Capitulo 2

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La guerra se había cobrado muchas vidas, dejado cicatrices y el mejor de los casos, había permitido que dos personas con vidas totalmente diferentes se reconocieran más allá de lo que significaba ser un Mortifago y una sangre sucia.

Para Hermione Granger y Draco Malfoy no les fue fácil ser aceptados como una pareja solida y mucho menos enamorada, pero contra todo pronóstico lo estaban. No supieron en que momento sucedió, quizás desde siempre y no les importo.

Trataban de vivir un día a la vez, con la calma que la guerra no les permitió.

Poco después de concluir satisfactoriamente su último curso en Hogwarts, Hermione aceptó sin miramientos la propuesta de Draco. En su momento, hasta le pareció un poco precipitado siendo ella Hermione Granger, la siempre razonal y objetiva, le costo creer lo nada analítica que había sido al declara un claro: "si quiero casarme contigo". Ser una mujer enamorada fue su mayor justificación para ese entonces. Lo amaba, como a nadie en la vida, con suficiente entereza para ir en contra de su familia, porque eso eran los Weasley y Harry para ella. Sus padres habían muerto en un accidente tan solo unos meses después de la guerra y Harry junto a esa horda de pelirrojos se habían convertido en su mayor apoyo, para unírseles más tarde el Ultimo Malfoy existente.

Cuando anuncio que se casaría con Draco Malfoy, la noticia no fue bien recibida. Trataron en vano que desistiera y ella, al darse cuenta que jamás lo aceptarían, con mucho pesar, decidió alejarse de ellos.

Gran primer error.

Luego los cambios no dejaron de llover.

La boda había sido muy íntima; él, ella y el juez, no necesitaron más y ya era la Sra. Malfoy, después el mudarse... Lo considero como algo necesario, en Londres ya no tenían nada a que aferrarse, querían empezar una nueva vida juntos y parís sonaba bien para ella. Lo siguiente fue la estabilización; teniendo una habilidad para los negocios, Draco tomo el mando de lo que quedaba de las empresas Malfoy, para poco después hacerlas resurgir, algo que jamás habría logrado en Londres y sin la ayuda de su esposa. Hermione consideró la propuesta de Draco: ser un apoyo y una activa empresaria junto a él en ese resurgimiento, después podría concentrase en sus estudios de leyes... Estudios que solo pudo llevar a cabo un par de meses, debido a la sorpresiva noticia de que estaba embarazada.

Asustada, ansiosa pero feliz.

Scorpius Malfoy Granger, había nacido.

Hermione jamás se había sentido tan feliz y dichosa con su vida. Su hijo se convirtió en el deseo nunca esperado. Sabía que eventualmente, después, de por lo menos terminar su carrera, un hijo seria lo más acertado, sin embargo las cosas tomaron su propio camino, tanto, que no le importo relegar permanentemente su afamado título de abogada por el de madre. Verlo crecer, dar sus primeros pasos, su primera palabra... era algo que un salón de clases no le hubiera permitido apreciar de primera mano... Sin duda era la mejor decisión.

Y tres años después, la felicidad se había convertido súbitamente en una palabra demasiado grande para un Malfoy.

El detonante del insano cambio de humor de Draco Malfoy se volvió un misterio por descubrir y entender.

La primera pregunta, el primer golpe...

La primera defensa, un encierro total...

Otro golpe, más lagrimas...

¿Que debía comprender del suplicio que la atormentaba día con día junto a Draco Malfoy? No podía ser culpa de ella o de su hijo, como él muchas veces alegaba, bajo la influencia del alcohol. Entonces ya no quiso saber, ya no quiso entender, solo huir y nada más. Permanecer lejos de su vista era siempre la mejor forma de protegerse aunque él, en ocasiones, se diera a la tarea de hurgar hasta encontrarlos y desatar el infierno con sus propias manos.

El demonio tenía un nuevo rostro.


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