6 -Primera Parte

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Salix no puede evitar preocuparse por su hermana mientras limpia la habitación del señor y la señora Luctor. Hace más de cuatro horas que se ha ido y eso no es normal. El primer día de colegio solo sirve para que a los alumnos les sean entregadas las notas y les comuniquen si mañana seguirán en el mismo curso o han aprobado y pasarán al siguiente. Ello no requiere más de treinta minutos, teniendo en cuenta la hora que tarda en ir a pie de casa al colegio y la otra correspondiente para la vuelta, se está retrasando. Frecuentemente eso es señal de que algo va mal.

—¡Sal! —su hermana aparece en la puerta como si sus pensamientos pudieran atraerla. Parece alterada y jadea como si hubiera corrido para llegar hasta aquí—. Tenemos que irnos.

—¿Qué? —pregunta él, desconcertado.

Ella se gira y mira hacia ambos lados, comprobando que no hay nadie cerca. Cierra la puerta con cuidado y se acerca hasta él.

—¿Te ha dolido mucho la cabeza? —dice, con mirada esperanzadora, como si de ello dependiera su vida.

—¿La cabeza? ¿Por qué?

—Es largo de explicar... Tú... solo dime si te ha dolido.

Por supuesto que le ha dolido, uno de los síntomas de la Ludia, la enfermedad que padece, son los constantes dolores de cabeza. Pero ¿a qué viene eso? ¿Querrá saber si se encuentra en un estado avanzado de la enfermedad? ¿Se preocupara si le cuenta la verdad? Está harto de mentirle a su hermana, la de esta mañana ha sido la más imperdonable de las mentiras, pero ¿de qué serviría preocuparla más?

—No.

Su cara parece apagarse incomprensiblemente. Sus ojos reflejan decepción. Da la impresión de que le deseaba ese dolor.

—Iris, ¿Qué pasa?

—Nada —contesta, con la mirada fija en el suelo.- Es solo que... nada. Si te duele dímelo.

—¿Por qué es tan importante un dolor de cabeza?

—Porque podría ser nuestra única vía para salir de aquí— anuncia, mirándole con sus grandes ojos oscuros.

—¿De aquí? ¿De dónde?

—De Magunda De Utopolis.

Salix arruga la frente al tiempo que tensa la mandíbula. ¿De qué está hablando?

—No te entiendo.

—He ido a ver al señor Novus y...

Salix cada vez está más desconcertado con todo lo que está contando su hermana.

—Espera, espera ¿Has ido a ver al señor Novus? ¿Por qué? ¿Te ha dejado entrar así como así?

El señor Novus no permite la entrada de su casa a absolutamente nadie. ¿Cómo puede ser que su hermana lo haya conseguido a la primera?

—Sí, bueno... Es que me han confundido con una empleada que empezaba hoy a trabajar. El chico era joven y no sabía que a los empleados nuevos les acompañan funcionarios para que no haya problemas.

—¿Y por qué has ido a su casa? —dice él, intrigado.

—Bueno, es que quería preguntarle un par de cosas acerca del último curso, las becas.

Entonces, Salix recuerda la importancia del día de hoy, el motivo por el que su hermana se ha estado preocupando tanto tiempo.

—¿Eso quiere decir que has conseguido las notas para que te den la beca? —pregunta, alzando las dos cejas y con el corazón en vilo esperando una respuesta.

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