy acogedor.
Todos los chicos bajan del autobús mirando al suelo. Pobres de ellos, se habían creído que la avería del autobús significaría perder un día entero de clases.
—¡Bueno, bueno! —Mi hermana posa una de sus manos en mi hombro—. ¿Quién era ese tío tan guapo que no paraba de hablarte?
Me guiña un ojo, tras recalcar la frase en las palabras tío, guapo y hablarte.
—Un plasta —respondo tajante—. A todo esto, muchas gracias por sentarte al lado de la gótica. ¡Sabías que me sentaría a su lado!
Pone los ojos en blanco.
—¡Oh, vamos! Si supiese que me lo agradecerías tan poco me hubiese sentado yo al lado del chico. ¿Tú has visto que bueno está? —pregunta en un susurro señalando un chico que camina delante de nosotras.
Su camiseta blanca transparenta una gran mancha negra en su espalda. Otro tatuaje, supongo. Además de que deja entrever su tatuaje, también marca todos los músculos de su espalda.
Oh, madre mía...
—No, no lo he visto. Ahora mismo sólo le veo la espalda —le devuelvo el susurro lo suficientemente bajo para que no nos escuche.
Resopla exhausta tras una risa nerviosa.
—¿Acaso no lo has mirado a la cara mientras hablabas con él?
—No he subido la mirada más allá del piercing que tiene en el labio inferior —respondí con una sonrisa de autosuficiencia en los labios.
Me encantaba ponerla de los nervios.
Todos los chicos y chicas se detienen para hablar un rato delante de la entrada, por lo que nosotras los imitamos. Además, no creo que nos pongan un castigo por llegar tarde el primer día...
Mientras Ara me mira de par en par, el tal Edwin Límpiate-la-baba la golpea con dos dedos en el hombro hasta que se digna a prestarle atención. Este sonríe seductor, de oreja a oreja. Tiene un brillo especial en los ojos, creo que se llama estupidez. Esto es lo que va a pasar en los próximos treinta segundos: le va a pedir una cita, ella lo rechazará con "delicadeza", quizás él le suplique lo cual servirá únicamente para ponerse en ridículo un poco más y volverá cabizbajo a su grupo de amigos que lo esperarán gritándole y golpeándose unos a otros demostrando su masculinidad.
Quiero palomitas para ver el espectáculo que se avecina a tan sólo dos pasos.
—¡Hey! Me llamo Ed —se presenta rascándose la cabeza. Podía ver cómo le caía la caspa como copos de nieve por donde pasaba sus dedos. Un inicio jugoso, sin duda—. Me preguntaba si la chica más hermosa que he visto en mi vida... —Qué zalamero, por favor— le gustaría...
Carraspea incómoda, ya tenía la respuesta pensada antes de que formulase la pregunta.
—No, gracias. Ahora mismo estoy discutiendo con mi hermana sobre un tema muy importante.
Claro, pone la hermana como pretexto. ¿Tema muy importante? ¿Qué?
Se va, no sin antes dirigirme una mirada de hostilidad. Muy amable. Por lo menos se marcha sin haber suplicado. Le doy un cinco raspado a su actuación, se puede mejorar.
—Tú antes eras un bicho raro —la acuso—. ¿Qué has hecho para cambiar de un día para otro?
—No cambies de tema —dice intentando disimular una sonrisa que se asoma a sus labios—. Dime que antes estabas de broma con lo de que no has mirado al tío bueno a la cara ni una sola vez.
—Negativo.
—Doy fe —Ambas nos giramos y vemos a un chico con unos enormes ojos verdes. Debo suponer que es el que me ha hablado hasta que se ha cansado de mis respuestas monosilábicas. Lo miramos con la boca abierta—. Sí, os estaba escuchando. De hecho, llevo escuchando vuestro incesante parloteo desde que habéis bajado —hace un gesto con la mano para quitarle importancia al hecho de que ha estado espiándonos. Mi cara pasa del asombro a la seriedad—. ¿Qué? No podéis pretender que no os escuche si siempre habláis tan alto.
La cara de mi hermana en este momento es un verdadero poema. De Bécquer quizás. O más bien de Bukowski.
—¿Entonces has escuchado que...? —pregunta temiendo la respuesta.
—Sí, he escuchado todo. ¿Quién era ese tío tan bueno que no paraba de hablarte? ¿Tú has visto lo bueno que está? —Es ahí cuando comienzo a reírme como si no hubiese mañana. Tenéis que comprender que la cara que se le ha quedado a Arabella no es equiparable a la voz del chico intentando imitarla mientras hace aspavientos con los brazos—. También he oído que soy un plasta —La risa se detiene en seco.
Ahora es Ara la que se ríe de mí.
—Es que hablas mucho —sentencio.
Abre la boca para responder, pero ella se adelanta.
—Verás, no le prestes atención, nunca piensa bien las cosas...
—¡Eh! ¡Eso es mentira!
Me da un codazo en toda la tripa, lo que hace que me encoja sobre mí misma. Pongo una mueca de dolor. El muy capullo se ríe de mí.
Casi todos los alumnos que permanecían fuera, comienzan a entrar a excepción de unos cuantos en los cuales estábamos incluidos nosotros tres.
—Es de estas personas que dice lo que debe callarse y se calla lo que debe decir. Por ejemplo, se ha callado que estás bueno.
Y ella es una de esas personas que dice todo: lo que debe y lo que no debe.
—¿Qué? —exclama—. ¿Eso quiere decir que te gusto? —inquiere haciendo un baile extraño con sus cejas a la vez que se le forman unos perfectos hoyuelos en las mejillas.
Lo de las cejas no puede ser normal.
—¿Qué? ¡No! ¡Si te he visto por primera vez en mi vida hace un par de horas!
—Nada es imposible, el amor todo lo puede —bromea Ara con voz de protagonista de telenovela latina.
—Te voy a...
—SEÑORES, DIRÍJANSE A MI DESPACHO DE INMEDIATO.
Los tres y cuatro personas más que quedaban a apenas unos centímetros de nosotros, alzamos la vista hacia la voz. Una mujer con corbata y con cara de haberse comido un limón entero todas las mañanas desde últimos veinte años nos observa desde una ventana del primer piso.
—¿Nos la hemos cargado? —pregunto mirando por segunda vez a la cara al chico del que todavía no se el nombre.
—Posiblemente, sí.
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N/A: aquí os dejo dos mini capítulos.
Estoy contenta de haber vuelto y de haber retomado mis dos proyectos.
Aunque sé que esta historia no ha alcanzado tanto "éxito" por decirlo de alguna manera, espero que os guste tanto como a mi me gusta escribirla.
¡Os leo en los comentarios!
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El baúl secreto de Caos
Humor«La vida es una mierda» Esta frase sería la perfecta definición de lo que pienso de todo lo que me rodea si no fuese por la música. Si haberme mudado a la granja de mi antiguo pueblo con Carter y mi hermana fuese poco, la poción del desastre se com...