Aurora tenía miedo. Nunca hasta entonces había estado sola, y nunca hasta entonces había salido de las tierras de su familia. Nunca había dormido fuera de su casa, nunca había tenido que huir de todo lo peligroso que se escondía, acechándola, dentro y fuera de los caminos. A veces, ese miedo era tan fuerte que estuvo a punto de regresar a casa. Pero cada vez que eso ocurría, pensaba en Diana, y su voluntad se volvía más fuerte.
El primer día de su partida, se encontró con otro viajero, pero a diferencia de lo que Aurora creyó al principio, no era una buena persona. Intentó quitarle sus cosas, y persiguió a Aurora durante horas por el bosque. Pero por fortuna, no la atrapó, y Aurora burló al viajero malo.
El segundo día, hubo una gran tormenta. Los rayos y truenos restellaban como rugidos por todas partes, y el viento era tan feroz derrumbaba árboles que por poco aplastaron a Aurora. Pero ella tuvo suerte, corrió lo más rápido que tuvo y escapó de la muerte.
El tercer día, Aurora caminaba por el bosque a paso rápido, cuando vio a lo lejos que el bosque terminaba, y se extendía un gran laberinto rocoso. Aurora fue hacia ella, pero cuando se encntraba a pocos pasos de dejar atrás el bosque, algo la llamó de ninguna parte. Ella se giró, confusa. "Qué extraño" pensó. "Juraría que he oído esa voz en mi cabeza".
Cuando volvió la vista a las rocas, había alguien delante de ella. No era el viajero malo, para su fortuna, pero tampoco era humano. Era de un color negro y vacío, que no dejaba ver nada más que su silueta. También era muy alto, y muy delgado. Sus brazos y piernas eran tan delgados como los dedos de Aurora.
"¿Qué eres?" le dijo Aurora, algo asustada. "Apártate de mi camino, tengo que llegar a la planta milagrosa y salvar a mi amada".
El ser alto y negro no tenía rostro, pero aun así habló. Tenía una voz imponente, que llegaba a todos los rincones de la mente de Aurora.
"Soy Caído, el primer guardián del Lago de los Milagros. Para llegar hasta la planta milagrosa, tendrás que superar mi prueba".
Aurora se quedó inmóvil. Jamás había oído hablar de criaturas que protegieran el lago. ¿Pero por qué? Decidió preguntárselo al guardián, a lo que respondió:
"Porque nadie ha superado las tres pruebas para llegar al Lago de los Milagros".
Aurora se asustó un poco. Vaciló antes de preguntar al guardián Caído lo siguiente:
"¿En qué consisten esas pruebas?"
"Eso es algo que no puedo responder, a menos que decidas enfrentarte a la mía" respondió contundente.
La princesa estaba algo asustada, pero tras un momento de duda, se dio cuenta de que no había otro camino.
"Está bien, me enfrentaré la primera prueba" dijo. "¿Qué tengo que hacer?"
"Cruzar el laberinto". En ese momento, el guardián se hizo a un lado, dando vía libre a Aurora. "Si logras cruzar, habrás superado la prueba. Si te pierdes, y no encuentras la salida, te quedarás atrapada para siempre".
Aurora no respondió, y pensó en Diana. Ella era la única esperanza de su amada. Si fallaba, las dos estarían perdidas. Pero si no se enfrentaba a su destino, nunca se lo perdonaría.
"Acepto" dijo. "Cruzaré el laberinto".
Caído asintió, y Aurora fue a la entrada del laberinto. Se metió dentro, sin vacilar. De repente, la entrada a su espalda desapareció. Aurora sabía que eso era parte de la prueba, y siguió avanzando.
Pasaron las horas, y Aurora no había encontrado la salida. Perdió la cuenta de todos los pasillos que había atravesado, esquinas que había doblado, y callejones sin salida que se había encontrado. Ella sabía que la prueba no iba a ser fácil, y mantuvo la calma.
Pero a pesar de todo, seguía sin encontrar una salida. El laberinto era inmenso, y no tenía ni idea de dónde estaba. No sabía si estaba cerca o lejos de la salida, si estaba en el mismo lugar por el que había empezado. A medida que pasaba el tiempo, el miedo iba apoderándose de ella. ¿Y si no encontraba la salida? ¿Y si se perdía para siempre en el laberinto? No podría salvar a Diana, y ella moriría por su culpa. El sol se había puesto hacía rato, y la oscuridad había invadido el laberinto.
Entonces, escuchó una voz. Al principio creyó que eran imaginaciones suyas, pero entonces la voz sonó otra vez. Creyó entonces que era el guardián, Caído, pero aquella voz era diferente. Y le sonaba familiar.
La voz venía del otro lado de la esquina. Pero cuando Aurora se dispuso a ir hacia allí, algo asomó de ella. Aurora reconoció esa silueta al instante, y un terror como nunca antes había sentido se apoderó de ella. Era su padre.
"¡Aurora, ven aquí!" gritó su padre.
Pero Aurora no le hizo caso. Echó a correr en la otra dirección, aterrorizada. Su padre empezó a perseguirla, y ella corrió un poco más rápido. "¡Detente , Aurora!" le gritaba. "¡Nunca deberías haberte escapado! ¡Vuelve a casa!".
"¡No, jamás!" respondió. "¡Tengo que salvar a Diana!".
"¡Eres mi hija, y harás lo que yo te diga!". Pero a pesar de sus órdenes, Aurora no se paró. Corrió más rápido. Empezó a escuchar otras voces, y su madre apareció a su lado. Estaba furiosa. "¿Por qué nos abandonaste, hija?" decía. "¡Te hemos criado, te hemos ciudado, y así nos pagas todo lo que te hemos dado!".
Aurora estaba agotada, pero no se detuvo. Tenía tanto miedo que sólo pensaba en huir. Dobló una esquina, y se topó de bruces con Aurora de niña. La miraba con una sonrisa, inocemte como si se alegrara de verla, y estar allí fuera no tuviera nada de especial. Aurora se detuvo en seco, anonadada. ¿Qué hacía su yo más joven allí?
El miedo desapareció de su cuerpo. Se giró, y vio a sus padres corriendo hacia ella con las manos extendidas. Aurora no se movio, y esperó a que llegaran a ella. Sus padres no se detuvieron, ni corrieron más despacio. La atravesaron, y sus cuerpos se tranformaron en una nube de polvo que se esparció segundos después.
Se volvió hacia sí misma, que todavía la sonreía. Ahora lo entendía todo. Entonces la Aurora niña le cogió la mano, y guió a Aurora por el mismo recorrido que había hecho al huir de sus padres, pero al revés. Aurora se dejó llevar, y tras un buen rato caminando, encontraron la salida.
No, era mentira. Aurora joven no la había ayudado, no era más que una ilusión. En el fondo había sido ella sola. Había salido del laberinto, había superado la primera prueba.
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Princesas
FantasíaEsta es la historia de dos princesas en un reino que nadie recuerda. Se amaban, pero no podían decírselo a nadie. Así que decidieron huir, pero algo salió mal, y así nace esta historia. (Cuento. Infantil-Juvenil. Aviso: no tiene el final que tú espe...